lunes, 26 de junio de 2017
Todos llamados a la santidad.
El año próximo se cumplen 30 años de la visita de san Juan Pablo II a Melo. Todos los que vivieron ese acontecimiento fueron testigos de la visita de un santo a nuestra ciudad y a nuestra Diócesis.
Es, por ahora, el único santo reconocido como tal por la Iglesia que nos ha visitado. Sin embargo, hay otras visitas que podemos recordar.
En los libros parroquiales de Melo, Treinta y Tres y Río Branco se encuentra la firma de Mons. Jacinto Vera, el Venerable Jacinto Vera, a quien esperamos un día venerar primero como Beato y luego como santo. Al recibir la noticia de su muerte, ocurrida en plena misión en la localidad de Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881, don Juan Zorrilla de San Martín exclamó “¡ha muerto el santo!”. En sus palabras se expresaba el sentir del pueblo que reconocía la vida santa del primer obispo del Uruguay.
En ese camino de reconocimiento de santidad se encuentra la Sierva de Dios Madre Giovanna Francisca del Espíritu Santo, fundadora de las Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado. Ella visitó varias veces el Uruguay, incluyendo Fraile Muerto y su campaña, participando en la misión de sus hijas.
Mons. Roberto Cáceres me hizo presente la memoria del P. Bartolomé Pons Sintes, un sacerdote menorquín, es decir, de la Isla de Menorca, en las Baleares, que estuvo en la Diócesis de Melo entre 1919 y 1926. Santa Clara de Olimar fue el lugar desde donde regresó a España, donde murió asesinado en Barcelona el 29 de julio de 1936. El único motivo por el que se le dio muerte fue el de ser un sacerdote católico. Se le hizo atravesar un largo suplicio, que fue pasando desde la burla hasta varias torturas físicas, hasta el momento en que pusieron fin a su vida con dos disparos en la cabeza.
Es una Gracia muy grande haber conocido y haber estado con personas santas.
Pero la santidad no el solo para obispos, sacerdotes y religiosas.
Todos los bautizados estamos llamados a la santidad.
Ya en el Antiguo Testamento Dios llama a su pueblo elegido a ser “un pueblo santo”. Ese mismo llamado continúa, aún con más énfasis, en el Nuevo Testamento. El Concilio Vaticano II recupera esa doctrina constante de la Iglesia, al tiempo que nos hace ver que esa santidad se puede alcanzar en cualquier estado de vida.
San Josemaría Escrivá de Balaguer hizo de ese llamado a la santidad un aspecto central de su predicación. En la Misa de canonización san Juan Pablo II subrayó ese aspecto: San Josemaría
“no dejaba de invitar a sus hijos espirituales a invocar al Espíritu Santo para hacer que la vida interior, es decir, la vida de relación con Dios y la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas, no estuvieran separadas, sino que constituyeran una sola existencia "santa y llena de Dios". "A ese Dios invisible -escribió- lo encontramos en las cosas más visibles y materiales".
También hoy esta enseñanza suya es actual y urgente. [decía también san Juan Pablo II] El creyente, en virtud del bautismo, que lo incorpora a Cristo, está llamado a entablar con el Señor una relación ininterrumpida y vital. Está llamado a ser santo y a colaborar en la salvación de la humanidad.”
Todos recordamos personas buenas que han pasado por nuestra vida. Hombres y mujeres que fueron para cada uno de nosotros testigos de la fe, viviendo su vida cristiana con sencillez y en el servicio generoso al Señor y a los hermanos.
Dejemos que la prédica de San Josemaría nos anime hoy para seguir buscando en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo, en nuestra responsabilidad ciudadana y en toda circunstancia de nuestra vida, la santidad a la que estamos llamados desde nuestro Bautismo. Que así sea.
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+ Heriberto Bodeant, Obispo de Melo
Homilía en la Misa de la memoria de San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Catedral de Melo, 26 de junio de 2017
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