miércoles, 2 de enero de 2019

“Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mateo 2,1-12). Solemnidad de la Epifanía.




En mi casa, cuando yo era niño, había dos regalos que esperábamos en esta época del año. El primero era el que traía Papá Noel, en la noche de Navidad. Para esperar ese regalo todos en casa poníamos una media y, a la mañana siguiente, encontrábamos dentro de ella un regalito. Algo pequeño, pero simpático. Después esperábamos el día de Reyes. En la noche del 5 de enero poníamos los zapatos, dejábamos afuera un montón de pasto y agua para los camellos y esperábamos a los Reyes Magos. Esa noche casi no dormíamos y nos levantábamos más temprano que nunca. Aunque a veces hacíamos una cartita con pedidos, siempre llegaba una sorpresa. Una sorpresa linda. Los Reyes nos conocían bien… por algo eran Magos.

Este año el 6 de enero llega en domingo. Este día la Iglesia celebra la fiesta de la Epifanía. Esa palabra no parece tener mucho que ver con reyes ni magos y, efectivamente, tiene otro significado. Epifanía quiere decir “manifestación” y se refiere a la manifestación de Jesús como el Hijo de Dios, el Salvador esperado por su pueblo, que viene a ofrecer el amor de Dios a toda la humanidad. Veamos como empieza esto:
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Unos magos: el evangelio no dice reyes; pero el profeta Isaías había anunciado:
Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.
Estos magos que han visto la estrella caminan hacia la luz como los reyes de los que hablaba Isaías. Por eso decimos “reyes magos”.

“Mago” puede querer decir muchas cosas… lo que sabemos de estos hombres es que conocían algunas profecías y estaban atentos a señales del cielo: “vimos su estrella”.
Una antigua profecía sobre la estrella aparece en el libro de los Números, y es del vidente Balaam. Balaam anuncia, en un futuro lejano, el nacimiento de un rey de los judíos, nacimiento que estará marcado por la aparición de una estrella. Dice el vidente:
Lo veo, aunque no para ahora; lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel. (Números 24,17)
Los Magos preguntan por “el rey de los judíos”, pero dicen que han venido a adorarlo. No se trata, entonces, de un rey más de este mundo, sino de un rey de origen divino. A un rey se le presenta respeto, obediencia, sumisión… pero sólo Dios merece ser adorado. La adoración es un acto profundamente religioso. Es el reconocimiento de Dios como creador y salvador, como Señor y dueño de todo lo que existe, como amor infinito y misericordioso (cf. Catecismo IC 2096). Claramente se lo dijo Jesús a Satán, citando la Palabra de Dios:
“Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto” (Deuteronomio (6,13 - Lucas 4,8).
Pero la pregunta de los Magos llega hasta el palacio y provoca una conmoción:
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito…»
El rey Herodes pide a los Magos que vayan a Belén y luego le informen… pero esto es lo que sucederá:
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Los tres regalos nos sugieren que los Magos eran tres… la tradición agregará los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, que no aparecen en el relato del evangelio.
El oro, metal precioso por excelencia, que mantiene siempre su brillo, es símbolo de lo duradero. Con él se hacen las coronas de los reyes. Al presentarle el oro, los Magos están reconociendo a Jesús como rey, tal como expresaron al preguntar: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”
El incienso se quema para que su perfumado humo suba hasta la divinidad. Es otra expresión de adoración, reconocimiento de Jesús como Dios.
La mirra… es talco. Talco para un bebé o para preparar un cuerpo para la sepultura. Es el presente más humilde, pero significa el reconocimiento de la humanidad de Jesús.

Los Magos han encontrado al que buscaban. Seguramente, no fue como ellos esperaban… Habían ido a la capital, y fueron enviados a una pequeña aldea. Fueron al palacio a hablar con el Rey y la estrella los llevó a la casita de una familia de vida sencilla. Creyeron. Adoraron. Y luego…
Como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Luego de su peregrinación a Belén, los Magos parten por otro camino. No sólo por la advertencia recibida, sino porque desde el momento mismo en que encontraron al Niño, comenzó para ellos otro viaje, una peregrinación interior, espiritual. Hace años, meditando sobre este encuentro de los Magos con Jesús, el Papa Benedicto XVI decía que los Magos habían venido a ponerse al servicio de este rey. Trayéndole sus dones y haciendo su gesto de adoración, expresaban su voluntad de servirlo en el camino del bien y la justicia.

Los reyes magos venían bien orientados, pero debían aprender que servir al bien y a la justicia no se puede hacer simplemente dando órdenes desde lo alto de un trono. Decía el hoy Papa emérito:
(Los Magos) aprenden que deben entregarse a sí mismos:  un don menor que éste es poco para este Rey.
(…) Han de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia. Ya no se preguntarán: ¿Para qué me sirve esto? Se preguntarán más bien: ¿Cómo puedo contribuir a que Dios esté presente en el mundo? Tienen que aprender a perderse a sí mismos y, precisamente así, a encontrarse. Al salir de Jerusalén, han de permanecer tras las huellas del verdadero Rey, en el seguimiento de Jesús.
Por allí estamos invitados a caminar nosotros, también. Para eso, aprendamos de estos hombres, aprendamos de su búsqueda de Dios, de su búsqueda del bien. Busquemos a Jesús, que ha venido para todos, porque todos lo necesitamos.

Amigas y amigos: gracias por llegar hasta aquí en su lectura. Que la estrella de Belén guíe siempre y en todo lugar nuestra vida en los pasos de Jesús. Hasta la próxima semana si Dios quiere.

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