lunes, 21 de enero de 2019

Lo que acaban de oír se cumple hoy (Lucas 1,1-4; 4,14-21). III Domingo del Tiempo Ordinario.







Ayer, hoy y mañana. El hoy, el presente, es lo único real. “Es lo que hay”, como suele decirse, a veces con ironía…
“Es lo que toca”, es decir, lo que corresponde, lo que nos ocupa…
El pasado vuelve a nosotros en la memoria, a veces dándonos el respaldo de una experiencia, de un camino recorrido que nos anima a seguir adelante… a veces muestra heridas que están lejos de ser curadas y siguen abiertas.
El mañana… a veces no queremos pensar en el mañana, pero es lo que está delante, lo que no va a tardar en hacerse hoy… lo que ya estamos anticipando y, en esa forma, lo estamos viviendo; Dios quiera que siempre con esperanza y nunca con desesperación.

El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús en la sinagoga, la casa de oración de los judíos, leyendo un pasaje del profeta Isaías. Al terminar de leer, Jesús dice:
«HOY se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».
Ese HOY que pronuncia Jesús, puede sonar como un lejano ayer… pero sigue siendo tiempo presente. Más todavía, sigue siendo para nosotros un futuro que continuamente se va haciendo presente… pero no nos adelantemos. Leemos en el Evangelio según san Lucas:
Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción.
Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,
a anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor».
El pasaje que Jesús lee está en primera persona. Quien habla es el profeta Isaías. Sin embargo, cabe aquí la pregunta que muchas veces se hicieron los lectores:
«¿De quién dice esto el profeta, de sí mismo o de otro?» (Hech 8,34).
La respuesta la da el mismo Jesús:
«HOY se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».
Jesús interpreta que la profecía de Isaías se refiere a él mismo, a Jesús, y que se cumple HOY.
Ese HOY es importante. EDITADO HASTA AQUÍ No se refiere únicamente a aquel lejano día en que Jesús leyó en la sinagoga… ese HOY es un presente que continúa en el tiempo, porque Jesús sigue actuando, realizando su obra salvadora.

La teóloga uruguaya Teresita Porcile, ya fallecida, nos dejó, en el año 2000, un hermoso libro sobre el Jubileo. Allí ella reflexiona sobre los HOY que se repiten a lo largo de la obra de san Lucas. He aquí algunos de ellos:

El anuncio del ángel a los pastores de Belén:
“HOY, en la ciudad de David, les ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,11)
La gente que reconoce con asombro la obra salvadora de Jesús, glorifica a Dios y dice:
«HOY hemos visto cosas increíbles». (Lc 5,26)
El encuentro de Jesús con Zaqueo, jefe de los publicanos de Jericó, conocido y despreciado por todos como pecador. Cuando Jesús lo ve en la calle, subido a un árbol para poder mirar, le dice:
«Zaqueo, baja pronto; porque conviene que HOY me quede en tu casa» (Lc 19,5)
Cuando Zaqueo recibe a Jesús y expresa su decisión de convertirse, de dejar su vida de maldad, Jesús declara:
“HOY ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9)
Queda todavía el HOY más dramático, el HOY del calvario. Ese es el que escucha el ladrón crucificado que implora “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. A él Jesús le responde:
«Yo te aseguro: HOY estarás conmigo en el Paraíso». (Lc 23,43)
Todo esto toma sentido en las palabras de Isaías que Jesús lee en la sinagoga. El pasaje que lee Jesús concluye diciendo que él ha sido enviado a proclamar un año de gracia del Señor.

En el antiguo testamento o libro de la primera alianza estaba establecida la celebración de un “año sabático”, cada siete años, durante el cual se dejaba reposar la tierra y se liberaban los esclavos. Había también un año de gracia o Jubileo, cada 50 años, es decir, al término de siete semanas de años. En el Jubileo se ampliaban las prácticas del año sabático… se perdonaban deudas… era un momento de “borrón y cuenta nueva”, de perdón y reconciliación, para dar a todos la oportunidad de empezar de nuevo la vida, de recomponer las relaciones sociales y familiares. Isaías habla de pobres, ciegos, cautivos, oprimidos, cuya vida cambia, es transformada. El Jubileo los pone en lugar privilegiado, por sus situaciones de sufrimiento; pero no se excluye a nadie. Se trata de restablecer la filiación: que nos reconozcamos como hijos del Padre Dios y de allí restablecer la fraternidad: reconocer a cada uno de los demás como hermano o hermana queridos y tratarlos como tales.

Al manifestar que en él se cumplía la profecía de Isaías, Jesús no estaba instituyendo un año jubilar; mucho más que eso, con sus palabras y sus obras, abrió el verdadero Jubileo; no para un año, sino para HOY, para cada día, para siempre, dándonos la posibilidad de cambiar, para bien, las relaciones con Dios, con los hermanos, consigo mismo y con toda la creación.

Amigas y amigos: gracias por su atención. Como dice el salmo:
Ojalá escuchemos HOY la voz del Señor.
No endurezcamos el corazón. 
Hasta la próxima semana si Dios quiere.

No hay comentarios: