miércoles, 4 de diciembre de 2019

"Llena eres de Gracia" (Lucas 1,26-38). Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.




“Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”. Así empieza el avemaría, una oración que muchos aprendimos desde niños y seguimos rezando a lo largo de nuestra vida… a veces es nuestra última plegaria después de apagar la luz y antes de entrar en el sueño reparador.
Es una oración dirigida a la Madre de Jesús. Quienes la rezamos, creemos que ella está junto a su Hijo, en la eternidad y, desde allí, intercede por nosotros; es decir, presenta a Jesús las súplicas de quienes acudimos a ella. La oración dice, más adelante: “ruega por nosotros pecadores”. Eso es lo que le pedimos a la Virgen: que ruegue, que interceda para que nuestra petición llegue al Señor, de quien viene la salvación y de quien recibimos toda gracia.

Este domingo es 8 de diciembre y la Iglesia Católica celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, que, en esta oportunidad, sustituye al segundo domingo del tiempo de Adviento.
¿Qué significa esto de la Inmaculada Concepción? El 8 de diciembre de 1854, mientras el Uruguay iba saliendo del devastador período de la Guerra Grande, en Roma, el Papa Pío Nono definía solemnemente como dogma de fe católica lo siguiente:
«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».
Lo que dice Pío Nono es que, cuando San Joaquín y Santa Ana, los padres de María, concibieron a su hija, desde el primer instante esa criatura fue preservada de toda mancha del pecado original.

Todos sabemos qué es una mancha. Aquí no se trata de una suciedad o una mancha física, sino de una mancha en el corazón: cuando alguien ha hecho algo malo, decimos que se ha manchado. Cuando otro quiere defender su inocencia dice que sus manos están limpias. Mancha se puede decir también “mácula”, de modo que la in-maculada es la que no tiene mácula, la que no tiene mancha. La mujer que no se ha manchado por nada malo, por ningún pecado.
No se trata solamente de que María esté libre de pecados personales. Se habla de que ha sido “preservada inmune de toda mancha de pecado original”. El pecado original es la consecuencia de la desobediencia a Dios de la primera pareja humana. Es la herencia que recibimos desde que somos concebidos. San Pablo expresa que todos los seres humanos participamos de esa realidad:
"Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19)
Ese pecado original que traemos desde el nacimiento debe ser perdonado y ese es el efecto del bautismo. Cuando un bebé es bautizado, su pecado original es perdonado; cuando es bautizado alguien que ya tiene uso de razón, al perdón del pecado original se suma el de los pecados personales que haya cometido quien se bautiza.

Ahora bien… ¿fue recién en 1854 que los católicos comenzamos a creer en la Inmaculada Concepción de María? ¿Fue a partir de las palabras del Papa? No, no es así. Más que un punto de partida, la declaración del Papa Pío Nono es un punto de llegada, que parte de una expresión que encontramos en el evangelio de este domingo, la misma que recogemos en la oración del avemaría: “llena de gracia”

…el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.»

“Llena de gracia”. En esas palabras está la clave. Pueden no ser fáciles de interpretar para nosotros; tanto si estamos demasiado acostumbrados a repetirlas como si fuese la primera vez que las oyéramos. Ahora bien, el evangelio nos dice que la propia María “quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo”. No es extraño, entonces, que tampoco nosotros las entendamos totalmente.

El Papa Francisco nos ofrece una explicación:
¿Qué quiere decir llena de gracia? Que María está llena de la presencia de Dios. Y si está completamente habitada por Dios, no hay lugar en Ella para el pecado. Es una cosa extraordinaria, porque todo en el mundo, desgraciadamente, está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros, mirando dentro de sí, ve algunos lados oscuros. También los santos más grandes eran pecadores y todas las realidades, incluso las más bellas, están tocadas por el mal: todas, menos María. Ella es el único «oasis siempre verde» de la humanidad, la única incontaminada, creada inmaculada para acoger plenamente, con su «sí», a Dios que venía al mundo y comenzar así una historia nueva.
A partir de esas palabras del Evangelio y del hecho mismo de que María sea Madre de Dios, ya en tiempos antiguos se comenzó a creer y afirmar que en María no hay mancha ninguna y se la llamó inmaculada, purísima, toda limpia… en el siglo V encontramos una expresión muy bonita. Se dijo de María que está formada de “barro limpio”. De barro, porque es humana; pero barro limpio, incontaminado. (Proclo, siglo V). Más adelante, en los siglos IX y X se la proclamó «Inmune de toda mancha y caída; la única Inmaculada, sin mancha; sola sin mancha» (San José el Himnógrafo).
En la Edad Media la creencia fue muy discutida. Los grandes teólogos de aquellos tiempos tomaron posiciones opuestas. Fueron los franciscanos, encabezados por el beato Juan Duns Escoto, quienes defendieron la Inmaculada Concepción.
En la época Moderna, el Concilio de Trento, finalizado en 1563, no se pronunció, pero dejó abierta la posibilidad del reconocimiento de la Inmaculada Concepción como una excepción:
Declara (…) este santo Concilio que, al hablar del pecado original, no intenta comprender a la bienaventurada e inmaculada Virgen María.
Años después, el Papa Gregorio XV prohibió la afirmación de que María fue concebida con el pecado original.
De a poco se fue abriendo el camino para que toda la Iglesia, la comunidad de los creyentes, a través del Papa Pío Nono, llegara a reconocer la Inmaculada Concepción de María. Desde ese momento, la fiesta de la Inmaculada, que ya se celebraba desde antiguo en muchos lugares, llegó a ser establecida universalmente.

No puedo dejar de recordar que hay un pueblo de nuestra América que celebra de un modo totalmente especial a la Inmaculada. En la víspera del ocho, los nicaragüenses salen a las calles gritando:
¿Quién causa tanta alegría? ¡La concepción de María!
Pidamos a María su intercesión por ese pueblo hermano, por todos aquellos que al igual que el nicaragüense están viviendo momentos de zozobra… y también por nuestro Uruguay, para que en paz comencemos el próximo período de gobierno y todo sea para bien.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

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