sábado, 11 de febrero de 2023

“Cuando ustedes digan ‘sí’ que sea sí, y cuando digan ‘no’, que sea no” (Mateo 5,17-37). Domingo VI durante el año.

Amigas y amigos: seguimos en este camino que sube hacia la cumbre del Cerro Largo, mientras continuamos esta reflexión sobre el “sermón del monte” que abarca los capítulos cinco al siete del evangelio según san Mateo. Ya pasamos por las bienaventuranzas, por el llamado a ser sal y luz de la tierra y ahora nos encontramos con esta palabra de Jesús, que ya habíamos adelantado:
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: 
Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento (Mateo 5,17-37)
Los israelitas se referían a la Sagrada Escritura mencionando tres grandes partes: la Ley o Torah, que abarca los cinco primeros libros, atribuidos a Moisés; los profetas: nebi’im y los demás escritos, ketubim.
Al mencionar solo la Ley y los Profetas, Jesús no está excluyendo los demás libros, sino, simplemente abreviando. El viene, pues, para dar cumplimiento a todo lo que está en la Sagrada Escritura; todo lo que existía hasta entonces, lo que solemos llamar Antiguo Testamento.
Seguramente recordamos la experiencia de los discípulos de Emaús, que sintieron arder su corazón cuando Jesús
... comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras les explicó lo que se refería a él. (Lucas 24,27)
¿Qué significa que Jesús viene “a dar cumplimiento”?
Un primer significado es cumplir todo lo que Dios había anunciado por boca de los profetas. Ese sentido lo destaca especialmente Mateo, el evangelista que estamos leyendo, que muchas veces marca lo que va sucediendo en la vida de Jesús diciendo que eso ocurrió 
«Para que se cumpliera lo anunciado por el profeta...» Mt 1,23; 2,5.15.17.23; 4,14; 8,17; etc.
Un segundo significado está más referido a la ley propiamente dicha, a los mandamientos. Ahí, mejor que “dar cumplimiento” podríamos traducir “llevar a plenitud”. Todos sabemos que, a veces, la ley “se cumple por cumplir”, pero no se cumple de corazón. Se cumple la letra, pero no el espíritu de la ley. A eso último apunta Jesús, comentando algunos de los mandamientos.
Jesús va recordando cada mandamiento con la expresión “se dijo” y, a continuación, agregando su interpretación para que ese mandamiento se cumpla en plenitud: “pero yo les digo”.
Así recuerda que “se dijo”: “no matarás” (Éxodo 20,13); “no cometerás adulterio” (Éxodo 20,14). Pero enseguida hace ver que no basta con evitar la mala acción exterior: la plenitud del mandamiento está cuando también se purifica el corazón, porque
... aquél que se irrita contra su hermano… aquél que lo insulta… el que lo maldice… (Mateo 5,17-37)
merecen el mismo castigo que aquel que lo mata; es decir: el que hace eso está matando a su hermano en el corazón.
Asimismo, dice Jesús,
El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mateo 5,17-37)
De esta manera entendemos mejor la bienaventuranza que dice:
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios (Mateo 5,8)
No se trata de cumplir la ley por fuera, sino también en el corazón.
Otro comentario importante se refiere a los juramentos. En los diez mandamientos hay dos que se relacionan con lo que Jesús dice aquí:
No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios (Éxodo 20,7)
No darás falso testimonio contra tu prójimo (Éxodo 20,16)
Una ocasión de pronunciar en vano el nombre de Dios era invocarlo en los juramentos; peor aún, cuando se daba un falso testimonio, algo que podía llevar a la muerte a un inocente.
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: «No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor». Pero Yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. (Mateo 5,17-37)
Había todo tipo de juramentos. Jesús nos sorprende, no solo indicando no jurar, sino llevándonos al valor de la palabra dada:
Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno. (Mateo 5,17-37)
Pero no basta el “sí” del momento. El sí tiene que ser mantenido a lo largo del tiempo, todo lo que sea necesario. Y hay muchos “sí” que son para toda la vida. Es muy bonito este versículo del salmo 15, que alaba al hombre que
... no se retracta de lo que juró, ni aún en daño propio (Salmo 15,4)
Es la persona que mantiene los compromisos que contrajo, aunque el camino para cumplirlos se haga como esta subida del cerro, empinada y pedregosa. Es el “sí” verdadero del consentimiento matrimonial, cuando se cumple al permanecer fieles “en lo favorable y en lo adverso, en salud o enfermedad”.
Pero Jesús deja una puerta abierta: hay un “no” que se puede cambiar por un “sí”. Es el “no” dado a la voluntad del Padre, que siempre es posible cambiar por un sí, como refiere la parábola de los dos hijos:
Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". El respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue.
(Mateo 21,28-29)
En cambio, el otro hijo, que dio su sí de primera, no lo mantuvo y no fue a la viña. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de darle y sostener nuestro sí, siempre en fidelidad a Él.

En esta semana

  • El martes 14 recordamos a los Santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos. El Papa Juan Pablo II los hizo copatronos de Europa, junto con San Benito, a los que agregó después tres santas mujeres. Pidamos a estos evangelizadores del este de Europa su intercesión por la paz en Ucrania. 
  • El miércoles 15 recordamos al jesuita san Claudio La Colombière, confesor de santa Margarita María Alacoque. Su escucha y su orientación fueron muy importante para que pudieran difundirse las visiones de Santa Margarita María y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
  • El viernes 17 hacemos memoria de los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de la Virgen María. Estos hombres, mercaderes de la ciudad de Florencia en el siglo XIII, lo dejaron todo para dedicarse a una vida de oración.
Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos, por su atención. Hasta la próxima semana, si Dios quiere y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

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