jueves, 2 de febrero de 2023

"Que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre" (Mateo 5,13-16). V Domingo durante el año.

Amigas y amigos: el domingo pasado comenzamos nuestra reflexión teniendo al fondo una vista del Cerro Largo, en alusión al Sermón del Monte, que comenzábamos a comentar. Tenemos ahora otro aspecto del cerro: este camino arbolado y pedregoso por el que se llega a la cumbre. Las piedras dificultan la subida, por eso, hay que andar como decía el poeta de Tala: “más despacito, aparcero, que hay piedras en el camino” (1); los árboles, en cambio, protegen al peregrino: “bien haiga el árbol que tiende la sombra que necesito” (2), como decía un poeta salteño. Así es el camino del discípulo de Jesús: se encuentran dificultades y obstáculos, pero también se recibe consuelo, reparo y fortaleza.

A continuación de las bienaventuranzas, que comentamos el domingo pasado, Jesús presenta a sus discípulos dos llamados:

Ustedes son la sal de la tierra.
Ustedes son la luz del mundo.
(Mateo 5,13-16)
¿Qué significa ser sal? La sal, lo sabemos todos, da sabor a los alimentos. Sin sal, muchos de ellos se vuelven “insípidos”. Pero cuando una persona aburre a los demás con una charla larga y poco interesante, decimos que su conversación es “sosa”, es decir, sin sal, sin gusto.
En la antigüedad la sal se usaba también para la conservación de los alimentos. Y no tenemos que irnos tan atrás en el tiempo: hasta mediados del siglo XIX existían en el Uruguay los saladeros donde se preparaba el tasajo o charque, salando la carne.
De esto podemos entrever que “ser sal” significa por un lado, darle buen sabor a la vida y, al mismo tiempo, ayudar a que las cosas buenas no se pierdan.
Ser sal es un aspecto importante de la misión del discípulo.
Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. (Mateo 5,13-16)
¿Puede perder su sabor la sal? La sal común, el cloruro de sodio, es una combinación muy estable. Conserva las cosas porque ella misma no se altera. Pero los discípulos, llamados a ser sal de la tierra, somos seres humanos, con toda nuestra inestabilidad y fragilidad…
Cuando perdemos a Jesús y su Evangelio como referencia en nuestra vida, cuando nuestra manera de pensar y de actuar se va acomodando a las modas de pensamiento y acción que va tomando el mundo, podemos convertirnos en esa sal que se pierde y no cumple ya su misión.
La fidelidad a la Palabra de Jesús, la Palabra que queremos poner en práctica en nuestra vida es también un don, una Gracia, que hay que saber pedir humildemente cada día, para poder ser sal de la tierra.

¿Y de qué se trata ser luz del mundo? Dice Jesús:
no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. (Mateo 5,13-16)
En aquel mundo alumbrado con lámparas de aceite, que, por cierto, no dan mucha luz, había que aprovechar esa luz al máximo, colocando la lámpara allí donde pudiera dar luz a todos. Cuando se trata de personas, no es lo mismo una persona “brillante” que una persona “luminosa”. La persona brillante se destaca, atrae las miradas, se convierte fácilmente en centro de atención y puede verse tentada a quedarse allí, muy a gusto. La persona luminosa, en cambio, irradia una luz apacible, crea un ambiente que hace posible descubrir allí la luz de Cristo.

Recuerdo una homilía de Mons. Rodolfo Wirz, hoy obispo emérito de Maldonado, cuando era párroco en Aires Puros, en Montevideo. Hablaba de los santos y decía que un santo es una persona “que deja pasar la luz”. La idea viene de los vitrales, como los que hay en muchas de las iglesias de Canelones, con imágenes de santos. Vemos su figura cuando pasa la luz a través de los vidrios coloreados. El hombre santo, la mujer santa dejan que la luz de Dios atraviese su vida y se haga en ellos visible para los demás. De esta manera cumplen lo que también dice Jesús en este evangelio:

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. (Mateo 5,13-16)
Las obras, obras de caridad, obras de amor, son de esos hombres y mujeres, discípulos de Jesús: pero la gloria la recibe el Padre, porque de Él viene el amor, de Él viene todo bien. Por eso dice el salmo 115
¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad!
(Salmo 115,1)
En el capítulo siguiente de san Mateo aparece un pasaje que parecería contradecir en parte esto de que “los hombres… vean sus buenas obras”

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos… (Mateo 6,1)
Es el pasaje donde Jesús habla de la limosna, la oración y el ayuno, en que llama a hacer esas cosas no delante de los hombres, sino en el secreto, solo ante el Padre Dios. Jesús llama “hipócritas” a esas personas que hacen obras que en sí son buenas, pero no las hacen para gloria de Dios. Esas personas no dejan que la luz de Dios pase a través de ellos, porque están buscando su propia gloria, no la gloria de Dios.
No podemos ser “luz del mundo” si no estamos unidos a aquel que es 

“la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre” (Juan 1,9).

Solo por Cristo, con Él y en Él, podemos ser, como escribía san Pablo a los filipenses:

hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual ustedes brillan como antorchas en el mundo (Filipenses 2,15)
Nos despedimos con el consejo de Pablo a los Corintios: 

háganlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10,31). 

Que así sea.

En esta semana

  • Lunes 6. Recordamos a San Pablo Miki y compañeros, mártires de Nagasaki, en el Japón, a fines del siglo XVI.
  • Viernes 10 de febrero. Fiesta en el monasterio de las Monjas Benedictinas, recordando a Santa Escolástica, virgen, Hermana de San Benito.
  • Sábado 11 de febrero. Nuestra Señora de Lourdes. Copatrona de la parroquia Cristo Obrero de Estación Atlántida y patrona de varias capillas de la Diócesis, sin olvidar que en Echeverría tenemos una Gruta muy visitada. Una de las capillas, la de Santa Lucía, celebra sus 50 años.

Jornada mundial del Enfermo

Con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, tiene lugar la XXXI Jornada Mundial del enfermo, con el lema «Cuida de él». La compasión como ejercicio sinodal de sanación, que da título a un mensaje del papa Francisco que concluye con esta invitación:
El 11 de febrero de 2023, miremos también al Santuario de Lourdes como una profecía, una lección que se encomienda a la Iglesia en el corazón de la modernidad. No vale solamente lo que funciona, ni cuentan solamente los que producen. Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado.
Encomendemos a la intercesión de María a los que se encuentran enfermos así como a quienes se encargan de atenderlos y acompañarlos.
Y a todos los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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(1) Alonso y Trelles "El Viejo Pancho": De la lucha.
(2) Víctor Lima: Milonga del caminante.

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