El 4 de agosto es la fecha en que la Iglesia recuerda a un santo sacerdote que murió en ese día, en el año 1859. Se trata de San Juan María Vianney, conocido como “el santo cura de Ars”. Aunque hoy, como corresponde, se leen las lecturas del domingo, vamos a dedicar este programa a recordar la vida y testimonio de este santo de Francia y de toda la Iglesia, patrono de todos los sacerdotes, en especial de los párrocos.
Ordenado en el año 1815, después de un tiempo como vicario en otra parroquia, fue enviado al pueblecito de Ars, cerca de Lyon.
Llegó a pie, llevando sus pocas pertenencias. Se cuenta que, al llegar a un cruce de caminos, no supo por dónde seguir. Un jovencito del lugar, que pasaba por allí, le mostró la ruta correcta. Entonces, el joven cura le dijo unas palabras de las que pronto se enteraron y siempre recordaron los fieles de Ars:
“Tú me has mostrado el camino de Ars; yo te mostraré el camino del Cielo”.
El camino del Cielo lo había ido aprendiendo en su accidentado caminar hacia el sacerdocio. Juan María Vianney nació en 1786, tres años antes del comienzo de la Revolución Francesa. Sus padres eran gente de campo. Su principal escuela fue la familia y el trabajo, escuela también de fe. La Revolución impuso a los sacerdotes la llamada “constitución civil del clero”, normas bastante inaceptables, que algunos juraron, pero otros no. Estos fueron llamados “refractarios” y tenían que moverse en la clandestinidad. La familia Vianney fue una de las que los recibió y escondió. Con uno de esos sacerdotes el pequeño Juan María se confesó y recibió su primera comunión.
Con el advenimiento de Napoleón Bonaparte, la situación de la Iglesia y de los sacerdotes se regularizó. Sintiéndose llamado al sacerdocio, el joven Vianney, a los 20 años, comenzó a prepararse, ayudado por el P. Balley, párroco de Ecully. Los estudios no fueron fáciles para él; no por falta de capacidad, como se ha creído, sino por su débil base escolar. Con su inteligencia y la ayuda de algunos condiscípulos pudo superar las pruebas. Entre sus compañeros había otro santo: Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, con quienes el Cura de Ars mantuvo siempre cercanía y amistad.
En 1809 fue llamado a filas del ejército napoleónico que se preparaba a invadir España. Logró desertar, pero permaneció escondido hasta que pudo retomar sus estudios.
En 1814 cayó Napoleón y al año siguiente se restauró la monarquía en Francia. Ese año, Juan María podía ya recibir la ordenación sacerdotal… pero la situación política había provocado que no hubiera obispo en su diócesis, la diócesis de Lyon. Es así que le entregaron los documentos necesarios para ser ordenado en Grenoble, donde sí había obispo. Al menos cien kilómetros a pie recorrió Juan María para llegar desde Dardilly, donde vivía, hasta Grenoble, donde fue ordenado el 13 de agosto de 1815.
Cuando llegó a Ars, encontró que la gente solo se reunía para divertirse, con muchos excesos, bajo unas carpas donde se hacían grandes bailes... grandes bailongos. La fe estaba muerta. Con la ayuda del Buen Dios, le tocó hacerla revivir. Lo logró a través de su predicación, pero, sobre todo, por su vida de oración y su sencilla manera de vivir. Se dejó conducir por la Misericordia de Dios y adquirió una merecida fama como confesor, que comenzó a atraer fieles de hasta muy lejanos lugares.
Fundó un orfanato con el nombre de “La Providencia” y estuvo atento a los pobres.
Entre los milagros realizados en vida que se le atribuyen, está “la multiplicación del trigo”. En el orfanato, el pan de cada día era una necesidad grande y evidente. Se preparaba allí mismo, con el trigo aportado por algunos benefactores, que se guardaba en el granero. En un momento dado, el encargado hizo notar que quedaba muy poco trigo y que se iba a agotar rápidamente. Antes de que eso sucediera, sin explicación razonable, apareció más trigo en el granero. Eso sucedió en dos ocasiones.
El padre Vianney no quería que faltara el pan cotidiano, pero, sobre todo, no quería que faltara a los fieles Jesús, Pan de Vida. Rezaba su Misa y entregaba el Cuerpo de Cristo. El Sagrario era como un pequeño granero que nunca quedaba vacío y siempre atraía la presencia de los fieles, que oraban de rodillas ante Jesús Eucaristía, como aquel campesino que llamó la atención del santo Cura.
Viendo que el hombre nunca utilizaba libros de oraciones, ni rosario, y que no decía palabra, el padre Vianney se acercó y le preguntó qué oración rezaba.
El hombre respondió, señalando el sagrario:
«¡Ah, Señor cura! son muchas las veces que no puedo rezar; entonces yo lo miro, y él me mira».
A su muerte, a los 73 años de edad, con más de cuarenta años de entrega a Dios y a sus hermanos, su fama de santidad se había extendido enormemente y la pequeña iglesia donde quedó su cuerpo yaciente se transformó en un lugar de peregrinación.
Su oración, conocida como “acto de amor del Cura de Ars” es conocida y rezada por muchos fieles católicos. Con ella cerramos esta evocación de San Juan María Vianney:
Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh Dios infinitamente amable,
y prefiero morir amándote
que vivir un instante sin amarte.
Te amo, Dios mío, y si deseo el Cielo
no es sino para tener la felicidad
de amarte eternamente.
Te amo, Dios mío, y si temo al infierno
es porque ahí nunca tendría
la dulce consolación de tu amor.
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir
A cada instante que te amo, por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah… dame la gracia de sufrir mientras te amo,
y de amarte mientras sufro,
y de expirar un día amándote
y sintiendo que te amo.
Y cuanto más cerca esté mi hora,
te suplico que acrecientes mi amor
y lo perfecciones. Amén.
En esta semana
- Desde ayer, los obispos del Uruguay estamos en unos días de retiro hasta el miércoles. El jueves 8 tendremos la celebración del Santo Cura de Ars en el Seminario Interdiocesano y el viernes 9 estaremos reunidos en asamblea. No se olviden de rezar por nosotros.
- Martes 6, fiesta de la transfiguración del Señor, aniversario de la muerte de San Pablo VI.
- Jueves 8, Santo Domingo.
- Viernes 9, Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
- Sábado 10, San Lorenzo, diácono. Un día para recordar a nuestros diáconos permanentes y rezar por ellos.
- El sábado 10 y domingo 11, se hará en nuestra diócesis la colecta destinada al Hogar Sacerdotal. Agradezco su colaboración en el sostenimiento de esta obra tan importante.
Gracias, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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