Amigas y amigos, desde la Diócesis de Canelones, comienzo compartiendo la alegría por la ordenación sacerdotal de Sergio Genta, que se celebrará hoy en Santa Rosa, su ciudad natal. Aunque, por ser domingo, no se celebra hoy la memoria de San Carlos de Foucauld, pidamos la intercesión de ese santo sacerdote que unido a Jesús se abandonó en las manos del Padre, para que Sergio viva una generosa entrega, haciendo realidad lo que se dice en el momento en que se le entrega la patena y el cáliz con los que celebrará la Eucaristía: “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”.
Por cierto, esta celebración es una hermosa manera de comenzar el tiempo de Adviento, que siempre nos invita a abrirnos a lo nuevo; no a lo simplemente novedoso, que ya pasará de moda, sino a lo verdaderamente nuevo, aquello que permanece, que renueva nuestro corazón y reorienta nuestra vida hacia el Señor, que viene a nuestro encuentro.
La primera lectura, del profeta Jeremías, recuerda la promesa de Dios que se cumple en Jesús:
En aquellos días y en aquel tiempo,
haré brotar para David un germen justo,
y él practicará la justicia y el derecho en el país. (Jeremías 33,14-16)
“Haré brotar un germen”. Ese germen, de la casa de David, es Jesús mismo. Se le describe como “un germen justo” que “practicará la justicia y el derecho”. Aquí tenemos que recordar que el hombre justo, aquel que practica la justicia, no es solamente la persona que busca ser justo, ser honesto, en sus actos frente a los demás, respetando y haciendo respetar los derechos del otro, protegiendo al débil, ayudando al necesitado… el hombre justo es el que hace todo eso y mucho más, porque quiere vivir según la voluntad de Dios. En el evangelio, José, el esposo de María, es el modelo de ese hombre justo, que pone en práctica y sin demora aquello que Dios le indica.
En el evangelio, Jesús dice:
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo (Lucas 21, 25-28. 34-36)
El miedo ha estado siempre presente en la vida de los hombres. Las guerras y las catástrofes hacen preguntarse a muchos si no está próximo el final de la historia. En realidad, no lo sabemos. Pero sí sabemos que la vida de cada uno de nosotros terminará en algún momento y nos encontraremos con el Señor como Redentor y Juez. ¿Cómo se prepara nuestra vida para ese encuentro final? El evangelio nos da una clave, no solo para ese momento final, sino para nuestra vida toda.
Estén prevenidos y oren incesantemente (Lucas 21, 25-28. 34-36)
En este tiempo en que tanto nos cuesta concentrarnos, distraídos por mil mensajes y llamados, estar prevenidos nos ayuda a distinguir lo verdaderamente importante de lo que es meramente secundario o aún, simplemente banal, intrascendente. Estar prevenidos es estar atentos, estar despiertos.
Mi corazón se duerme cuando todo gira alrededor de mí mismo y me voy encerrando en mi propia vida con mis dificultades, mis sufrimientos y aún mis alegrías. Ese dar vueltas alrededor de mí mismo produce hastío y me cierra a la esperanza. El llamado de Jesús a estar prevenidos, en este tiempo de Adviento, me pone en otra actitud: un esfuerzo de vigilancia. Quien vigila no puede quedarse acurrucado sobre sí mismo. Su mirada está atenta a lo que sucede alrededor: las necesidades de los hermanos y de la gente toda, con sus penas y alegrías, sus cansancios, sus esperanzas. Estar prevenido, estar atento, vigilar, no es una actitud defensiva para que nadie entre en mi pequeño espacio; al contrario, me prepara para la salida, para intervenir allí donde tengo que actuar, allí donde tengo que estar, allí donde mi vida encuentra su sentido y su misión.
Pero el aviso de “estén prevenidos” viene acompañado de otra recomendación, que lo refuerza: “oren incesantemente”.
Aquí, en el hemisferio sur, el Adviento es muy diferente al del norte. Aquí nos introduce en el verano y en el fin de año a todos los efectos. Parece el momento menos propicio para comenzar o recomenzar… la recomendación de orar incesantemente tiene, por eso, una especial fuerza para nosotros.
Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación (Lucas 21, 25-28. 34-36)
Levantar la cabeza: levantarse y rezar incesantemente. Con este gesto, la oración se une a la vigilancia. Esperamos a Jesús, que viene a nosotros en las personas que vamos encontrando y en los acontecimientos que vamos viviendo. Cuando el sueño nos invade, nuestra cabeza, cae, se inclina. Levantar la cabeza es el gesto con que nos sobreponemos a esa tentación, para buscar a Jesús, saliendo de nuestro encierro interior. Esto para prepararnos a vivir una verdadera Navidad, una Navidad con Jesús. Prepararnos, una vez más, al encuentro con él, con la vigilancia, la cabeza levantada, la oración, viviendo en la esperanza de que nuestra vida no está destinada a la aniquilación, el vacío y la muerte, sino a la vida plena en Dios.
Que el Señor fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. (Tesalonicenses 3,12-4,2)
San Pablo, a quien escuchamos en la segunda lectura, quiere asegurarse de dejar una comunidad bien preparada. Reza por ellos, reza por su crecimiento en la fe y en el amor mutuo y hacia los demás. Su oración vale también para nosotros.
El adviento nos sacude para que salgamos del estancamiento, del acostumbramiento que hace perder el sabor a nuestra vida de fe. Este tiempo llega para que nuestro corazón se vuelva a encender en la esperanza. Así como cada domingo agregaremos una vela encendida en la corona de Adviento, que crezca igualmente la luz de la fe en cada uno de nuestros corazones.
En esta semana
- Hoy, domingo primero, culmina el Retiro Juan XXIII que se está realizando en Villa Guadalupe. Oremos por todos sus participantes, para que el Señor los bendiga y los ayude a convertir en buenos frutos todo lo que han vivido.
- Martes 3 de diciembre: San Francisco Javier, patrono de las misiones. Comienza en la Catedral de Canelones la Novena de Nuestra Señora de Guadalupe. Entre semana, a las 18 horas; sábado a las 19 y domingo a las 10:30.
- 7 de diciembre: San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia.
- El 7 y 8 de diciembre se realiza una colecta del Fondo Común Diocesano, destinada en esta oportunidad a solventar los gastos del funcionamiento de la Curia Diocesana, desde la que se prestan varios servicios a las parroquias.
- 8 de diciembre: Inmaculada Concepción de María. Aunque coincide con el segundo domingo de adviento, corresponde celebrar esta gran solemnidad de nuestra Madre. Fiesta patronal en Pando y en la capilla de Carrasco del Sauce y Rincón del Colorado.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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