“En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección;En este año jubilar centrado en la esperanza, ha sido algo más que una feliz coincidencia que el día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, haya correspondido a un domingo.
y así, a quienes la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad”.
(Prefacio de Difuntos I)
Si hay algo que nos interpela en nuestra fe, si hay algo que es “cuestión de fe” es el misterio de la muerte. La muerte, como final de esta vida que conocemos es una certeza, como lo recuerda el prefacio de difuntos que he citado al comienzo. En el siglo XX el filósofo Martín Heidegger definía al ser humano como un “ser-para-la-muerte”. A pesar de lo que parece, no era una visión tan negativa, porque decía que la conciencia de la muerte debía llevar a cada persona a vivir auténticamente, asumiendo la responsabilidad de sus decisiones en el presente… Pero es que también quienes creemos que habrá otra vida recibimos el mismo llamado a la responsabilidad por nuestras acciones; solo que con una referencia luminosa, que es la de Jesús resucitado.
El evangelio que nos propone la liturgia de hoy es el de la resurrección de Lázaro. No es una resurrección como la de Jesús, la entrada en la vida eterna. Lázaro vuelve a esta vida: vuelve a encontrarse con sus queridas hermanas y con su amigo Jesús. Pero esta acción de Jesús es el anuncio de la resurrección verdadera y definitiva.
El evangelio de Lucas ya nos había presentado a Marta y María de Betania, las dos hermanas que reciben a Jesús. Veíamos a Marta ocupada en las tareas de la casa y a María, en cambio, sentada a los pies de Jesús, como discípula, atenta a su Palabra. En el evangelio según san Juan reencontramos a las dos hermanas, pero también a su hermano Lázaro. Marta vuelve a aparecer como jefa de familia, llena de iniciativa, pero también de fe. Mientras María queda en la casa, Marta sale al encuentro de Jesús y lo encara:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». (Juan 11,21-22)De alguna manera, Marta nos representa a todos los que hemos perdido un ser querido, en cuanto esa muerte trae sufrimiento, el dolor de la separación. Al mismo tiempo, ella nos invita a abrirnos a la esperanza, a poner en Jesús nuestra esperanza.
Al decir “te concederá todo lo que le pidas”, Marta parece insinuar que Jesús puede volver a Lázaro a la vida. A eso responde el Maestro:
«Tu hermano resucitará». (Juan 11,23)Como muchos judíos de su tiempo, sobre todo los que escuchaban a los escribas del movimiento fariseo, Marta creía en la resurrección de los muertos y por eso respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección del último día» (Juan 11,24)Pero la Vida nueva que trae Jesús va más lejos que esa creencia. Jesús expresa:
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11,25-26)Jesús anuncia una vida después de la muerte: “aunque muera, vivirá”; pero va más allá al expresar, como aparece en otros pasajes del evangelio de Juan, que la vida eterna comienza desde ahora: “el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.
Jesús une la fe en la resurrección a la fe en su propia persona. Es él mismo quien resucitará a quienes hayan creído en Él. Por eso Jesús es nuestra esperanza. Por eso decimos que nuestra esperanza no es una idea, sino una persona, la persona del Hijo de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó por nosotros.
La esperanza cristiana en la resurrección incluye, como lo expresa el credo, “la resurrección de la carne”. En tiempos de Jesús y en otras religiones que han llegado a nuestros días, ya existía la creencia de que la vida de una persona continuaba de forma espiritual. Algunos creían, o aún creen, que ese espíritu se reencarna, que va tomando diferentes cuerpos. En la visión cristiana, la identidad de la persona no la configura solo el alma, sino el alma y el cuerpo. Por eso el cuerpo -la carne- está llamado a resucitar. Cristo resucitó con su propio cuerpo, manteniendo incluso las marcas de su pasión:
«Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo» (Lucas 24,39)Creemos que resucitaremos con nuestro cuerpo, pero no será ya un cuerpo corruptible, sino, como dice san Pablo, un cuerpo transformado en “cuerpo glorioso” como el de Cristo (Filipenses 3,21), un “cuerpo espiritual”:
“Se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual”. (1 Corintios 15,44)Nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material; pero eso no implica la recuperación de las partículas idénticas que formaban nuestro cuerpo (1). Por eso, aunque recomienda la forma tradicional de enterrar los cuerpos, la iglesia no se opone a la cremación del cadáver (a no ser que sea elegida por razones contrarias a la fe).
Al igual que los cuerpos sepultados, las cenizas deben descansar en lugar adecuado, como puede ser un cinerario preparado a esos efectos. Las cenizas de diferentes difuntos pueden mezclarse entre sí, pero siempre debe mantenerse un libro con el registro de las personas cuyos restos descansan en el lugar. Este registro tiene sentido, porque es memoria de hermanos y hermanas que siguen siendo miembros de la Iglesia, por los que seguimos rezando, como lo hacemos especialmente en este día de todos los fieles difuntos. Rezamos, para que, si ha sido necesario para ellos un tiempo de purificación, un paso por el Purgatorio, lleguen cuanto antes a entrar definitivamente en la presencia de Dios.
En esta semana
Recordamos en esta semana:- El Lunes 3, a san Martín de Porres, “el santo de la escoba”, patrono de una de las capillas de Catedral.
- Martes 4, san Carlos Borromeo, gran arzobispo de Milán.
- Sábado 8, la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay.
- Domingo 9: en este día la Iglesia celebra la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador. Aunque muchos creen que la catedral de Roma es la basílica de san Pedro, no es así; la basílica de Letrán es propiamente hablando, la catedral del Papa.
- En este día, la parroquia de Tala, Santísimo Salvador, celebra su fiesta patronal.
Peregrinación en los 200 años de la Virgen de los Treinta y Tres
En Uruguay, el segundo domingo de noviembre se realiza, como es habitual, la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres en la ciudad de Florida; en este caso, en el marco de los 200 años de esta advocación tan querida para los uruguayos. Allí nos encontraremos con muchos de ustedes, a los pies de María.Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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