lunes, 2 de marzo de 2009

Una Cuaresma en clave de Alianza (ciclo B)

Una Cuaresma en clave de Alianza

El Primer Domingo de Cuaresma, en la oración “Colecta” de la Misa (la primera que reza el sacerdote después de decir “oremos…”), pedíamos al Padre Dios:

“avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo
y vivirlo en su plenitud”

Tal vez la palabra “inteligencia”, colocada allí, haga parecer que es una cuestión “intelectual”, pero cuando pedimos luego “vivirlo en su plenitud” vemos que no se trata simplemente de entender algo en sí mismo, sino, sobre todo, que toque profundamente nuestra vida.

También nos puede plantear un poco de dificultad eso de “entender” un misterio.
Cuando yo era niño y preguntaba algún punto para mí complicado de la fe, la catequista me respondía “eso es un misterio”. Algo así como “no preguntes más, no vas a entender y yo no te sé explicar”. El misterio quedaba como en una nebulosa, lejano y confuso.

Sin embargo, los misterios de la fe son algo mucho más interesante. Tal como pide la oración, se puede “avanzar en la inteligencia del misterio”, es decir, comprenderlo un poco más, sin agotarlo del todo. El misterio no es una realidad que no podamos conocer, sino que nunca terminamos de conocer totalmente. O, dicho más positivamente, una realidad que siempre podemos conocer un poco más.

En este ciclo B de lecturas para la Cuaresma (hay tres ciclos: A, siguiendo el Evangelio de Mateo; B con Marcos, y C con Lucas) vale la pena prestar especial atención a la primera lectura de cada domingo. Allí aparece una de las claves más importantes para avanzar en ese entender y vivir el misterio de Cristo. Esa clave es la Alianza.

El desarrollo es así:

1er. domingo (1º de marzo): Dios toma la iniciativa para hacer Alianza con Noé y sus hijos, sus descendientes y todas las criaturas vivientes. (Génesis 9, 8-15: “Yo establezco mi Alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes…”).
¿En qué medida me siento parte de esta Alianza? ¿Cómo crecer en esa conciencia?

2do. domingo (8 de marzo): Dios no toma la vida de Isaac, el hijo de Abraham. Llegado el momento, “Dios proveerá” su propio hijo para el sacrificio que obrará la Reconciliación. Pero la respuesta fiel de Abraham hace que en él avance la Alianza entre Dios y los hombres: “por tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido mi voz”. (Génesis 22,1-18. El texto litúrgico deja fuera varios versículos, por brevedad).
Como creyente, soy hijo de Abraham y portador de la bendición de Dios. ¿En qué se hace mi vida bendición para los demás?

3er. domingo (15 de marzo): Dios hace Alianza con su pueblo elegido, y le entrega la Ley por medio de Moisés. (Éxodo 20,1-17) “Yo soy tu Dios, que te ha sacado de Egipto…”. Los Mandamientos no son una imposición del Todopoderoso. En la Alianza hay un compromiso mutuo. El Dios de Israel ha liberado a su pueblo, y seguirá acompañándolo. Ese es su compromiso. El pueblo se compromete a guardar la Ley.
¿Como vivo los Mandamientos? ¿Puedo vivirlos como un compromiso con el Dios fiel?

4to. domingo (22 de marzo): La lectura nos recuerda una de las muchas infidelidades del pueblo a la Alianza y las consecuencias que sufre por ello: el exilio. Pero Dios es fiel y le abre nuevas posibilidades. (2 Crónicas 36, 14-16.19-23). El rey persa Ciro abre la posibilidad del regreso. “Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!”. El llamado supone para cada miembro del pueblo de Dios una decisión personal: reclamar su identidad, su pertenencia.
¡Sí, yo pertenezco a ese pueblo, el pueblo de la Alianza! ¿Cómo vivo y manifiesto esa identidad?


5to. domingo (29 de marzo): Dios anuncia una nueva Alianza con su pueblo (Jeremías 31,31-34). Uno de los más hermosos pasajes proféticos: “Pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. La ley escrita en las tablas de piedra no ha alcanzado. Esa ley no sólo ha sido violada en innumerables ocasiones, sino que a veces se ha cumplido su letra sin vivir su espíritu. La ley escrita en el corazón abrirá para el pueblo una posibilidad de crecimiento, pero ¿cómo se escribirá la ley en los corazones? Para ello tendrá que acontecer la Pascua y el don del Espíritu Santo entregado por Jesús resucitado.
Por el Bautismo y la Confirmación he recibido el Espíritu... ¿Busco escuchar su voz en mi interior?

Los cinco episodios no son alianzas sucesivas: es la Alianza de Dios con la humanidad, que se va desarrollando hasta culminar en la Alianza sellada por medio de su Hijo.

Esta Alianza es la que celebramos y recordamos en cada Eucaristía:

“Tomad y bebed todos de él,
porque este es el cáliz de mi sangre
sangre de la nueva y eterna alianza…”

La nueva alianza ha sido sellada por la sangre de Jesús. Es un gran regalo, por el que el Padre ha pagado un precio muy alto: nada menos que la sangre de su Hijo.

Ahora bien, ¿qué significa todo esto de la Alianza? Alianza es la forma de relación que Dios quiere establecer con la humanidad y con cada uno y cada una de nosotros.

Ofreciéndonos entrar en Alianza con él, Dios nos muestra el muy especial lugar que nos ha dado en su Creación. No somos un bichito más. Nos ha dado la capacidad de entender, de elegir y de amar. Nos abre un lugar en su pueblo, en su gran familia. Y esto, para toda la eternidad.

Cada una de estas lecturas nos ofrece la posibilidad de mirar nuestra vida, personalmente o en grupo, como miembros del Pueblo de la Alianza.

Que a través de la meditación de la Palabra de Dios y de la participación en la Eucaristía de estos domingos podamos recibir la Gracia que hemos pedido:

“avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo
y vivirlo en su plenitud”

+HAB

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