martes, 23 de febrero de 2010

Mons. Alberto Sanguinetti Montero, obispo electo de Canelones


El Papa Benedicto XVI ha nombrado Obispo de Canelones al Pbro. Alberto Sanguinetti Montero, de 64 años de edad y perteneciente a la Arquidiócesis de Montevideo.

A las 12 hs de Roma (9 hs de Montevideo) de esta jornada fue publicado el referido nombramiento por L’ Osservatore Romano, al tiempo que se anunció la designación del hasta ahora Obispo de esa Diócesis, Mons. Orlando Romero Cabrera, como Administrador Apostólico “ad tempus” de dicha circunscripción eclesiástica, hasta la toma de posesión canónica por parte del nuevo Pastor.

El Pbro. Sanguinetti es oriundo de Montevideo y hasta ahora se desempeñó como miembro del Consejo Presbiteral Arquidiocesano de Montevideo, Párroco de la Parroquia “Nuestra Señora del Carmen” (Cordón) y docente de la Facultad de Teología del Uruguay “Mons. Mariano Soler”.

La Diócesis de Canelones, erigida por mandato del Papa Juan XXIII el 25 de noviembre de 1961, abarca el departamento de Canelones y alberga a unos 514.616 habitantes. Su primer Obispo fue Mons. Orestes Nuti (1962-1994), siguiéndole Mons. Orlando Romero. Con este nombramiento, el P. Sanguinetti se convertirá en el tercer Obispo de la Diócesis.

A partir de la toma de posesión del nuevo Obispo, la Conferencia Episcopal del Uruguay pasará a estar conformada por 9 Obispos Diocesanos (uno de los cuales es, además, Administrador Apostólico de Minas), 2 Obispos Auxiliares (Montevideo y Canelones) y 4 Obispos eméritos (2 en Melo, 1 en Florida y 1 en Canelones).

Compartimos con nuestros amigos el mensaje que el Obispo electo dirigió a su diócesis:

Queridos fieles católicos de la Iglesia de Canelones:
Por estas líneas quiero enviarles un primer saludo a ustedes, mis hermanos en Cristo, a quienes la Providencia de Dios me encomienda, para que cuide y apaciente en su nombre. Sé cuánto han rezado pidiendo a Jesucristo les diera un obispo según su corazón. Confío y estoy cierto de que ahora orarán con mayor insistencia por mí, para que sea un dócil instrumento en las manos del Padre. Y espero que todos los que puedan me acompañarán en la misa de ordenación episcopal.
Hago mías estas palabras de San Pablo. Queridos hermanos: “Noche y día le pido insistentemente a Dios poder ver el rostro de ustedes y completar lo que falta a su fe. Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús orienten mis pasos hacia ustedes. En cuanto a ustedes, que el Señor los haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es mi amor para con ustedes, para que se consoliden sus corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo (1Tes. 3, 10-13).
A los sacerdotes del presbiterio diocesano les envío un abrazo fraterno, con el ansia de encontrarnos pronto: cuento con su caridad y el deseo común de servir al Señor.
Con todos ustedes, queridos diocesanos, me encomiendo a la Madre de Dios, Nuestra Señora de Guadalupe, y, llevándolos a todos en mi corazón sacerdotal, los bendigo en el nombre del Señor

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