Convocados como Pueblo de Dios
a volvernos a Él de corazón
a volvernos a Él de corazón
Al comenzar este año el camino de la Cuaresma con la imposición de las Cenizas, quisiera subrayar el aspecto comunitario de este gesto. El profeta Joel nos ayuda a ponernos en esa perspectiva: "reúnan al pueblo, convoquen a una asamblea" (1a. lectura).
Cada uno de nosotros tiene sus motivos para pedir perdón, para hacer penitencia. Nadie escapa a la realidad del pecado en nuestra vida, lo quiera reconocer o no.
El pecado, en sus muchas formas y en sus muy distintos grados de gravedad, daña, rompe, mi relación con Dios, con mis hermanos, conmigo mismo y con la Creación.
Nuestras faltas nos alejan del Padre: rompen o al menos debilitan nuestra filiación, es decir, nuestra relación amorosa de hijas e hijos del Padre Dios.
Dañan, deterioran o aún rompen, nuestra fraternidad, nuestra relación de hermanos y hermanas llamados a vivir en el amor. Destrozan los vínculos de solidaridad.
Nuestras faltas nos dividen interiormente, instalando dentro de nosotros el conflicto de quien quiere servir de corazón al Señor, pero al mismo tiempo se encuentra frente a su debilidad, sus incoherencias, sus caídas.
Nos separan también del resto de la Creación, de este mundo con todas sus otras criaturas, esta tierra que estamos llamados a cultivar y cuidar.
Frente a esa realidad de ruptura, de división, que en mayor o menor medida está presente en nuestra vida; frente a esa manera de actuar que va contra el proyecto del Padre, el tiempo de Cuaresma nos llama a acercarnos comunitariamente a Dios, aceptando los caminos que se nos ofrecen para volvernos de corazón a Él y a los hermanos.
Cada uno de nosotros puede hacer “en lo secreto”, como nos lo propone Jesús en el Evangelio de hoy, esos gestos que pautan un camino de conversión: privarnos del alimento, redoblar la oración, compartir nuestros bienes con los hermanos más necesitados.
Sin embargo, recibir juntos, públicamente, estas cenizas, como signo de penitencia, nos ayudan a recorrer solidariamente el camino de conversión. Nos hacen sentir que no estamos solos en ese camino, porque no sólo el Señor nos acompaña, sino porque nos invita a recorrerlo como hermanos, como Pueblo suyo, como familia suya a la que Él quiere salvar.
En estos próximos domingos, Jesús nos guiará en este camino, para que en Él venzamos al maligno y crezcamos en fidelidad al proyecto del Padre. Junto a los discípulos, subiremos con Jesús al monte de la transfiguración para contemplar su rostro glorioso y escuchar con Él la voz del Padre. Descubriremos como Jesús, testigo de la misericordia del Padre, nos ofrece un tiempo de gracia para que demos los frutos que su amor nos hace capaces de producir. Escuchando a Jesús podremos regresar a la casa del Padre, dejarnos rodear por su abrazo, por su amor, que nos transforma y nos devuelve el lugar de hijos e hijas que hemos perdido.
Y el último domingo de Cuaresma, junto a la cruz del Cerro Largo, nos encontraremos nuevamente con el Señor ofreciéndonos su perdón, dándonos la posibilidad de convertirnos, de renovar en Él toda nuestra vida, para celebrar después su Pascua, como pueblo que ha renacido del agua y de la sangre que brotan de su corazón traspasado. Así sea.
+ Heriberto A. Bodeant, Obispo de Melo
Homilía en la Misa de Miércoles de Ceniza en la Catedral
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