La Parroquia San José Obrero de Treinta y Tres, que habitualmente celebra su fiesta patronal el 19 de marzo, la trasladó este año al Domingo de Resurrección. En una Eucaristía presidida por Mons. Heriberto, acompañado por el párroco P. Luis Arturo y el P. Reinaldo. En el marco del Año de la Fe se recordó a ocho testigos de la fe de significativa presencia en la ya larga vida parroquial. Así fueron evocados:
Padre José Reventós. Nacido en tierras aragonesas, llegó al Uruguay como misionero Escolapio. En 1840 fue enviado como cura ayudante a la Parroquia Nuestra Señora de Pilar y San Rafael de la villa de Melo. Desde allí comenzó a visitar el Paso Real del Olimar, celebrando los sacramentos y realizando misiones. De esta forma, poco a poco, fue gestando la fundación de la Villa de los Treinta y Tres en el año 1853. Fue el constructor de la primera capilla en lo que ahora es la Escuela N° 2.
Monseñor Jacinto Vera. Fue el primer obispo del Uruguay; gran misionero y evangelizador. Fundador de esta parroquia con el nombre de San Vicente y San Salvador el 27 de agosto 1865. Nos visitó en dos oportunidades: 1876 y 1867, dejando el testimonio escrito de su visita, en el cual manifiesta a la comunidad de Treinta y Tres, con amor de pastor: “los quiero mucho”. Este año celebramos los 200 años de su nacimiento y pedimos al Señor que pronto lo contemos entre los santos de la Iglesia.
Padre Pascacio Bresque. De origen floridense, llegó a Treinta y Tres para hacerse cargo de la comunidad. En 1955 durante un paseo con niños de la Parroquia, dos pequeños que corrían peligro de ahogarse fueron rescatados del agua por el P. Bresque, quien al llegar a la orilla falleció a causa del esfuerzo realizado. "No hay amor más grande que dar la vida por amigos".
Padre Gabriel Gallinal. Sacerdote uruguayo que vivió sus últimos años en Treinta y Tres, primero como párroco de El Salvador y luego aquí en San José. Su testimonio de bondad y amor; su sentido de servicio lo llevó a buscar una alternativa solidaria ante la dura crisis económica del 2002. Fue el impulsor del trueque entre vecinos y allí dio la vida, nos dejó en año 2003.
Hermana Celia Becaría, Salesiana. Llegó al Colegio desde su fundación y de allí no se fue más. Dio la vida por los niños a quienes enseñó a conocer a Cristo, con alegría y amor, por más de 25 años. ¿Quién no la recuerda caminando, ya con sus casi 90 años, rodeada de pequeños y con su entusiasmo desbordante? El reino de Dios es de los que son como niños.
María Elida Méndez. Ministra de la eucaristía, con una gran sensibilidad por el sufrimiento de los enfermos. La caminante de Dios: recorría kilómetros por la ciudad para consolar a los enfermos y llevarles a Cristo. El que entregue la vida por mí la ganará.
Ñeca Macedo. Mujer de una familia de fuerte arraigo olimareño, fue un puntal como testimonio de Fe y amor. Su casa fue centro de la vida de una pequeña comunidad que lideró hasta su Pascua.
Cacha Olascoaga; nació en una familia olimareña y amó profundamente esta tierra. Fue profesora de literatura y comprometida cristiana, en especial en tiempo del gobierno de facto. Integrante de las comunidades de base, fundadora del grupo con humor autodenominado "El Catolismo”, al servicio del párroco y de la parroquia. Fue un bastión de la comunidad parroquial. Cuando nos dejó todos nos preguntamos "y ahora ¿quién va a hacer la intervención incisiva o la pregunta removedora? Predicó con su vida, que solo la verdad nos hará libres.
Son ellos algunos de los nombres de hombres y mujeres, testigos de la fe del Resucitado, que nos han dejado su legado de esperanza y amor. Ellos nos desafían a acrecentar nuestra fe, en nuestro Treinta y Tres y en estos tiempos que vivimos. Demos gracias por estos testimonios.
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