Jerónimo Cósida, Noli me tangere, ca. 1570. Museo del Prado de Madrid |
Al Pueblo de Dios que peregrina en
Cerro Largo y Treinta y Tres
Queridos Diocesanos:
En esta Semana Santa que se ubica en el marco del Año de la
Fe y en el comienzo del servicio del Papa Francisco como sucesor de Pedro,
estamos celebrando el Paso de la muerte a la vida de quien está en el centro de
nuestra fe: ¡Cristo ha resucitado! ¡Su entrega de amor en la cruz ha vencido a
la muerte!
Leemos en la Palabra de Dios:
“He aquí lo que revolveré en mi corazón para cobrar confianza:Que el amor del Señor no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; cada mañana se renuevan. ¡Grande es tu fidelidad! «¡Mi porción es el Señor, dice mi alma, por eso en él esperaré!»” (Lamentaciones 3,21-24, Oficio de Lecturas del Viernes Santo)
Cuando vamos haciendo un camino en la fe, aunque todavía no
sea muy largo, vamos guardando en nuestro corazón, como María, nuestra
experiencia de encuentro con el amor de Dios. Pero también es posible que en
nuestro corazón se acumulen muchas otras cosas: sufrimientos, amarguras,
desencantos; también resentimientos, envidia, soberbia… entonces necesitamos
“revolver” en nuestro corazón para encontrar los signos del paso de Dios en
nuestra vida y redescubrir que “cada mañana se renuevan” el amor y la ternura
del Señor.
“No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera
de la ternura”, nos decía el Santo Padre en su homilía del 19 de marzo, al
iniciar su ministerio. Nos invitaba a buscarlas dentro de nuestro corazón y a
hacerlas salir, aflorar, preocupándonos por los demás, cuidándonos unos a
otros. Esa bondad, esa ternura, nos dice el Papa, “no es la virtud de los
débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad
de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor”. Esa bondad
y esa ternura las encontramos en primer lugar en el Señor, en Jesús, que pasó
haciendo el bien y que las siembra en nuestro corazón.
Es en el encuentro con Jesucristo vivo; con Jesucristo
resucitado que vive en la Iglesia, que nuestra fe se renueva. Es en ese
encuentro donde experimentamos de nuevo el amor y la ternura de Dios. Es a
partir de ese encuentro que podemos también nosotros pasar por la vida haciendo
el bien, con la fuerza del Espíritu Santo.
Que esta Pascua del Año de la Fe nos encuentre celebrando
con el corazón abierto al amor misericordioso del Señor. Que nos encuentre con
un deseo profundo de renovación de nuestra unión con Cristo. Que nos encuentre
con el intenso anhelo de dar testimonio con nuestras palabras y con toda nuestra
vida que, de verdad, Jesús ha resucitado. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Con mi bendición,
+ Heriberto, Obispo de
Melo
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