1º de diciembre de 1945: graduada en la Escuela Dr. Carlos Nery, recibiendo el anillo de Nurse. |
Ese mismo año, el 20 de octubre, en el “pueblín” de Loredo, cerca de Mieres, Asturias, España, nació María del Carmen Fernández Alonso.
En 1932, a los 12 años, llegó a Uruguay con su madre y hermanos.
Ya nunca volvería a su tierra natal.
Ganó (y ejerció en todo sentido) su ciudadanía uruguaya.
En 1945 egresó con su título de la Escuela de Nurses Dr. Carlos Nery y, con mucha libertad, aceptó cargos allí donde hubiera una vacante: Piriápolis, Las Piedras, el Hospital Pereira Rossell, Sarandí del Yi, Artigas, Treinta y Tres, Fray Bentos… hasta que en 1953 encontró su querencia: llegó a Young para trabajar en el Centro de Salud. En 1954 se casó con Heriberto Simón Bodeant, de Estación Piñera, Paysandú, comerciante, bicicletero. Con él le regaló a esta hoy ciudad cuatro hijos: Tina, Pablo, Mario y quien escribe, Beto. Y aunque recuerdo como el Canilla Hassan Amir nos saludó una vez como “los chicos de Bodeant…” (y agregó, pícaramente “…son unos sinvergüenzas”), éramos por todos lados “los hijos de la Nurse”.
Young estaba en pleno desarrollo. La posguerra había traído al joven pueblo una ola de inmigrantes, muchos de ellos de Europa del Este. En el Cementerio de la ciudad no es necesario buscar mucho para encontrar apellidos rusos, polacos, búlgaros, rumanos, croatas, ucranianos, etc. de aquellos pioneros. Pero había otros orígenes. Recuerdo a nuestros vecinos: de un lado los Safir y del otro los Princisgh y, en el medio, María del Carmen, “la Gallega” (aunque era asturiana).
El pueblo creció rápidamente. El 5 de agosto de 1958 fue declarado villa. El 10 de octubre de 1963 ya es ciudad. El censo de ese año registra 8.249 habitantes.
Desde el Centro de Salud y el Hospital María del Carmen fue desarrollando su profesión.
Su sordera la alejó de las salas, donde el trato con el paciente le exigía una capacidad de audición con la que no contaba: pero se desplegó en la prevención, la vacunación… fue radióloga, anestesista, administradora, jefe de personal… y sobre todo docente, formando auxiliares de servicio y de enfermería, dando recordadas charlas en las escuelas y, desde 1969, enseñando Ciencias Biológicas en el Liceo.
Durante mucho tiempo fue “la” Nurse, sin ninguna colega, con una dedicación y una entrega a su trabajo que a veces nos hacía sentir su ausencia de casa.
El 11 de diciembre, a los 93 años, su vida entre nosotros culminó. Venía apagándose lentamente. Perdió totalmente su audición, el mal de Parkinson le quitó la articulación necesaria para el habla y luego la posibilidad de escribir; le costaba mucho abrir los ojos y el deterioro de su cuerpo avanzaba día a día.
El último tramo de su camino se hacía cada vez más penoso, de modo que la Llamada final fue su alivio y su descanso.
La acompañamos al lugar donde ahora duermen sus restos, en la espera del Despertar, pasando por el Hospital, donde su féretro fue cubierto con la bandera blanca con la cruz verde: un derecho bien ganado con sus 44 años de servicio en Salud Pública.
Se ha cerrado una historia de vida y, aun consciente de que me comprenden “las generales de la ley”, me animo a poner sobre la mesa lo que considero son algunos tesoros que María del Carmen le deja a la ciudad donde eligió echar raíces y vivir la mayor parte de su vida.
Asumir y enfrentar las adversidades. Su sordera comenzó desde niña, como complicación de una enfermedad infantil mal cuidada. El Parkinson la acompañó durante muchos años, agravándose hasta dejarla casi imposibilitada. Peleó contra cada una de las dificultades con todos los recursos que pudo, sin quejas ni lamentos. Miraba como su coétano, Juan Pablo II, también paciente de Parkinson, cerraba con fuerza su mano sobre el pie del cáliz al celebrar la Misa: “lo hace para que no le tiemble la mano”, acotaba, y se sentía bien acompañada por ese otro luchador.
Saber reírse de sí misma. En este tiempo en que vemos frecuentemente a supuestos “humoristas” tratar de arrancarnos risas burlándose de los demás, ella tuvo ese fino humor que es saber no tomarse a sí mismo en serio y narrar en familia (ante las miradas horrorizadas de algunas hermanas un poco acartonadas) o ante compañeros de trabajo, anécdotas en las que ella no quedaba muy bien parada, pero de las que sabía reírse y hacernos reír.
Respetar y ganarse respeto. Su relación con las personas con las que trabajaba estaba construida sobre el respeto, unida a un fuerte sentido de su lugar en un orden jerárquico. Respeto, muy lejos de la sumisión, a sus superiores (incluso médicos que antes habían sido sus alumnos en el liceo) y respeto hacia sus colegas y subordinados. Recuerdo haberla escuchado muchas veces, en la mesa familiar de los domingos, contar la compleja ingeniería de la distribución de turnos y guardias, buscando considerar situaciones particulares y explicando con autoridad a quienes pedía algo no habitual, las razones por las que lo hacía.
Un gran amor por su profesión, vivido no sólo en el trabajo de cada día, sino también en la actualización profesional y la formación permanente. Treinta y cinco años después de recibir su título de la “Carlos Nery”, en 1980 revalidó su título como Enfermera Universitaria. En 1992, a los 72 años, obtuvo la nueva reválida, como Licenciada en Enfermería.
Hacer las cosas bien, completar la tarea. Permítanme dos anécdotas, con las que, entre los centros de salud de Fray Bentos y Young, cumplieron un año al 100% una campaña de vacunación. Llegada a una escuela para una segunda dosis de una vacuna, un niño falta. ¿Por qué? “Es un niño gitano, y su gente se fue. Pidieron un pase.” ¿Para dónde? “No sabemos”. Finalmente, en aquellos tiempos sin Internet ni telefonía móvil, sino de llamadas “de larga distancia”, el niño fue ubicado en una escuela de Salto y la vacunación fue completada.
La otra fue en Merinos, en la frontera de Paysandú y Río Negro. Las vacunadoras encuentran al Pastor de una Iglesia Pentecostal, padre de una familia numerosa que les declara: “mis hijos no necesitan ser vacunados porque el Señor los protege”. Antes de que las vacunadoras, paralizadas por la respuesta, comiencen a buscar algún argumento, el Pastor agrega: “pero nosotros cumplimos con las leyes”.
Una vez me pidió que le hiciera un cartel para colocar en su oficina: “Si te encomiendan una tarea, hazla. Si te resulta imposible, hazla igual. Si realmente te resulta imposible, pide ayuda. Si aún así no puedes realizarla, comunícalo inmediatamente a quien te la ordenó. Carlos Vaz Ferreira”.
Construir la vida sobre la Fe. Bautizada de niña en la pequeña iglesia de San Pedro de Loredo, su fe católica fue para ella mucho más que una tradición. Su fe creció con ella, impregnando su vida, sin temor a la confrontación con la ciencia y, más aún, sabiendo encontrar las armonías no siempre evidentes entre la razón humana y el Dios creador de esa razón. Como creyente, hoy Obispo, me siento muy enraizado en esa fe de mi madre. Y si mi condición de sacerdote hizo que, en algún momento ella pasara a ser “la Mamá del Padre Beto” como solían llamarme mis otrora feligreses sanduceros, y luego “la madre de Monseñor Bodeant”, hoy, como hijo que soy de este Young que mi Madre contribuyó a formar, quiero volver a firmar, con mucho orgullo, como
“el hijo de la Nurse”.
Young, 12 de diciembre de 2013
8 comentarios:
Gracias Beto, un hermoso testimonio de vida que nos alienta en el camino de la vida.
Lamanento su partida, fue una persona maravillosa, siempre con una palabra sincera fue mi profesora de axuliar en el hospital de Young y quien nos guiaba cada dia en las tareas tambien como vecina siempre estuvo al servicio de la comunidad ..de seguro estara junto al Señor a quien ella siempre llevo muy bien su palabra en esta tierra ..paz a su flia y una oracion x ella Q.P.D.
Tuve el privilegio de compartir años de trabajo con este ser humano excepcional. Nurse de esa época en que la organización de la medicina obligaba a desdoblarse para realizar múltiples tareas.
Y siempre con amor hacia los mas humildes. Estoy seguro de que mi padre, el Dr.José Levin hubiera compartido estas palabras. A sus familiares mis mas sentidos pésames
Dr:Juan J Levin
Tuve el privilegio de ser su alumna en el liceo, compañera de clases de Mario y de Pablo. En los tiempos del sanatorio Zeballos. Mi mama Teresa Sierra supo compartir mucho con ella. Siempre fue y seguira siendo "la Nurse Bodeant". Una de edas personas que conoces y te marcan de por vida. Un abrazo para vos Beto (como siempre te conoci aqui). Silvia Borba
Mi mamá-Hilda García-trabajó con tan notable profesional, era para ella "la gallega"cuando la nombraba. El hospital era un edificio muy diferente al que existe hoy, y la nurse trabajaba en un entrepiso subiendo una angosta escalera de madera, arriba de lo que en un tiempo fue la farmacia vieja y también fue su oficina. Yo era muy pequeña pero tengo recuerdos muy presentes en el hospital, el centro de salud y las fiestas del enfermero en La Rural. Abrazo a la familia.
Querido Beto
con ustedes siempre,un gran abrazo hoy ante la pérdida física de tu mamá "La Nurse Bodeant" para nosotros Q.E.P.D.
Marianne Guerra y familia
Señor te doy gracias por la gracia de haber compartido tantos momentos muy hermoso María del Carmen Fernandez de Bodeant, (Nurse Bodeant), sin saberlo ella fue profesora, guia, docente y compañera en la tarea. Muy exigente pero Justa y hasta el día de hoy me acompaña su recuerdo, como colega siento que tengo un angel en el cielo que ora por nosotros. Doy gracias a Dios por ella , siempre estará sobre todo cuando tengo que recordar lo que me enseñó y actualizarlo y agregarle nuevos conocimientos. Pero la base es lo que sirve la que ella nos dejó y allí veo que a través de su profesión ella también evangelizó. Es un ejemplo a imitar. Gracias Señor, que esté en Paz y feliz en tu presencia.-
Beatriz
HERMOSO LO QUE HA ESCRITO SOBRE SU MADRE ,PERO LO MAS IMPORTANTE ES EL AMOR AL PRÓJIMO QUE ELLA PRACTICO Y COMO TAL DEJO HERMOSOS FRUTOS ,UNO DE ELLOS SU DEDICACIÓN A DIOS Y A MARIA MADRE DE TODOS.BENDITO SEA MONSEÑOR .GRACIAS POR SU DEDICACION Y COMO YOUNGUENSE SIENTO ORGULLO .
Publicar un comentario