lunes, 19 de mayo de 2014

Encuentro de Diócesis de Frontera. Misa inaugural.




Están participando en este encuentro los obispos de:
Argentina: Mons. Luis Collazuol, Concordia.
Brasil: Dom Gilio Felicio, Bagé; Dom Aloisio Dilli ofm, Uruguaiana; Dom José Mario Stroeher, Río Grande; Dom Lino Meurer, Santo Ângelo
Uruguay: Mons. Pablo Galimberti, Salto; Mons. Julio Bonino, Tacuarembó; Mons. Roberto Cáceres, emérito de Melo; Mons. Heriberto Bodeant, Melo.
Además de esas diócesis cuyos obispos están presentes, hay delegaciones de las diócesis de Chapecó y Pelotas (Brasil); Goya (Argentina) y Encarnación (Paraguay).

Homilía de Mons. Heriberto


Queridas hermanas, queridos hermanos:

Un especial saludo a los miembros de esta comunidad parroquial de Catedral, que hoy, junto a su párroco, el P. Jairo nos recibe. Especial saludo también a los devotos de San Expedito, que se reúnen aquí en la Eucaristía el 19 de cada mes y que hoy, con su presencia, contribuyen a realzar esta celebración inaugural del Vigésimo noveno encuentro de Diócesis de Frontera.

Damos la bienvenida a las hermanas y hermanos de Argentina, Brasil y Paraguay que han llegado hoy hasta Melo para participar en este encuentro.

Permítanme saludar por sus nombres, y así también presentarlos, a los Obispos que nos visitan: desde la Diócesis de Concordia, Argentina: Mons. Luis Collazzuol; de Brasil, desde la Diócesis de Uruguaiana, Dom Aloisio Dilli; nuestro vecino de la Diócesis de Bagé, Dom Gilio Felicio; Dom José Mario Stroeher, Río Grande; Dom Lino Meurer, Santo Ângelo; desde Salto, Mons. Pablo Galimberti; desde Tacuarembó, nuestro otro vecino, Mons. Julio Bonino…
y tenemos también el privilegio de contar entre nosotros con nuestro Obispo emérito Mons. Roberto Cáceres, cuyo testimonio como «hombre de radio» podremos escuchar en estos días.
Los recibimos en este año en que recordamos, el 19 y el 20 del mes próximo, los 250 años del nacimiento y del bautismo de un soñador de la integración americana, de la integración de nuestros pueblos: José Artigas. José Artigas, que escribía al pueblo de Buenos Aires, el 29 de abril de 1815: «Nada sea capaz de contrariar nuestra unión, y en lo sucesivo solo se vea entre nosotros una sola, grande familia de hermanos».

Es la primera vez que somos la ciudad anfitriona de estos encuentros, pero no la primera que recibimos visitantes ilustres: el propio San Juan Pablo II llegó hasta este rincón del Uruguay hace 26 años, el 8 de mayo de 1988. Ese día se arrodilló para orar en el último banco de esta catedral. Allí hay dos plaquetas que recuerdan ese hecho. Como a él en su momento, les decimos hoy a cada uno de los que han llegado: «es tuya mi morada y mi regocijo».

Están, pues, en su casa. Quienes ya hemos sido recibidos por ustedes en otras ocasiones, esperamos que se sientan aquí tan bien como nosotros mismos nos hemos sentido al participar en instancias anteriores, disfrutando de nuestro encuentro de vecinos, en clima de fe y de amistad.

Desde hace tiempo, muchos vienen preparándose para poder brindar lo mejor a todos los participantes del encuentro. Muchos van a estar en el servicio en estos días. A todos, especial gratitud y reconocimiento.

Esta reunión de vecinos ha sido convocada “para compartir y reflexionar sobre los desafíos de una comunicación evangelizadora al servicio de la cultura del diálogo y del encuentro para la vida de nuestros pueblos”.

“Diálogo” y “Encuentro” son palabras clave para estos días. Expresan una profunda necesidad de los hombres y mujeres de hoy. Necesidad de escucha, de solidaridad, de amistad, que a veces se vuelven ansiedad, o, con esa feliz expresión de un escritor uruguayo, “hambre de abrazos” (1). El abrazo del hermano, el abrazo del amigo, el abrazo de la persona amada, el abrazo misericordioso del Padre Dios.

En su encuentro con los obispos latinoamericanos en Río de Janeiro el año pasado, el Papa Francisco señaló para la iglesia el gran desafío del diálogo con el mundo de hoy, e indicó la base fundamental de ese diálogo: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (2)

Así tenemos un primer criterio para construir esta cultura del diálogo y del encuentro: la atención al otro, a sus penas y alegrías. Algo de esto lo encontramos en la primera lectura que escuchamos. Pablo y Bernabé encuentran un hombre que tiene las piernas paralizadas desde su nacimiento. Pablo se quedó “mirándolo fijamente”. Detuvo su mirada sobre ese hombre, con su historia de limitaciones y sufrimientos, antes de decirle la palabra que podía cambiar esa vida: “levántate y permanece erguido sobre tus pies”. El hombre escuchó la palabra de Pablo, creyó, se levantó de un salto y empezó a caminar.

Entonces, allí ocurrió algo que nos da otro criterio para el diálogo. La gente creyó que Pablo y Bernabé eran dioses, y empezó a armar una gran ceremonia para ofrecerles un sacrificio… Pablo y Bernabé tuvieron que gritar para hacerse escuchar por la multitud… “Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes”.

“Seres humanos como ustedes”: ésa es la verdad. No se puede dialogar sobre la base de un equívoco. No se puede dialogar cuando me toman por lo que no soy, cuando me endiosan… o cuando me denigran. Entramos en diálogo desde nuestra común dignidad de personas: “somos seres humanos como ustedes”. Desde esa verdad, desde esa humilde verdad, Pablo y Bernabé harán su gran anuncio del “Dios viviente”.

Se cumple aquí algo que decía recientemente el Papa Francisco: “Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio, es decir Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte.” (3)

El diálogo verdadero, el encuentro profundo, están muchas veces más allá de nuestras fuerzas. En el Evangelio que hemos escuchado hoy, Jesús nos anuncia el gran auxilio que nos envían el Padre y el Hijo: el Espíritu Santo. El gran comunicador. Él “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”, dice Jesús.

Pedimos pues, para estas jornadas, pero también para nuestra vida de cada día, esa presencia de Dios que nos rehace, que nos inspira, que nos anima para vivir y amar, para dialogar, para salir al encuentro. Así sea.

(1)  Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, “El hambre /2”
(2)  Son las palabras iniciales de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el Mundo Actual, citadas por Francisco en su Discurso al Comité de Coordinación del CELAM, Río de Janeiro, 28 de julio 2013.
(3)  Papa Francisco, Mensaje para la 48º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2014.

1 comentario:

Pablo Guerra dijo...

Un fuerte abrazo a tantos amigos/as y hermanos/as en la Fe. Éxitos en este nuevo Encuentro!