jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Retiros sin Dios?

Los nuevos retiros sin Dios




Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (31 de octubre de 2015)
¡Qué vida llevamos hoy día! Parece que estamos todos estresados, y no me refiero a las últimas elecciones y a los resultados, sino que habla del ritmo de la vida cotidiana. Todo el mundo parece agobiado, agotado, y puedo pensar que esta razón hace que se multiplique una serie de recursos “espirituales” (lo pongo entre comillas) para descansar, para recuperarse. Los llaman retiros.

Yo leo varios diarios, y en uno de ellos encontré una nota sobre estos “retiros” que quiero compartir con ustedes, pues hay en ellos cosas de lo más llamativas e interesantes. Dice el artículo que hay retiros de silencio, de yoga, detox (para desintoxicarse), de sexo tántrico, de tarot, de vidas pasadas y de constelaciones familiares.

Personas que los dirigen, y otras que los practican, hacen comentarios interesantes; se dice que lo que se busca es una mejor calidad de vida para una generación se supone más joven, que no deposita ya su esperanza en las terapias tradicionales como eran la fe o el psicoanálisis. Esto es lo que dice el autor de la nota, y agrega que esos retiros son muy básicos y consisten en quedarse en silencio, sin hacer nada, obligan a pensar en vos, en procesar como estás, volvés renovado, cargado de energía.

Hay personas que practican estos retiros como rememorando, recordando, aquellos retiros religiosos que hacían en la adolescencia cuando tenían fe (digamos así) pero ahora han pasado a otro registro. Y lo digo con todo respeto por quienes los hacen, pero estoy analizando el fenómeno, que es cultural, sociológico y religioso también.

Se señala que ahora lo que importa es conectarse con el lado del bienestar y el yoga es muy importante en este ámbito como práctica principal. Luego está la alimentación alternativa y hay retiros en los que sólo se toman jugos verdes, por ejemplo, y otros que son de ayuno total. Pero me llamó la atención lo que se dice de los retiros de sexo tántrico; según el artículo la razón que motiva a algunas parejas a hacer sexo tántrico es que están aburridas, parece que ya no encuentran satisfacción. La “movilidad” de las parejas hoy día es tremenda. Al respecto, en la nota, una psicóloga y sexóloga confirma que las parejas que asisten a sus retiros lo hacen para sacudirse la modorra sexual; dice que el retiro les ayuda a conectarse con el deseo propio; se les enseña a redireccionar la energía sexual, se hace hincapié en las caricias, los masajes, en todo lo amoroso para no genitalizar tanto (estoy citando textualmente). Dice que hay rotación de parejas, aunque no intercambio; yo no veo bien la diferencia. No hay intercambio pero sí rotación de parejas; algunos ejercicios se hacen con la pareja propia y otros con otro participante, miembro de una ajena.

En fin, creo que ustedes habrán notado ya un panorama de este tema al cual me quiero referir: ¿Dónde está la madre del borrego en este asunto? Insisto que respeto plenamente a las personas que practican estos retiros, no tengo nada contra ellas, pero considero que corresponde a mi oficio pastoral analizar el fenómeno. Creo que lo que significa es que todo se resuelve en el interior de la persona (hombre o mujer) que se mira a sí misma no hay ninguna relación con Dios; no hay una salida trascendente. Importa sólo el bienestar. Bienestar en el sentido amplio, sea físico, psicológico, estar tranquilo, cualquiera sea el modo como uno vive; eso acá no cuenta.
Todo consiste en volverse hacia adentro de uno mismo. Es cierto que las disciplinas orientales tienen mucho que ver con esto; y es que el hombre se pone en lugar de Dios. En suma, Dios ya no existe y como no existe uno se arregla a uno mismo. En el fondo Dios es uno mismo, no queda otra cosa. El Papa Francisco hablaría de “autoreferencialidad” y este es un caso de autoreferencialidad espiritual; no hay relación con Dios sino que la relación es con uno mismo y entonces con todos estos artificios nos ponemos en conexión con nosotros mismos para alcanzar el bienestar.

¿Es suficiente esto? Parece que para alguna gente sí es suficiente. Ahora yo digo ¿qué vida es esa? Se cercena completamente la dimensión religiosa de la existencia, o se otorga una dimensión religiosa a algo que no lo tiene. Se habla de “espiritualidad” de algo espiritual y yo decía “espiritual” entre comillas porque, obviamente, no tiene nada que ver con el Espíritu Santo, fuente de la espiritualidad cristiana. Lo que se observa es que “yo soy espiritual y yo mismo me arreglo, busco este equilibrio y me armonizo y entonces soy feliz”.

Bueno, ojalá les vaya bien. Es un tema sobre el cual habría que volver a hablar porque tiene mucho que ver con un dato fundamental de la filosofía y la cultura moderna que se llama inmanentismo. Es decir, no hay trascendencia; todo se arregla acá adentro, adentro de uno mismo. Amigos, ¡vamos!, todos sabemos los líos que tenemos dentro y no los podemos arreglar así nomás con una armonización sentándonos en posición de flor de loto y juntando los dedos sino que necesitamos clarificar nuestra situación espiritual, saber qué hay de bueno y de malo en nosotros y ¿cómo juzgamos objetivamente de eso sino es por referencia a un bien o un mal objetivo y por referencia, en todo caso, a Dios que es nuestro creador, que nos conoce, comprende y perdona porque nos ama?

Además de inmanentismo habría que hablar también aquí de naturalismo: no es necesaria la gracia de Dios; no hay pecado, ni necesidad de perdón que Dios nos otorga con su gracia que eleva, transforma y sana.

Esta especie de crítica que hago a este fenómeno de los retiros tal vez le puede servir a ustedes para, por contraparte, ver qué importante es hacer un buen retiro, un retiro espiritual en serio, sin comillas. Nosotros los llamamos Ejercicios Espirituales y vienen desde muy antaño. Algún otro día les voy a comentar el librito de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, porque en ellos se busca lo mismo, pero se busca ser felices en Dios y recordando que la felicidad del hombre no se consuma en esta vida sino que tenemos que prepararnos para la otra. Y en la puerta, en el paso entre una vida y la otra es allí donde se debe clarificarse todo.

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

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