domingo, 3 de abril de 2016

Enfoques Dominicales: Domingo de la Misericordia

Hoy es el segundo domingo de Pascua, llamado también Domingo de la Misericordia.
 
En la ciudad de Treinta y Tres, en nuestra Diócesis de Melo, la parroquia del Salvador celebra su fiesta patronal, ya que fue un segundo Domingo de Pascua (antes de que se le llamara también "de la Misericordia") 18 de abril de 1976, cuando fue erigida por Mons. Roberto Cáceres.
 
¿Por qué “Domingo de la Misericordia”?
Este nombre fue dado por indicación de San Juan Pablo II, en el año 2000.
Efectivamente, el 30 de abril de ese año, el Papa Juan Pablo canonizó a una religiosa polaca, Sor Faustina Kowalska, una mujer que recibió revelaciones de la Misericordia del Corazón de Jesús.
Durante la Misa de canonización el Papa dijo:
«En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros».
Como sabemos, a fines del año pasado, a iniciativa del Papa Francisco, la Iglesia está celebrando un Año Santo o Jubileo de la Misericordia. En ese contexto, este Domingo toma un relieve especial.
 
¿Cuál es la esencia del mensaje del Domingo de la Misericordia?
Se podría resumir en tres pilares fundamentales:
  1. Dios es misericordioso y nos ama a todos
  2. Debemos confiar en la Misericordia de Dios.
  3. La Misericordia define nuestra actitud ante cada persona
Primero: Dios es misericordioso y nos ama a todos.
¿Qué quiere decir misericordia? ¿Qué quiere decir que Dios es misericordioso?
Misericordia junta las palabras miseria y corazón. Tener misericordia es sentir en el corazón la miseria ajena. La miseria puede ser material o espiritual, o todo a la vez. Dios ama a cada persona que ha venido a este mundo. Cada uno de nosotros es una creatura suya. Su mirada es la del Padre que nos ha llamado a la vida, que nos ha creado para una felicidad eterna en comunión con él y entre nosotros. En cambio, nos encontramos con una vida miserable. Sufrimos por las decisiones que otros tomaron, y agregamos nuestras propias decisiones equivocadas, que nos hacen miserables y hacen miserables a otros que también las sufren.
La Misericordia de Dios se manifiesta enviando a su Hijo Jesús. Él no llega como todopoderoso, sino como un niño frágil, envuelto en pañales y acostado en un pesebre; y termina su vida en la tierra crucificado, en una muerte horrorosa… pero Él es el rostro de la Misericordia. Toda su vida es una entrega de amor que culmina en la Cruz. Su resurrección marca el triunfo de la vida sobre la muerte y abre al hombre el camino de reencuentro con Dios y de reencuentro con el hermano.
 Segundo: confiar en la Misericordia de Dios.
En el diario de Santa Faustina se leen las palabras que ella ha recibido de Jesús: “cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia”.
A veces me ha tocado hablar con personas que no creen que Dios las pueda perdonar por lo que han hecho. Es verdad, a veces han hecho cosas terribles. Pero están profundamente arrepentidas, lloran por sus pecados, quisieran no haberlos cometido, han tratado de repararlos de algún modo… pero siguen sin creer que Dios las pueda perdonar. Tal vez porque les cueste también perdonarse a sí mismas.
El mensaje de Jesús a Santa Faustina invita a confiar en la Misericordia de Dios. Dice un viejo refrán: “De los arrepentidos se sirve Dios”. Y es verdad. El arrepentimiento por el mal que hemos hecho es el primer paso para alcanzar la Misericordia; pero es necesario confiar en que Dios es Misericordioso. Misericordioso no es lo mismo que “manga ancha”, para decir “todo bien, no pasa nada”. La Misericordia de Dios está llamando, está invitando al arrepentimiento sincero, confiando en que es posible recibir su perdón y empezar una vida nueva, como lo han hecho y siguen haciendo tantos creyentes a través de los siglos.
 Tercero: la Misericordia define nuestra actitud ante las demás personas.
La experiencia de encuentro con la Misericordia de Dios, cuando es vivida en verdad y en profundidad, lleva a ser misericordioso con el prójimo.
En realidad esto es vivir en esta clave los dos grandes mandamientos que señala Jesús:
Cuando le preguntan:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?"
Jesús responde:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas. (Mateo 22,36-39)
Santa Faustina recoge de Jesús la indicación de que ese amor al prójimo se vive en forma concreta, con nuestras palabras, acciones, oraciones, "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil".
A partir del Evangelio y de la práctica de la vida cristiana, la Iglesia ofrece una lista de catorce obras de misericordia.
 
Hace poco el Papa Francisco nos decía:
“La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos.” (Misericordiae Vultus 15)
Quedémonos con esta invitación de Francisco, que es el eco de la que nos hace el mismo Jesús desde el Evangelio: “Sean pues, misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. (Lucas 6,36).

+ Heriberto
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Enfoques Dominicales
es un programa que se emite por 1340 AM La Voz de Melo, los domingos a las 11:50. La versión escrita que presenta el Blog no es la versión literal de lo emitido, pero sí su contenido esencial.

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