viernes, 24 de septiembre de 2021

Los pequeños y el escándalo. (Marcos 9, 38-43. 45. 47-48). Domingo XXVI durante el año.

El domingo pasado, el evangelio que escuchamos se cerraba con esta acción y estas palabras de Jesús:
Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:

«El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado». (Marcos 9,30-37)
Tal vez hoy no nos llame la atención la actitud cariñosa de Jesús. Sin embargo, en la cultura del Antiguo Testamento, niños y niñas eran educados con severidad:
“No ahorres corrección al niño, que no se va a morir porque lo castigues con la vara” (Proverbios 23,13)
Realmente, Jesús pone en muy alto valor a los niños. Si en el evangelio de Mateo nos dice

"En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mateo 25,40), 

identificándose con quien está hambriento, sin abrigo, preso o enfermo, aquí Jesús va más lejos, porque nos dice que recibir a un niño es aún más que recibirlo a Él: es recibir a aquel que lo ha enviado, es decir, al Padre.

En el pasaje que escuchamos este domingo, Jesús continúa su referencia a los pequeños, con una fuerte advertencia:

Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. (Marcos 9, 38-48)
Escandalizar viene de skándalon, que es una piedra con la que se tropieza, hace caer e impide llegar a la meta hacia la que se camina. Cuando la meta del camino es Dios, el escándalo es más grave, porque puede causar que alguien abandone ese camino. Es aún más grave, si el escándalo lo provoca quien tiene la misión de guiar en el camino hacia Dios. Por eso dice Jesús algo tan drástico: “sería mejor que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar”.

Hoy llamamos escándalo a dichos y hechos que causan gran indignación e impacto públicos.
Al regreso de uno de sus viajes, decía el Papa Francisco a los periodistas:
“Los jóvenes se escandalizan por la hipocresía de los poderosos… las guerras… la incoherencia… la corrupción … los abusos sexuales. … hay una acusación a la Iglesia … conocemos las estadísticas... Pero, aunque hubiera sido un solo sacerdote el que haya abusado de un niño, de una niña, sería igualmente monstruoso, porque ese hombre fue elegido por Dios para llevar al niño a Dios. Yo entiendo que los jóvenes se escandalicen de esta corrupción tan grande. -sigue diciendo Francisco- Saben que está por todos lados, pero en la Iglesia es más escandaloso, porque se debe llevar a los niños a Dios, y no destruirlos.”(1)
Muchos creen que la Iglesia sigue negando esta realidad tan deplorable y no hace nada. Sin embargo, aunque hay que seguir avanzando y profundizando, sobre todo por el sufrimiento de las víctimas, hemos dado muchos pasos en el mundo y también en el Uruguay, en tres direcciones:
  • la investigación de las denuncias y la condena de quienes efectivamente cometieron abusos;
  • la atención de las víctimas
  • y la prevención y cuidado de menores y personas vulnerables creando un ambiente seguro en parroquias, colegios y obras sociales.
El abuso sexual cometido por personas consagradas es para la Iglesia un delito gravísimo; a las penas de cárcel que impone la justicia estatal cuando se comprueba que los delitos ocurrieron, la Iglesia agrega sus propias sanciones.
Decía el Papa Francisco en esa conferencia de prensa:
“en los últimos tiempos yo he recibido muchas, muchas condenas … y he dicho: “Adelante, adelante”. Nunca, nunca he firmado, después de una condena, una petición de gracia. Sobre esto no se negocia.

La Iglesia creó en Roma una institución que se llama Centro de Protección de Menores, para dar formación a sacerdotes, religiosos, religiosas, educadores y demás agentes pastorales de todo el mundo, sobre prevención de abusos. Las personas que integran la Comisión de Prevención de Abusos que existe en nuestra diócesis se formaron en uno de esos cursos.
La Iglesia en el Uruguay cuenta con un Protocolo de actuación ante denuncias de abusos y una Guía de prevención de abusos. La actuación corresponde a los Obispos y a los superiores religiosos. La prevención es tarea de toda la comunidad cristiana. La atención a las víctimas es el paso más delicado y por eso aún más difícil. Se les escucha cuando presentan su denuncia, un relato en el que ponen de manifiesto sus sufrimientos a veces soportados durante mucho tiempo. Sin embargo, no siempre esperan o desean ser acompañados desde la Iglesia en su proceso de sanación, aunque algunos sí lo piden.

El problema de los abusos sexuales ha hecho pensar a algunas personas que estos hechos dolorosos ponen de manifiesto una corrupción generalizada de la Iglesia que se arrastra desde mucho tiempo atrás. 

Algunas familias se preguntan si enviar o no sus hijos a catequesis… Perdónenme ahora por hablar un poco de mí mismo, de lo que viví como niño y como joven en la parroquia de mi pueblo. Concurrí a la Iglesia desde niño. Al principio iba a Misa con mis primas; después empecé a ir solo. Me confesaba frecuentemente. En mi adolescencia me acerqué mucho más. Entraba con naturalidad a la casa parroquial. No recuerdo ni remotamente haber vivido una situación incómoda en el ámbito parroquial, como las que, en cambio, si pude vivir alguna vez -nada más que eso, alguna situación incómoda, alguna burla con connotaciones sexuales- las que pude vivir en el patio de la escuela, en el recreo…

Como joven, en tiempos de la dictadura, encontré en la parroquia un espacio de libertad, un espacio donde podíamos decir sin miedo lo que pensábamos, donde podíamos confiar en los demás, incluidos los sacerdotes. Más aún, eran ellos los que ayudaban a formar ese ambiente donde encontré a Jesús, donde empecé a leer el evangelio y la enseñanza de la Iglesia y donde nació mi vocación. Por eso soy sacerdote, hoy obispo y mi mayor alegría la vivo cuando alguien encuentra a Jesús, cree en Él y encuentra en Él un sentido nuevo y definitivo a su vida. Dios quiera que eso pueda seguir siendo el fruto de una vida de comunidad parroquial como la que pude vivir yo y tantos hermanos obispos, sacerdotes y diáconos que compartimos hoy el servicio en nuestras comunidades diocesanas y parroquiales en el Uruguay.

En esta semana:

El lunes 27 recordamos a San Vicente de Paúl. Este santo es el patrono del Hogar de Ancianas de Las Piedras, que llevan adelante las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgel. Felicitaciones a esta casa en su fiesta patronal.

Miércoles 29 – San Miguel Arcángel, patrono de la parroquia de Los Cerrillos, que celebrará en este día su fiesta patronal.

Jueves 30 – San Jerónimo, un santo estudioso de la Biblia, que tradujo los textos hebreo y griego a la lengua que se hablaba en su tiempo, el latín popular o vulgar, entregándonos la Biblia conocida como “Vulgata”. Es en su recuerdo que celebramos en septiembre el Mes de la Palabra de Dios.

El viernes 1 de octubre, Santa Teresa del Niño Jesús o Santa Teresita, patrona de las Misiones. En nuestra diócesis es patrona de la parroquia de Juanicó, de una capilla de Catedral y otra de Santa Lucía.

El sábado 2, recordamos a los Santos Ángeles Custodios.

Amigas y amigos: esto es todo por hoy. Gracias por su atención. Hasta la próxima semana y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

(1)  Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma desde Estonia. Martes, 25 de septiembre de 2018.

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