Amigas y amigos, antes de nuestra habitual reflexión, mi invitación a toda la comunidad diocesana a encontrarnos el domingo 9 de octubre, aquí, en Villa Guadalupe, a vivir la tradicional fiesta de la Diócesis de Canelones, junto a nuestra Madre y Patrona. Los esperamos.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.Así comienza la parábola que nos narra Jesús este domingo. Nos presenta un hombre rico, del cual no dice su nombre. En cambio, nos cuenta cómo se viste y cómo pasa los días. Púrpura es un color morado, un matiz del violeta. En la antigüedad se obtenía de la tinta de un caracol marino. Era un producto caro y con él se teñía la ropa de autoridades y hombres ricos que mostraban así su poder. El lino es la fibra textil que, con un arduo proceso, se extrae de la planta del mismo nombre. La ropa de tela de lino es apreciada por dar sensación de frescura, ya que absorbe el sudor sin pegarse al cuerpo y evapora el agua rápidamente.
No llama la atención que este hombre hiciera espléndidos banquetes, sino el hecho de que eso fuera todos los días. Nada sabemos del origen de su riqueza; fuera cual fuere parece estar cumpliendo el sueño de aquel otro hombre rico que le dijo a su alma:
Alma mía, tienes bienes acumulados para muchos años: descansa, come, bebe y date buena vida. (Lucas 12,13-21, Domingo XVIII durante el año)A continuación, aparece el segundo personaje:
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.Es curioso notar que esta es la única parábola donde Jesús pone nombre a un personaje.
El nombre Lázaro aparece aquí y en el evangelio de Juan. Así se llama el hermano de Marta y María, que no es el Lázaro de hoy, que está en el evangelio de Lucas.
El nombre viene del hebreo Eleazar, que significa “Dios ayuda”. Un significado importante.
¿Qué sucedió con estos dos hombres?
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.En la vida del más allá, la situación de ambos se invierte.
El rico también murió y fue sepultado.
Lázaro había estado a la puerta del rico ansiando saciarse de lo que caía de su mesa. Ahora, el que ha perdido todo lo que había acumulado y se ve sin nada, hace un ruego tan modesto como desesperado:
«Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan»La respuesta es negativa: eso no es posible. Entre las dos situaciones que se presentan en el más allá, hay un abismo infranqueable, definitivo. Un abismo que nos recuerda la separación que existió entre los dos hombres en este mundo. Otro abismo, pero que sí podría haber sido cruzado; pero no lo fue.
El anónimo sufriente hizo, entonces, otra súplica:
«Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento»Tampoco será atendida esa petición. Esos hombres disponen de las enseñanzas de Moisés y los Profetas, es decir, de la Palabra de Dios. Es a esa Palabra a la que deben prestar atención, porque, concluye Abraham:
«Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».Esta parábola hay que leerla en relación con la que escuchamos el domingo pasado, la del administrador deshonesto. Aquel hombre que había estafado a su patrón movido por la codicia, cambió la orientación de sus acciones para ganar amigos que lo recibieran en su casa. Resumiendo su enseñanza, Jesús nos decía el domingo pasado:
“Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas” (Lucas 16,1-13)Nuevamente, entonces, nos encontramos con un llamado a mirar la forma en que administramos los bienes que Dios nos ha confiado. Pero no podemos ver eso sin también mirar alrededor. El rico de la parábola tiene ojos solo para aquellos con los que comparte su mesa: los que visten y comen como él.
Posiblemente Lázaro recibía algo de lo que caía de la mesa del banquete, porque, de lo contrario, habría buscado otra puerta. Pero para el hombre rico, Lázaro no existe. Es un ser ínfimo que está a la altura de esos perros que lamen sus llagas. No se trata de desprecio; se trata de total indiferencia.
Para Dios, en cambio, Lázaro existe. Ha tenido su mirada puesta sobre él. Sabe su nombre. Recuerda la promesa que ese nombre significa y lo recibe en el banquete de su Reino.
En cambio, aquel que ha quedado sin nada de lo que había acumulado, el hombre que fue rico, cae en el olvido porque no ha vivido más que para sí mismo. No hizo en su vida nada que tenga valor en el más allá. Abraham le recuerda que, mientras Lázaro recibió males y ahora encuentra consuelo, él recibió en vida sus bienes y ahora encuentra tormento.
Sobre esa palabra “tormento”, en griego “basanois” βασάνοις, nos dicen los biblistas, que hace referencia a una piedra, el basanos, que se usaba para raspar metales con el fin de comprobar su autenticidad.
El tormento que sufre el antiguo rico es semejante al ser limado continuamente con esa piedra y volver a constatar, una y otra vez, que en él no hay nada de auténtico valor.
A veces, en esta vida, nosotros también sentimos que estamos siendo raspados por el basanos. No nos resistamos a ese testeo, porque aún estamos a tiempo de poner un verdadero valor frente a la situación que se nos presenta y hacer posible que nuestro nombre permanezca escrito en el libro de la vida. Que así sea.
En esta semana
- Este domingo 25 celebra su fiesta patronal la parroquia San Adolfo, en El Dorado, ciudad 18 de Mayo. La Misa es a las 11 horas.
- El martes 27, memoria de san Vicente de Paúl, se cumplen los aniversarios de mi ordenación sacerdotal, en 1986 y episcopal, en 2003. Les pido que en ese día recen especialmente por mí, para que pueda cumplir cada día mejor el ministerio que el Señor me ha confiado.
- La parroquia San Miguel de Los Cerrillos celebra el jueves 29 su fiesta patronal. Es el día en que recordamos a los tres arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael.
- Sábado primero: Santa Teresita, patrona de Juanicó y de algunas capillas de nuestra diócesis. Juanicó celebrará su fiesta patronal el domingo 2.
- El sábado 1 y domingo 2 de octubre es el Día del Patrimonio. Muchas de nuestras Iglesias, empezando por la Catedral de Canelones son, en nuestro departamento, parte de un gran patrimonio histórico y cultural; pero no podemos dejar de destacar la Iglesia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes de Estación Atlántida, reconocida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. De ella dijo su creador, el ingeniero Eladio Dieste: “hice esta obra como creyente, construyendo un templo para otros fieles como yo”.
Y hasta aquí llegamos hoy, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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