viernes, 16 de septiembre de 2022

 
"¿Qué es lo que me han contado de ti?
Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto". (Lucas 16,10-13)
Así, sorpresivamente, se dirigió a su administrador un hombre rico, según nos cuenta el evangelio de este domingo. Poder rendir cuentas es siempre importante para un administrador. Debe mantener al día los libros y, sobre todo, entradas y salidas deben estar adecuadamente documentadas. Pero esto no era un pedido de cuentas más; era el pedido final, acompañado de un despido, porque el administrador había sido acusado de malgastar los bienes de su patrón. No hubo ninguna defensa ante la acusación. Solo un silencio culpable… y una reflexión que el acusado hizo en su interior:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" (Lucas 16,10-13)
Y lo que hizo aquel administrador deshonesto fue redoblar su apuesta. Falsificó documentos de algunos deudores importantes para que aparecieran con una deuda mucho menor. De esta forma, logró ganarse amigos con los que contar cuando quedara en la calle.
Obró tan astutamente, que su mismo Señor, a pesar de su disgusto, reaccionó de una manera sorprendente:
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente.
(Lucas 16,10-13)

Obviamente, Jesús no propone con esta parábola esa conducta claramente deshonesta, corrupta, como un buen ejemplo a seguir. ¿A dónde quiere llegar Jesús?
Comentando este texto, el Papa Francisco hace ver que lo que en el fondo ha hecho este hombre, lo que sí es imitable, pero por vías honestas, es cambiar su centro de atención: dejar de mirar la plata para mirar a las personas. Dice Francisco: 

“la riqueza puede empujar a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a dar vuelta la corriente, haciendo amigos con las riquezas”.
Dice Jesús:
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. (Lucas 16,10-13)
Con estas palabras, Jesús nos invita a dos cosas:
Primero, como ya decíamos, a transformar bienes y riquezas materiales en relaciones personales.
La mayor riqueza está en los vínculos, en las amistades auténticas que vamos creando con los demás, basadas en los dones que hemos recibido de Dios y que compartimos con los otros.
El administrador quedó bien con algunos esperando que luego lo recibieran en sus casas. Jesús habla de amigos que nos reciban “en las moradas eternas”.
Y ahí está la segunda invitación que nos hace: actuar en la vida sin perder de vista el fin último al que está llamada toda la humanidad; entrar a compartir la eternidad de Dios. Sobre esto concluye Francisco: 

“Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que hemos compartido, administrando bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos”.
Entonces, tal como se preguntó el administrador “¿qué voy a hacer ahora?”… mientras estamos en esta vida, siempre es posible hacer el bien, siempre es posible amar, siempre es posible, de alguna manera, reparar el mal que hemos hecho. Se trata de obrar hábilmente de manera de ganar no los premios pasajeros de este mundo, sino la vida que permanece para siempre.
Eso es, precisamente, lo que pide una de las oraciones de la liturgia. Recemos juntos:

Dios nuestro, protector de los que esperan en ti,
fuera de quien nada tiene valor ni santidad;
acrecienta sobre nosotros tu misericordia,
para que, bajo tu guía providente,
usemos los bienes pasajeros de tal modo
que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana.

El lunes 19, en Uruguay, recordamos a las beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, vírgenes y mártires en España, durante la persecución religiosa de 1936. Ambas habían nacido en Montevideo, desde donde emigró toda la familia.

El martes 20, Mons. Carlos Collazzi, obispo de Mercedes, cumple sus 75 años. Mons. Collazzi es obispo desde 1995, siempre en la misma diócesis, pero prestando también buenos servicios en la Conferencia Episcopal del Uruguay, de la que fue varias veces presidente y en el Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM. A él nuestro agradecimiento y nuestras felicitaciones.
Ese mismo día la iglesia celebra la memoria de los mártires coreanos San Andrés Kim, presbítero y san Pablo Chong y compañeros.

El miércoles 21, fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista que, respondiendo al llamado de Jesús, dejó su infame oficio de publicano y siguió al maestro. Bajo su autoridad está uno de los evangelios, en el que Jesucristo es presentado como aquel que viene a llevar a su plenitud la primera Alianza de Dios con su Pueblo en una nueva y eterna alianza.

Jueves 22: Día del maestro. Recordamos con gratitud a quienes nos enseñaron las primeras letras, muchas veces con cariño de madre.

Viernes 23, un santo muy querido y recordado: San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío, sacerdote de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados y configurándose con Cristo crucificado.

El sábado 24 celebramos en Uruguay a Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la diócesis que forman los departamentos de Soriano y Colonia. Es también el día de la Pastoral Carcelaria.

Y adelantamos que el próximo Domingo 25 celebraremos la fiesta patronal de la parroquia San Adolfo, en El Dorado, barrio de la ciudad de 18 de Mayo.

Y hasta aquí llegamos hoy, amigas y amigos. Gracias por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

No hay comentarios: