viernes, 2 de septiembre de 2022

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo (Lucas 14,25-33). Domingo XXIII durante el año.

Amigas y amigos, antes de nuestra habitual reflexión sobre el Evangelio, les comento que este domingo será beatificado en Roma el Papa Juan Pablo Primero; se cumplen treinta años de la muerte del Padre Cacho y se celebra en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud.

Juan Pablo I, de nombre Albino Luciani, nació en el seno de una familia obrera. Participó en el Concilio Vaticano II. Su pontificado duró solo treinta y tres días. Murió el 28 de septiembre de 1978. Es recordado como “el Papa de la sonrisa”. Sus catequesis muestran un hombre que, con sencillez y buen humor, explicaba y acercaba los misterios de la fe a todos. El milagro que hizo posible su beatificación fue la curación de una niña entrerriana que sufría una enfermedad incurable. Beatificación: 10:30 hora de Roma, 5:30 hora de Uruguay

El Padre Cacho fue un sacerdote salesiano que sintió el llamado de ir a vivir en medio de los pobres. Así lo cuenta el mismo:

“Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres y hacer como hacen ellos. No como táctica de infiltración, de camuflaje o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrar a Cristo en cada uno, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas”.
A fines de los setenta se instaló en el Barrio Plácido Ellauri. Desde allí, como un vecino más, comenzó a trabajar con la gente en mil iniciativas que se fueron desplegando y realizando por parte de los propios vecinos con muchas ayudas solidarias. Su entierro en el cementerio del Norte fue acompañado por un cortejo de miles de personas y más de 50 carritos de recolectores. Sus restos descansan hoy en la Parroquia Sagrados Corazones. Su proceso de beatificación ya ha sido iniciado.

“¡Despertá la vida, agitá el encuentro!”. Con ese lema ha sido convocada la Jornada Nacional de la Juventud que cada año organiza la Pastoral Juvenil del Uruguay. Los jóvenes de nuestra Diócesis se encuentran hoy en el Colegio San Isidro de Las Piedras, compartiendo a las 11 la Misa con la comunidad y desarrollando antes y después varias actividades.

Ser discípulo de Jesús

Y vamos ahora al evangelio de este domingo, donde Jesús nos dice:

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,25-33)

¿Quién puede ser discípulo o discípula?

Los evangelios nos dicen que Jesús dedicó grandes esfuerzos a preparar a los doce que él llamó y que lo seguían a todas partes, pero también a personas como Marta, María y Lázaro que lo recibían en su casa o aquellas mujeres que lo ayudaban con sus bienes.

Muchos otros se acercaban a él y lo llamaban Rabbí, es decir, Maestro… pero no por eso Jesús los consideraba discípulos suyos. El evangelio de hoy presenta tres condiciones para serlo, que pueden resumirse en una: poner el amor a Jesús por encima de todo. Jesús hace entender que quien no las cumple no puede ser su discípulo.

La primera condición se refiere a los vínculos, los afectos, que cada uno tiene con los miembros de la propia familia:

Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,25-33)

Lo que leímos es una traducción suavizada o, mejor dicho, una traducción que busca recoger el sentido de las palabras de Jesús. En algunas biblias podemos encontrar la traducción literal, que dice: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre… etc.” “Aborrece”, incluso “odia”… Son chocantes esas expresiones. Jesús no nos puede estar indicando “odiar” a nadie, él que nos pide amar inclusive a los enemigos… La traducción más adecuada está en ese “me ame más que a su padre y a su madre…” Pero el amor a los nuestros no puede ser un obstáculo para seguir a Jesús.

Ni siquiera el amor a la propia vida, que también está incluida en esa expresión fuerte de Jesús: aborrecer hasta la propia vida. Y aunque Jesús recoge como uno de los mandamientos esenciales de la Ley el “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, ese amor a sí mismo no puede estar por encima del amor a Jesús.

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,25-33)
Esta es la segunda condición, unida precisamente a ese amar a Jesús más que la propia vida. El evangelio de Juan nos recuerda que
Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota». (Juan 19,17)
Muchos de los primeros cristianos llegaron al martirio. De distintas formas se les dio muerte, pero en todas ellas se unieron a Jesús crucificado, para llegar a participar de su resurrección. Sin embargo, quienes continuaron en vida aprendieron a llevar la cruz cada día, asumiendo por la fe y en la fe los distintos sufrimientos, dolores y pruebas que les traía el seguir a Jesús.

La tercera condición la plantea Jesús de esta manera:

cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,25-33)
Otra vez tenemos que leer esto en la clave del seguimiento. Se trata de renunciar a todo lo que me impide seguir a Jesús, a todo aquello a lo que estoy apegado de tal manera, que se transforma en el centro de mi vida y pone a Dios al costado o directamente afuera.

Junto con el planteo de estas condiciones tan duras, Jesús invita a reflexionar por medio de dos parábolas: el presupuesto para edificar una torre y el tamaño del ejército ante una batalla.

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? (Lucas 14,25-33)
Realmente, si nos ponemos a calcular lo que cuesta seguir a Jesús, de acuerdo con lo que él mismo presenta, parece difícil que nos pongamos en camino. Juan Pablo Primero no habría aceptado la elección; el Padre Cacho se hubiera quedado con su sueño de ir a vivir con los pobres y tal vez hasta los jóvenes pensarían que no vale la pena organizar una jornada… sin embargo, el evangelio nos muestra que cuando ponemos lo poco que tenemos, nuestros cinco panes y dos peces, es el mismo Jesús quien lo multiplica. Si no estamos dispuestos a ponernos nosotros mismos ante Jesús, entonces nada sucederá… pero si le respondemos, aún en nuestra debilidad, se manifestará su fuerza, pues, como dice san Pablo:
este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. (2 Corintios 4,7)

En esta semana

Retiro del Clero de Canelones. Del lunes 5 al viernes 9 sacerdotes y diáconos de la diócesis estaremos de Retiro en Villa Guadalupe. Recen por nosotros.
El lunes 5, santa Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad, presentes en nuestra diócesis con su Hogar San José en 18 de Mayo.
Jueves 8, natividad de María, aniversario episcopal de Mons. Hermes Garín.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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