jueves, 23 de enero de 2025

«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura» (Lucas 1, 1-4; 4, 14-21). III Domingo durante el año.



La lectura de la Sagrada Escritura, los textos bíblicos, nos remiten a un pasado bastante remoto… ¿Cuántos siglos hace que se escribieron los evangelios? Los textos que conocemos hoy se fueron redactando después de la muerte y resurrección de Jesús, desde la segunda mitad del siglo uno y, a más tardar, en los comienzos del siglo dos.
Si vamos al Antiguo Testamento o libro de la Primera Alianza, allí nos vamos mucho más lejos, unos mil quinientos años antes de Cristo; pero allí estamos hablando de la escritura, que fue precedida por tradiciones orales más antiguas, que finalmente llegan a ponerse por escrito.

Textos antiguos… por otra parte, textos escritos en un horizonte cultural muy diferente al nuestro. A veces, cuando me toca celebrar la Misa con niños, trato de escuchar los textos con sus oídos -suponiendo que ellos estén prestando atención a la lectura-. Después, trato de tomar un pasaje breve y centrarme en una explicación para ellos, tratando de traducirlo lo mejor posible a su vida.

Sin embargo, los niños muchas veces me sorprenden, porque ellos sí captan algo así como el núcleo de algunas situaciones que, aunque se den en un contexto que ellos no conocen, no dejan de llegarles, a veces con mucha fuerza. Una vez me tocó comentar con los niños de una obra social el evangelio de la mujer sorprendida en adulterio (Juan ). Tal vez ellos no entendieran el contexto, la ley de Moisés, la posición de escribas y fariseos, pero ellos preguntaban: “¿por qué la querían matar?” y afirmaban: “Jesús la defendió”. Entre paréntesis, me pregunto cuántas situaciones de violencia familiar presenciadas por ellos estaban detrás de su atención a ese pasaje evangélico. A partir de sus intervenciones, pudimos profundizar más en lo que había sucedido y en el mensaje de Jesús.

Pensemos también en nuestra propia experiencia con la Palabra. ¿Cuántas veces, al escucharla en la Misa o al leerla en casa, hemos sentido “esta Palabra es para mí”? 
Leemos en la carta a los Hebreos:
La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4,12)
Toda esta larga introducción viene a propósito del evangelio de hoy, que nos cuenta:
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. (Lucas 4,16)
Le entregaron el rollo del profeta Isaías y Jesús buscó y leyó este pasaje:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". (Lucas 4,18-19)
Hecha la lectura, Jesús se sentó para hablar, como era la costumbre. Todos tenían los ojos fijos en él, cuando comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». (Lucas 4,21)
En este 2025, de otra forma, se cumple el pasaje leído por Jesús. Efectivamente, allí Jesús habla de “proclamar un año de gracia del Señor”. Un año de gracia: eso es el jubileo, el Año Santo que comenzamos en la Nochebuena pasada. Un año que nos invita, ante todo, a experimentar y recibir la misericordia de Dios y, a la vez, a ser misericordiosos.

Jesús manifiesta la misericordia del Padre al anunciar la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos, dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos. 
Y nosotros ¿Cómo podemos contribuir para que el Jubileo, el año de gracia que Jesús proclama, sea realidad hoy para todos aquellos que Jesús puso como especiales destinatarios de su anuncio y de su misión?

En las palabras de Jesús los pobres son los primeros destinatarios del anuncio del Evangelio. La pobreza tiene muchos rostros. En Uruguay, donde se mantiene la infantilización de la pobreza, aparecen los de muchos niños. Detrás de los niños, una familia, a veces solo con una mujer jefa de hogar. No es raro encontrarnos con personas en situación de calle. Detrás de sus rostros hay muy diversas historias de pobreza, a veces juntas en la misma persona. Los excarcelados, que no tienen dónde ir y recomenzar; los adictos; las personas con enfermedades mentales… 

Comentando el pasaje del Evangelio que hoy nos ocupa, el papa Francisco nos deja esta pregunta: 
“hoy, en nuestras comunidades parroquiales, en las asociaciones, en los movimientos, ¿somos fieles al programa de Cristo? La evangelización de los pobres, llevarles el feliz anuncio, ¿es la prioridad?” 
y agrega el Papa: 
“no se trata sólo de dar asistencia social, menos aún de hacer actividad política, Se trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de Dios que convierte los corazones, sana las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales, de acuerdo a la lógica del amor. Los pobres, de hecho, están en el centro del Evangelio.”
Solo pensar en estas y muchas otras situaciones nos desborda. Pero no se trata de resolver los problemas del mundo. Se trata de mirar alrededor, de ver las situaciones más urgentes, buscar ayuda e intervenir. Muchas comunidades de nuestra diócesis hacen ese esfuerzo.
El Año Jubilar es una especial ocasión, un fuerte llamado a ocuparnos mucho más en la labor. Siempre con esperanza, no con el optimismo ingenuo de que todo va a ir bien, sino con la esperanza que da sentido a todo esfuerzo, más allá de los resultados que obtenga. Que el Espíritu del Señor que Jesús invocó, esté también sobre nosotros iluminándonos y fortaleciéndonos para el servicio a los hermanos más pobres y necesitados.

Presentación del Señor

El próximo domingo es 2 de febrero. Quiero recordar especialmente la fiesta cristiana que celebramos ese día: la fiesta de la Presentación del Señor, también llamada la Virgen de la Candelaria. La Madre de Jesús tiene su importante lugar allí, pero en el centro de esta fiesta está su hijo, el Hijo de Dios, presentado en el templo de Jerusalén.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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