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domingo, 29 de diciembre de 2024

Diócesis de Canelones: inauguración del Año Jubilar. Homilía de Mons. Heriberto.

Parroquia Sagrada Familia, Sauce, Canelones

Queridos hermanos y hermanas:

En la pasada nochebuena, en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa, dando comienzo al Jubileo del año 2025, que se extenderá hasta la solemnidad de la Epifanía, el 6 de enero de 2026.

Hoy, fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, se abre el año jubilar en cada una de las diócesis del mundo. Por ser hoy también la fiesta patronal de esta comunidad parroquial de Sauce, decidimos abrirlo aquí, en el centro geográfico de la diócesis.

No se abre en ningún otro lugar, salvo en Roma, otra puerta santa; pero tenemos que recordar que hay una puerta siempre abierta para llegar a Dios y es el mismo Jesús, que nos ha dicho:

“Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará” (Juan 10,9).

Ordinariamente, es decir, en forma habitual, la Iglesia celebra cada 25 años un Año Jubilar. El último jubileo ordinario fue el del año 2000, aunque el cambio de milenio lo convirtió en un Gran Jubileo, como lo soñó san Juan Pablo II, desde el momento en que asumió, en 1979, la cátedra de San Pedro.

Ha habido también Jubileos extraordinarios, como el de la Misericordia, en 2015-2016. Al convocarlo, el papa Francisco nos llamaba a contemplar en el rostro de Jesucristo “el rostro de la misericordia”, ya que “quien lo ve a Él ve al Padre” (cfr Jn 14,9), pues Jesús con su palabra, sus gestos y toda su persona nos revela la misericordia de Dios.

El Jubileo tiene profundas raíces bíblicas. El Pueblo de Dios, el antiguo Israel, celebraba cada siete años un “año sabático”: el séptimo. Al cabo de siete “semanas de años”, es decir, es decir, 49 años, en el año 50, se celebraba un gran Jubileo. Tanto en los años sabáticos como en ese año jubilar se debía dejar en libertad a los esclavos, remitir las deudas y dar descanso a la tierra (cf. Levítico, 25).

El pasaje del libro de Isaías que Jesús lee en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4) es el anuncio de un Año Santo:

“El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor…” (Isaías 61,1-2a). 

Terminada la lectura, Jesús comenzó a hablar diciendo: 

"Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lucas 4,21). 

Así como Él es la puerta de salvación, siempre abierta para quien quiera entrar, Él ofrece siempre la misericordia de Dios, en el espíritu del Año Jubilar. Lo anunciado por el profeta se cumple plenamente en Él. Es Él quien inaugura el tiempo de gracia, el tiempo de la misericordia. 

El lema del jubileo de 2015-2016 fue “Misericordiosos como el Padre”. Un llamado no solo a recibir la misericordia, sino también a ofrecerla, a darla, a extenderla. Pero eso solo es posible si se ha experimentado, si se ha recibido la misericordia del Padre, como el publicano que oraba golpeándose el pecho en el fondo del templo, o el hijo pródigo que recibió el abrazo del Padre cuando, arrepentido, regresó a la casa.

El lema de este año jubilar es “peregrinos de esperanza”. Reconocernos como peregrinos es reconocernos como personas que estamos en camino hacia la eternidad. Aunque no nos desplacemos de un lugar a otro, somos peregrinos en el tiempo, que esperamos llegar a la Casa del Padre, a nuestro hogar definitivo. 

Las peregrinaciones que podamos hacer, como la de la Sagrada Familia, que iba todos los años a Jerusalén, como nos cuenta el evangelio de hoy… las grandes peregrinaciones que suelen organizarse en los jubileos a Tierra Santa, a Roma, a los grandes santuarios marianos; o en Uruguay al Verdún o a la Virgen de los Treinta y Tres; o las que podemos hacer sin salir de nuestra diócesis, en los lugares que han sido indicados… esas peregrinaciones son imagen de la peregrinación de nuestra vida y la llegada al lugar santo anticipo de la llegada al Cielo, como nos lo ha hecho sentir el salmo, un salmo de peregrinación: “felices los que habitan en tu Casa, Señor” (antífona del Salmo responsorial).

Estas peregrinaciones podemos hacerlas personalmente, en familia, en grupo, en comunidad… pueden estar muy preparadas o pueden ser una sencilla visita, siempre con el corazón bien dispuesto. Como sea; lo importante es que las vivamos como miembros de la Iglesia peregrina, orando y caminando hacia Cristo, puerta de salvación; haciendo penitencia, rezando por nuestra propia conversión y la de todos los pecadores y recordando en la oración a nuestros hermanos difuntos.

El jubileo es una ocasión para recibir indulgencia plenaria para sí mismo o para una persona fallecida. Vamos a explicar esto, pero quisiera recordar algo que está primero. Lo primero es recibir el perdón por mis pecados y para eso está el sacramento de la Reconciliación. El pecado grave me priva de la comunión con Dios y me hace incapaz de participar de la vida eterna. Por medio de la confesión, hecha con sincero arrepentimiento, recibo el perdón de mis culpas. Eso es lo primero.

Sin embargo, el pecado deja en mí una mancha que todavía es necesario purificar, sea en esta vida o después de la muerte, durante un tiempo, en lo que llamamos Purgatorio. Y es ahí donde llega la indulgencia, que es la remisión de esa pena temporal, de ese tiempo de purificación. La indulgencia puede ser parcial, por una parte de ese tiempo de purificación o puede ser indulgencia plenaria, es decir, por todo ese tiempo. Si la obtenemos para un alma del purgatorio, eso significaría la terminación de ese tiempo y la entrada al Cielo, a estar ya para siempre junto a Dios. Si hay muchas personas por las que quiero pedir esa indulgencia plenaria, puedo repetir esos gestos en toda oportunidad que se presente en este año.

Para recibir la indulgencia plenaria, con ocasión de una peregrinación o visita a un lugar sagrado, o en la participación de esta Misa de hoy, es necesario cumplir tres condiciones: 

- haberse confesado o hacerlo dentro de los diez días siguientes
- comulgar
- y rezar por las intenciones del Santo Padre.

El Jubileo, tiempo de misericordia, es ocasión de conversión y eso ha de llevarnos a una celebración profunda del sacramento de la Reconciliación. La confesión, la comunión y la oración no son pasos de un trámite que hay que cumplir y ya está. El jubileo nos invita a preparar bien esos momentos, todos ellos, empezando por una buena confesión, con una revisión cuidadosa de mi vida, de mi relación con Dios y con el prójimo, con un arrepentimiento sincero y el desapego del pecado.

¿Qué sucede para las personas que se encuentran en situaciones por las cuales no pueden recibir la absolución ni pueden comulgar? Recordemos esta enseñanza del papa Francisco: 

“Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita».” (Amoris Laetitia, 297). 

Y también Juan Pablo II, refiriéndose a quienes están en esas situaciones: 

“que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.” (Familiaris Consortio, 84). 

Yo he sido testigo del camino de personas que vivieron esa realidad dolorosa con humildad, con obediencia a Dios y a la Iglesia y que un día pudieron volver a participar plenamente de los sacramentos.

Queridos hermanos y hermanas, hoy contemplamos a la Sagrada Familia en su peregrinación a Jerusalén. Nos ponemos bajo la protección de Jesús, María y José para que ellos nos guíen y acompañen en la peregrinación de este Año Jubilar y en la peregrinación de toda nuestra vida. Que así sea.

Parroquia Sagrada Familia, Sauce, domingo 29 de diciembre de 2025.

lunes, 16 de diciembre de 2024

Peregrinos de Esperanza: el Jubileo en la Diócesis de Canelones.


Canelones, IV Domingo de Adviento de 2024.

Queridos diocesanos:

En la próxima Nochebuena, en Roma, el Papa Francisco abrirá oficialmente el Año Santo con el rito de apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro.

En el resto del mundo, en cada diócesis, el Jubileo se inaugurará el domingo 29 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia. La Diócesis de Canelones celebrará esta apertura en la parroquia de Sauce, que tiene ese día su fiesta patronal. La fiesta comenzará con una procesión, a las 10 de la mañana, a continuación de la cual se celebrará la Santa Misa. Al final de la Misa el obispo impartirá la bendición apostólica, que permite recibir indulgencia plenaria, cumpliendo las debidas condiciones.

La indulgencia es una expresión de la Misericordia de Dios que alcanza al pecador perdonado librándolo de todo residuo y consecuencia del pecado. Se puede alcanzar la indulgencia plenaria tanto para sí mismo como para almas del Purgatorio, cumpliendo las siguientes condiciones:
- Celebrar el sacramento de la Reconciliación, con verdadero arrepentimiento y excluyendo todo afecto al pecado.
- Recibir la Santa Comunión.
- Orar por las intenciones del Santo Padre.

Durante el año 2025 habrá otros tres momentos en que el obispo impartirá la bendición apostólica: la Misa Crismal en la Catedral, la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de la Visitación de María y la fiesta diocesana.

El jubileo da muchas más posibilidades de recibir indulgencia plenaria. En nuestra diócesis, esto se puede hacer peregrinando, como comunidad parroquial, grupo, familia o individualmente, a alguno de los siguientes lugares y cumpliendo las condiciones ya indicadas:

- La Catedral y santuario nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, ciudad de Canelones.
- El santuario diocesano de Nuestra Señora de Lourdes y monasterio de las Hermanas Clarisas Capuchinas, paraje Echeverría.
- El Santuario Eucarístico Diocesano y monasterio de la Visitación de María en Progreso.
- La iglesia parroquial de San Isidro, en Las Piedras.
- La iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción de María, en Pando.
- La iglesia parroquial de San Ramón Nonato, en San Ramón.
- El santuario de la Virgen de las Flores, en Estación La Floresta.
- El monasterio de las Clarisas Franciscanas, en Ciudad de la Costa.
- El monasterio de las Benedictinas, en Ciudad de la Costa.

Por otra parte, en el ámbito nacional, habrá dos momentos de celebración:

Jueves 12 de junio: renovación de la Consagración del Uruguay al Sagrado Corazón de Jesús, que será también el Jubileo de los Sacerdotes y culminará con una Misa Solemne en el Santuario Nacional del Cerrito de la Victoria.

Esta consagración se renovará en cada Diócesis, en la celebración de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el domingo 22 de junio y luego, en cada parroquia, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el viernes 27 de junio.

Domingo 9 de noviembre: celebración de los doscientos años del título de Virgen de los Treinta y tres, en el marco de la Peregrinación Nacional a su santuario.

Dispongámonos a vivir este tiempo en que se manifiesta de especial manera la misericordia de Dios, con una actitud de conversión y espíritu de oración que nos hagan crecer en nuestra fe y en nuestro compromiso cristiano.

Que sea para cada creyente en el mundo y en nuestra Diócesis, un año pleno de bendiciones.

+ Heriberto, Obispo de Canelones

Más información sobre el Jubileo y las diferentes formas de recibir indulgencia plenaria a través de las siguientes páginas de la Santa Sede:



 

viernes, 10 de mayo de 2024

Peregrinos de la Esperanza: Año Jubilar 2025. Presentación de la bula "La esperanza no defrauda" del Papa Francisco.

Ayer el Papa Francisco dio a conocer la bula «Spes non confundit», que significa «la esperanza no defrauda», expresión tomada de San Pablo (Romanos 5,5).

Para entender el significado de este llamado del Papa, el significado del Año Jubilar y las formas de vivirlo, Sebastián Sansón, periodista uruguayo de Vatican News, entrevista al P. Christian Sáenz SJ, Profesor de Historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. 

domingo, 13 de febrero de 2022

"Peregrinos de la Esperanza": 2025, Año Jubilar en toda la Iglesia Católica.

 

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A S.E. MONS. RINO FISICHELLA PARA EL JUBILEO 2025


Al querido hermano
Monseñor Rino Fisichella
Presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Nueva Evangelización

El Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia.  Desde que Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 —con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios.  Los fieles, generalmente al final de una larga peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en las basílicas romanas.  Millones y millones de peregrinos han acudido a estos lugares santos a lo largo de los siglos, dando testimonio vivo de su fe perdurable.

El Gran Jubileo del año 2000 introdujo la Iglesia en el tercer milenio de su historia.  San Juan Pablo II lo había esperado y deseado tanto, con la esperanza de que todos los cristianos, superadas sus divisiones históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, Salvador de la humanidad.  Ahora que nos acercamos a los primeros veinticinco años del siglo XXI, estamos llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo cristiano vivir el Año Santo en todo su significado pastoral.  En este sentido una etapa importante ha sido el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que nos ha permitido redescubrir toda la fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre, para que a su vez podamos ser sus testigos.

Sin embargo, en los dos últimos años no ha habido país que no haya sido afectado por la inesperada epidemia que, además de hacernos ver el drama de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de la existencia, ha cambiado también nuestro estilo de vida.  Como cristianos, hemos pasado juntos con nuestros hermanos y hermanas los mismos sufrimientos y limitaciones.  Nuestras iglesias han sido cerradas, así como las escuelas, fábricas, oficinas, tiendas y espacios recreativos.  Todos hemos visto limitadas algunas libertades y la pandemia, además del dolor, ha despertado a veces la duda, el miedo y el desconcierto en nuestras almas.  Los hombres y mujeres de ciencia, con gran rapidez, han encontrado un primer remedio que permite poco a poco volver a la vida cotidiana.  Confiamos plenamente en que la epidemia pueda ser superada y el mundo recupere sus ritmos de relaciones personales y de vida social.  Esto será más fácil de alcanzar en la medida en que se actúe de forma solidaria, para que las poblaciones más desfavorecidas no queden desatendidas, sino que se pueda compartir con todos los descubrimientos de la ciencia y los medicamentos necesarios.

Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras.  El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente.  Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza.  Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna.  Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras.  Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7).

Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente.  Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y la cuidemos (cf. Gn 2,15), no descuidemos, a lo largo del camino, la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común.  Espero que el próximo Año Jubilar se celebre y se viva también con esta intención.  De hecho, un número cada vez mayor de personas, incluidos muchos jóvenes y adolescentes, reconocen que el cuidado de la creación es expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia a su voluntad.

Le confío a Usted, querido hermano, la responsabilidad de encontrar las maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se celebre con fe intensa, esperanza viva y caridad operante. El Dicasterio que promueve la nueva evangelización sabrá hacer de este momento de gracia una etapa significativa para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto latinas como orientales, que en estos años están llamadas a intensificar su compromiso sinodal.  En esta perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo podrá fortificar y manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a recorrer para ser cada vez más claramente signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad.  Será importante ayudar a redescubrir las exigencias de la llamada universal a la participación responsable, con la valorización de los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la única Iglesia.  Las cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, junto con el Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y guiando al santo pueblo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos.

Según la costumbre, la Bula de convocación, que será publicada en su momento, contendrá las indicaciones necesarias para la celebración del Jubileo de 2025.  En este tiempo de preparación, me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo.  Oración, para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla.  Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día.  Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón.  Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción.  En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos.

Pido a la Virgen María que acompañe a la Iglesia en el camino de preparación al acontecimiento de gracia del Jubileo, y con gratitud le envío cordialmente, a Usted y a sus colaboradores, mi Bendición .

Roma, Basílica de San Juan de Letrán, 11 de febrero de 2022, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.

Francisco