Octava de Navidad.
martes, 31 de diciembre de 2024
Palabra de Vida. Somos hijos de Dios. Juan 1,1-18.
Octava de Navidad.
sábado, 28 de diciembre de 2024
Los Santos Inocentes. Ser esperanza en medio del dolor. 1 Juan 1,5-2,2
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viernes, 27 de diciembre de 2024
San Juan, apóstol y evangelista. Ver y creer. Juan 20,2-8
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jueves, 26 de diciembre de 2024
San Esteban, protomártir. Testimoniar la fe. Hechos 6,8-10;7,54-59.
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miércoles, 25 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: El Amor habitó entre nosotros. Juan 1,1-18.
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martes, 24 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: Preparar la fiesta para Jesús. Lucas 1,67-79
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sábado, 21 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: Feliz el que cree con Esperanza. Lucas 1,39-45
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“Se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. (Lucas 1,39-45). IV Domingo de Adviento.
Cuando creemos en la promesa que alguien nos hace, esa creencia despierta nuestras esperanzas y nos moviliza. No cualquier promesa: la promesa de algo que responde a nuestros anhelos. No cualquier persona: sino alguien que juzguemos digno de confianza.
Hay una bonita canción que dice “Yo creo en las promesas de Dios”. No hay promesa mejor ni nadie más digno de confianza.
Hoy nos encontramos con dos madres, María e Isabel, que han creído en la promesa de Dios. Las dos están “en dulce espera”, como suele decirse. Isabel ya pensaba que no tendría un hijo, pero Dios la sorprendió y concibió, con su esposo Zacarías, al futuro Juan el Bautista.
María, comprometida con José, no había tenido relación con ningún hombre; pero también la sorprende Dios engendrando en ella a Jesús, el salvador.
El evangelio nos presenta el feliz encuentro de estas dos mujeres. Es un pasaje muy breve, pero vale la pena detenerse en cada detalle.
En el pasaje anterior, María había recibido el anuncio del ángel Gabriel: ella había sido elegida como madre del Salvador. Se produjo entonces un breve diálogo. María preguntó cómo sucedería eso. El ángel se lo explicó y le informó también que Isabel, pariente de María, considerada estéril, estaba en su sexto mes de embarazo, “porque no hay nada imposible para Dios” (Lucas 1,37).
María dio su consentimiento, diciendo: “Yo soy la servidora del Señor. Que se haga en mí según tu palabra”. El ángel se marchó y entonces…
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. (Lucas 1,39)
A partir de este versículo, el papa Francisco suele referirse a María como “nuestra Señora de la prontitud”. En el mismo sentido, san Ambrosio hace este comentario:
Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no por incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca del ejemplo indicado por el ángel, sino con el regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el gozo, se dirigió a las montañas.
“Presurosa por el gozo” y presurosa por la voluntad de servir, de ayudar a su pariente anciana con su avanzado embarazo, María va al lugar donde viven Isabel y su esposo.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: (Lucas 1,40-42a)
El futuro Juan el Bautista profetiza: salta dentro del seno de su madre, porque ha reconocido la presencia del salvador.
Isabel devuelve el saludo. Notemos que habla “llena del Espíritu Santo”, de modo que sus palabras son también proféticas:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.» (Lucas 1,42-45)
“Feliz de ti por haber creído”. La palabra griega que aquí se traduce como “feliz” es “makaria”, que también podemos traducir como “bienaventurada”, porque ésa es la palabra que utiliza Jesús en sus bienaventuranzas. San Juan Pablo II, comentando este pasaje, decía que “La primera bienaventuranza que se menciona en los evangelios está reservada a la Virgen María”, por su total entrega a Dios y la plena adhesión a su voluntad, por medio de su “sí” pronunciado en el momento de la Anunciación.
¿Qué es lo que ha creído María? María ha creído que se cumplirá lo que le fue anunciado de parte del Señor. Y ahí volvemos a nuestro punto de partida. La fe y la confianza de María en el cumplimiento de la promesa no es solo de ella. El niño que comienza a formarse en ella es el Mesías anunciado, el Salvador prometido por Dios. La fe de María es como el vértice de la fe de su Pueblo a lo largo de la historia. Sí, ella puede haber sido sorprendida por ser elegida, pero no por lo que iba a acontecer a través de ella. Ella hace parte del Pueblo de la promesa, del Pueblo que ha esperado, transmitiendo esa esperanza de generación en generación.
Nosotros entraremos pronto al Año Jubilar 2025, que el papa Francisco ha convocado con el lema “Peregrinos de esperanza”. En su bula “Spes non confundit”, con la que convoca al jubileo, el santo Padre nos recuerda que:
... el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: “¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?”
La escena de la visitación está llena del Espíritu. Es el Espíritu Santo quien ha engendrado a Jesús, el Hijo de Dios, en el seno de María. Es el Espíritu quien hace saltar de alegría al futuro Juan el Bautista. Isabel habla llena del Espíritu Santo. Jesús, en el vientre de María, es la esperanza del mundo. Ella lo lleva como Madre de la Esperanza.
Solo ella ha tenido el privilegio de ser un sagrario viviente, en el sentido de llevar corporalmente al Hijo de Dios. Sin embargo, toda alma creyente concibe y engendra la Palabra de Dios. Por la fe, Cristo es fruto de todos, de todos aquellos que, como María, de verdad han creído en la promesa de Dios. Si es así, también nosotros podemos recibir, en unión con María, las palabras de Isabel:
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor. (Lucas 1,45)
En esta semana
El próximo miércoles es Navidad. En la Misa de Nochebuena, en Roma, el Papa Francisco abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, dando inicio al Año Santo, el Año Jubilar 2025. En las diócesis, en todo el mundo, el Jubileo se inaugurará el domingo 29, fiesta de la Sagrada Familia. En nuestra diócesis de Canelones, esa celebración tendrá lugar en la ciudad de Sauce, cuya parroquia estará ese día en fiesta patronal, desde las 10 de la mañana, con procesión y Misa. Todos aquellos que deseen acompañarnos y recibir la bendición apostólica para obtener indulgencia plenaria, son bienvenidos.
Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que tengan una muy Feliz y Santa Navidad, con la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
jueves, 19 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: “El Señor... decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres” (Lucas 1,5-25)
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Palabra de Vida: “No hay nada imposible para Dios” (Lucas 1,26-38)
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miércoles, 18 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: “Dios con nosotros” (Mateo 1,18-24)
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martes, 17 de diciembre de 2024
sábado, 14 de diciembre de 2024
“Viene uno que es más poderoso que yo”. (Lucas 3,2b-3.10-18). 3er Domingo de Adviento.
15 de Diciembre de 2024, Tercer domingo de adviento
“Viene uno que es más poderoso que yo”. (Lucas 3,2b-3.10-18)
¿Qué hacer? Es una pregunta que una persona puede hacerse de muchas maneras.
Se puede hacer desde la total disponibilidad. Vengo a dar una mano, en un momento en que hay mucho trabajo y estoy a lo que me pidan, dispuesto a ponerle ganas… “¿Qué puedo hacer?”
En el otro extremo, la pregunta puede estar cargada con un sentimiento de impotencia, cuando todo se ha intentado y nada ha dado resultado. Pero sin querer bajar los brazos, preguntamos: “¿Qué más se puede hacer?”
El evangelio nos cuenta que a Juan el Bautista la gente le preguntaba “¿Qué debemos hacer?”
La pregunta del qué hacer toma otro sentido. Al agregar ese “qué debemos” está pidiendo una orientación para la vida.
¿Cuál es el marco en que le hacen esa pregunta al Bautista? La gente llegaba donde él estaba predicando. De esa predicación se nos presenta un resumen:
[Juan el Bautista] comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. (Lucas 3,2b)
En pasajes anteriores vemos que el discurso de Juan era fuerte, advirtiendo de la llegada inminente, muy pronto, del juicio de Dios:
«El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego». (Lucas 3,9)
En ese contexto viene la pregunta: “¿Qué debemos hacer?”
La pregunta llega desde tres grupos diferentes de personas y variadas son también las respuestas, aunque esas respuestas son útiles para todos, especialmente la primera.
A la gente, a la multitud, que le pregunta “¿Qué debemos hacer?” Juan responde:
«El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». (Lucas 3,11)
Es un llamado a estar atento a la necesidad del prójimo, las necesidades más básicas, como el alimento y el vestido. Un llamado a compartir los bienes. Más adelante, en el mismo evangelio de Lucas, encontramos la parábola del rico y el pobre Lázaro, que nos pone frente a las consecuencias de prestar o no atención al pobre y de compartir o no los bienes más elementales.
Un segundo grupo que pregunta es el de los publicanos, recaudadores de impuestos. Eran considerados pecadores públicos, porque cobraban intereses. Los jefes de los publicanos adelantaban al Estado lo que debía recaudarse y luego cargaban fuertes intereses sobre la gente. A ellos Juan el Bautista les dice:
«No exijan más de lo estipulado» (Lucas 3,13)
Es decir, no abusen, no exploten a la gente… Zaqueo y Mateo, publicanos, se convirtieron y siguieron a Jesús.
El tercer grupo que pregunta qué debe hacer es el de los soldados. La respuesta de Juan es:
«No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo». (Lucas 3,14)
Los tiempos no han cambiado. Las necesidades humanas más básicas siguen insatisfechas para muchas personas. Los funcionarios están tentados por diferentes formas de abuso de poder en beneficio propio. La corrupción existe desde tiempos antiguos.
Las acciones concretas que Juan propone ante la pregunta “¿qué debemos hacer?” tienen un objetivo: reencaminar la vida hacia Dios.
Juan une esto a un gesto religioso: el bautismo, que no es todavía el bautismo cristiano, pero tampoco una purificación meramente ritual, exterior. Es, como dice el Evangelio “un bautismo de conversión”, de cambio de vida, “para el perdón de los pecados”… perdón que solo puede otorgar Dios y que llegará a través de aquel “más poderoso” que Juan, es decir, Jesús.
De las exhortaciones a un cambio de vida, Juan pasa a un anuncio. La gente estaba en expectativa respecto a la figura de Juan. Veían su espíritu profético, la autoridad con que llamaba a la conversión y se preguntaban si no sería el Mesías.
Juan sale al paso de esos interrogantes y anuncia:
«Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible». (Lucas 3,16-17)
“Uno que es más poderoso que yo”. Ése es el Mesías. Juan, con profunda humildad, se confiesa servidor indigno y anuncia dos aspectos fundamentales de la obra del Mesías.
En primer lugar, el bautismo en el Espíritu Santo y en el fuego. El bautismo que trae Jesús lleva el Espíritu Santo al corazón y a la vida del creyente.
Hay muchas interpretaciones sobre el significado del fuego. En la otra obra de Lucas, los Hechos de los Apóstoles, el fuego está identificado con el Espíritu Santo, tal como aparece en Pentecostés:
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo… (Hechos 2,3-4)
El otro aspecto de la obra del Mesías que destaca Juan es el juicio, expresado a través de dos imágenes: el granero, donde se guardará el fruto, es decir, aquellos que reciben a Jesús y dan frutos de conversión y el fuego, donde se quemará la paja: aquellos que rechazan a Jesús y persisten en la maldad.
Este domingo nos invita a la apertura de corazón a Jesús que viene a nosotros, con un deseo sincero de conversión, expresado en acciones concretas. También nos llama a considerar las graves consecuencias del rechazo. Cada uno se juega su futuro en la decisión que tome ante el anuncio del Bautista. Decir que “no” es decidir por sí mismo la eterna separación de Dios y, por tanto, la autonegación de un futuro de vida en Dios.
El año jubilar que comenzará pronto nos recuerda que somos “peregrinos de esperanza”. Nuestras decisiones pueden ir cambiando a lo largo de nuestra vida. Por eso, el llamado a la conversión se repite una y otra vez, para que volvamos de corazón al Señor. Que así suceda en este adviento.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Palabra de Vida: Vivir la profecía y la esperanza. Eclesiástico 48,1-4.9-11.
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viernes, 13 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: Librarse de la insatisfacción, amando. Mateo 11,16-19
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jueves, 12 de diciembre de 2024
Nuestra Señora de Guadalupe. “Mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador” (Lucas 1,39-48)
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miércoles, 11 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: "Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas" (Isaías 40,25-31)
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martes, 10 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: “Preparen... el camino del Señor” (Isaías 40,1-11).
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sábado, 7 de diciembre de 2024
Palabra de Vida: Preparar la Navidad, viviendo la Esperanza. Isaías 30,19-21.23-26.
7 de diciembre de 2024.
Reflexión tomada de S. Juan Pablo II, Audiencia General, 17 de diciembre de 2003.