Acta de una de sus visitas en los libros parroquiales: "En la villa de Artigas del Cerro Largo y Vice parroquia de San Juan Bautista a los cuatro días del mes de marzo de 1867..." |
La firma: Jacinto, Obispo de Megara, Vicario Apostólico |
Su autora, Laura Álvarez Goyoaga, entrevistada por "Tribuna Popular"
Cuando la hoy ciudad de Río Branco se llamaba Artigas (y la actual ciudad de Artigas se llamaba San Eugenio), Mons. Jacinto Vera, ya ordenado Obispo, con el título de Megara y el cargo de Vicario Apostólico (máxima autoridad de la Iglesia en el Uruguay) visitó la parroquia, a donde volvería en otra de sus giras apostólicas. El próximo jueves, Don Jacinto Vera vuelve a Río Branco de la mano de Laura Álvarez Goyoaga, presentando su novela histórica sobre el obispo misionero, que ya va en su cuarta edición. Preparando la visita dl quincenario de Río Branco "Tribuna Popular" le realizó la entrevista que publicamos a continuación.
1) Quizás sería lindo que te presentaras contando alguna experiencia que haya sido importante en tu vida...
Me llamo Laura Álvarez Goyoaga, soy casada, madre de cinco varones, y nací en Montevideo, donde vivo con mi familia. Además soy Abogada y Escribana, cursé la Licenciatura en Letras de Facultad de Humanidades, me he desempeñado como docente, pero en cuanto a identidad laboral, sin duda lo que más me define es mi condición de escritora. De niña, es lo que decía que quería ser cuando creciera, además de tener cinco hijos. Eso sí, ¡no me los imaginaba todos varones!
Don Jacinto llegó misionando hasta mí a casi ciento treinta años de su fallecimiento, en las palabras de quien me contó su historia: Mons. Alberto Sanguinetti, actual Obispo de Canelones, entonces Párroco del Cordón, donde nuestros hijos asistían a catequesis. Si bien estaba casada con un católico, yo no me consideraba católica por esas épocas.
Había escrito ya dos libros: Leyenda Nocturna y El Senador, dos novelas de vampiros ambientadas en Uruguay que habían obtenido una muy buena respuesta del público. Me invitaron a una conferencia que daba el Padre Alberto, y me acuerdo que fui con pocas expectativas, medio por compromiso. Hasta entonces, lo único que sabía de Jacinto Vera era que un barrio popular de Montevideo llevaba ese nombre, y que alguien había compuesto una canción cuya letra aludía al mismo barrio. Sin embargo, a lo largo de la exposición, descubrí que la vida de este obispo santo del siglo XIX tenía mucho para decirme a mí, mujer, esposa, madre, profesional y escritora del siglo XXI.
Como habíamos llegado cada uno de nuestros respectivos trabajos, me desencontré con mi esposo y quedamos ubicados en lugares separados. Al terminar el evento, en la puerta del templo del Cordón, los dos hablamos al mismo tiempo: yo le dije “Me encantaría escribir una biografía novelada de Jacinto Vera”, y él me dijo a su vez “Ésta es una historia para que la cuentes en una novela”. Gracias a Dios, a Jacinto, y al apoyo de una lista interminable de personas que participaron con su ayuda, el proyecto se concretó primero en una novela: Don Jacinto Vera. El misionero Santo, que salió al mercado en agosto del 2010 y hoy está en vísperas de su cuarta edición, con dos mil ejemplares vendidos.
Ahora, un año más tarde, este camino continúa con un nuevo libro, llamado Don Jacinto Vera. El misionero de los niños. El título es bastante explicativo: se trata de siete cuentos, donde siete niños del pasado le narran a los de hoy siete anécdotas de la vida de don Jacinto Vera. La novela tenía la intención de llevar al público, de una manera divertida y amena, la vida de don Jacinto, un misionero que contagia la felicidad de ser cristiano.
Este segundo libro, que se presentará en sociedad el 21 de noviembre de 2011 en el Colegio Seminario de Montevideo, está dirigido a niños y jóvenes, y para transformar su publicación en una experiencia compartida, implementamos un concurso de dibujos, cuyos ganadores lo ilustran. Convocamos a todos los centros educativos y catequesis parroquiales del país. Obtuvimos una respuesta impresionante: casi cuatro mil niños contribuyeron, con sus trabajos, a contar la historia de nuestro obispo santo. Y los dibujos que presentaron estos niños, tocados por la historia de don Jacinto, son realmente una maravilla. Don Carlos Paez Vilaró, que fue el presidente del jurado en el concurso, cuando los mirábamos juntos en Buenos Aires, decía todo el tiempo: “Ojalá yo pudiera pintar así”.
2) Algo de tu mirada como mujer en este mundo de hoy.
¡Uy, es un mundo muy complicado, donde a las mujeres se nos exige cumplir muchas veces roles contrapuestos, y no se nos perdona que lo hagamos mal! Si no estudiaste, ni trabajás, y elegís dedicarte a ser ama de casa, te miran como si estuvieras en la edad de las cavernas. Si estudiaste, pero postergás tu carrera profesional para priorizar la familia, estás desperdiciando tu educación. Si te dedicás a full a la profesión, entonces sos una mala madre y esposa. Y todo el mundo te reclama. ¡No podemos ganar nunca! Sumale a eso la pérdida de valores, la violencia en la sociedad, el “todo vale”… Pero supongo que todas las épocas fueron complicadas. Dicen que los seres humanos siempre vivimos en crisis.
Por eso es bueno encontrarse con gente como don Jacinto Vera. Gente que nos dice, con su ejemplo de vida, que no tenemos por qué resignarnos a renunciar a todo lo bueno. Que la felicidad no se encuentra en encerrarnos en nuestro propio egoísmo. Que el camino de los valores es un buen camino. Pero ojo, que ni la novela ni el libro de cuentos son obras moralistas o sentenciosas: son historias divertidas, que vale la pena conocer, y hacen pasar un buen rato al lector.
Portada de la cuarta edición |
Los vínculos posibles entre un escritor y la literatura son casi infinitos. El mío en particular, lo que yo siento mi misión como escritora, es contar de la mejor manera posible aquellas historias que vale la pena contar. Por eso apuesto a un estilo que sea sencillo, donde lo importante sea la historia, que no le genere dificultades al lector sino al revés: que le facilite el trabajo.
4) Presentanos el libro.
Don Jacinto Vera. El misionero santo es la biografía novelada del primer Obispo de Montevideo, un personaje apasionante por sus características personales, quien además vivió entre los años 1813 y 1881, años claves en la historia del Uruguay. En ese sentido, como dice la frase que se usó en la difusión, es la Historia que necesitamos conocer.
¿Quién fue don Jacinto Vera? Fue el hombre más conocido y querido en el Uruguay de su época. Fue un gaucho, famoso por el sentido del humor. Un hombre divertido, de amistades verdaderas y profundos vínculos familiares. Inteligente, descolló entre sus compañeros de estudios y se codeó con la intelectualidad de su ambiente. Fue también un gran conductor. Armó la Iglesia uruguaya en todos los sentidos, en lo nacional y lo internacional. Era conocido personalmente y admirado por muchas personalidades en Roma, incluido el Papa Pio IX. Dueño de una caridad ilimitada, desde la austeridad de su propia pobreza, invirtió todos sus bienes e ingresos en auxiliar a los necesitados. Fue considerado un santo en el sentimiento unánime de todos sus contemporáneos, amigos y enemigos ideológicos.
Pero además, la gestión de Vera, si por algo se caracterizó, fue por su vocación integradora de todo ese gran pueblo disperso en un joven Estado prácticamente despoblado para su superficie territorial, con una casi inexistente organización social, y asolado por permanentes guerras civiles. Un impulso integrador basado en la vocación de dignificar a las personas. No se puede entender el Uruguay de hoy si perdemos de vista el legado de don Jacinto Vera.
Después de todo esto, corresponde una aclaración fundamental: ni El misionero santo ni El misionero de los niños son libros religiosos: son historia novelada, o si se quiere, novela histórica en sentido amplio, como tantos libros que se publican hoy en Uruguay, y se venden en todas las librerías comerciales del país. La única diferencia es que en ellos, el protagonista es un sacerdote católico, que vivió en una sociedad que en un 90% se definía a sí misma como católica. Y la describe desde esa perspectiva, que suele ser la que dejan fuera, recortando la veracidad histórica, las demás novelas de esta categoría que hoy se ofrecen al público.
5) ¿Qué te sorprendió del encuentro con la biografía de Jacinto?
Primero que nada, precisamente, encontrarlo: fue una gran sorpresa para mí, que venía de una formación académica pesada en el área de humanidades, y no sabía absolutamente nada de él.
En segundo lugar, ese mensaje tan vigente que tenía para comunicarnos a los uruguayos de hoy. Hay una frase del Papa actual que compara el camino de fe con la subida a una montaña: bueno, la montaña que le tocó subir a Jacinto, este obispo santo del siglo XIX, es la misma que nos toca cada día subir a los uruguayos del siglo XXI. Tiene que ver con superar todas esas limitaciones y dificultades propias de nuestro entorno, que a veces sentimos que nos superan, y alcanzar resultados de excelencia a pesar de ellas, en base al esfuerzo y al compromiso. Tiene que ver con todo lo que significa ser uruguayo: como ganar una copa de fútbol a pesar de no estar entre los favoritos, o que surjan de estos escasos tres millones de habitantes que somos, grandes artistas o profesionales que se destacan en todo el mundo.
Estos dos libros tienen la modesta intención de ser un aporte para que recuperemos nuestra historia y, a través de ella, nuestra identidad.
6) ¿Conoces Río Branco? ¿has escuchado hablar de nosotros?
No, nunca estuve en Río Branco. A pesar de que mi madre, y mis abuelos paternos y maternos, eran de Treinta y Tres. En alguna de las visitas a esa ciudad podría haber llegado hasta allí, pero nunca se dio. Tengo sí referencias muy entusiastas de Uds. y su ciudad a través de Mons. Heriberto y su hermana Tina, así que estoy segura que lo vamos a pasar muy bien en esta visita.
1 comentario:
es mi tío bisabuelo...."pavada de familia", eh!!
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