Ayer, el Senado de Uruguay dio media sanción al proyecto de Ley de despenalización del aborto. Si este proyecto es aprobado en la Cámara de Representantes, pasará a ser ley una vez que se cumplan las restantes formalidades.
De esta forma, la legislación uruguaya se alejaría, y en un tema sumamente grave, de la moral.
En mis años liceales, vividos en el ámbito de nuestra educación pública laica, había una materia que se llamaba Educación Moral y Cívica. Recuerdo un esquema de las relaciones entre Derecho, Moral y Costumbre, mostrando como había aspectos en que los tres (o dos) coincidían y aspectos propios de cada uno.
De aquello me quedó lo bueno de la triple coincidencia, que no puede darse en todo, pero ha de darse precisamente en las cosas más fundamentales para el ser humano, como es el derecho a la vida.
Sería una muy feliz coincidencia:
- que la Moral nos lleve a considerar el valor de la vida humana como el más alto, que debe ser cuidado y protegido.
- que la Ley establezca formas concretas de protección y sancione como delito las acciones que procuren la destrucción de la vida humana.
- que sea Costumbre, socialmente aceptada, la acción en favor de la vida y el rechazo a todo atentado contra ella.
La legalización del aborto, me dicen, apunta a evitar que se haga en condiciones de riesgo para la mujer. La práctica del aborto es un hecho. La Ley asume ese hecho, que por su extensión puede ser considerado Costumbre y lo legaliza.
Pero hacerlo legal no cambia la realidad: se está quitando una vida humana. Una vida inocente e indefensa, una vida con todas sus potencialidades y su derecho a desarrollarlas. Decidir que algo malo sea legal no lo hace bueno. Tampoco el que algo malo se haga Costumbre hace que sea bueno.
En este día en que la Iglesia recuerda a los Santos Inocentes, nuestra palabra no puede ser otra que ¡Sí a la Vida!
Decir "¡Sí a la Vida!" es decir sí a la esperanza para todas las uruguayas y todos los uruguayos, nacidos y por nacer, para encontrar en nuestra tierra, bastante despoblada, la posibilidad de un pleno e integral desarrollo humano.
Sé bien que ese "Sí" muchas veces no es fácil. Pero el "No" tiene siempre dolorosas consecuencias. No quiero recordarlas ahora. Me quedo con los rostros felices de quienes superaron tragos amargos y se jugaron para decir "¡Sí!". Y tengo presentes no sólo los rostros de mamás y de papás: también los de quienes nacieron porque ellos supieron dar ese "¡Sí!".
+ Heriberto
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