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El Centro San Juan es una obra que lleva a cabo en Río Branco, Cerro Largo, la ONG "Giannella por la Vida". El nombre de San Juan se refiere al Bautista, patrono de la parroquia, y al que estuvo dedicado la primera iglesia con la que contó Río Branco, que ya no existe y que estuvo ubicada en la actual zona comercial de Free-shops.
En una casa de esa zona, la comunidad parroquial, desde tiempos del P. Jorge, actualmente misionero en Brasil, venía llevando adelante un trabajo con niños en situación de calle, muchos de ellos atraídos por las posibilidades que da el movimiento de la zona en cuanto a recibir pequeñas cantidades de dinero que se suman a lo largo del día, sea por pequeños servicios, como el cuidado de un coche, o simplemente pidiendo "una monedita".
Buscando implementar una atención más profunda a los niños, la comunidad abrió la posibilidad de ceder en comodato la casa a La ONG "Giannella por la Vida", con la que ya existía una relación y que tenía ya convenios con INAU.
Es así que pudo concretarse en agosto de este año un convenio con INAU para llevar adelante un programa de atención a unos 40 niños en situación de calle, dentro del marco del convenio, y unos 20 más que también se acercan.
Ayer, cumpliendo con una promesa hecha y su propio deseo, Mons. Heriberto se presentó con su guitarra a la hora de la merienda y estuvo cantando con los niños más chicos, que terminaron pidiendo que también cantara "algo que se pudiera bailar".
"Me sorprendieron muchas cosas", cuenta el Obispo a COMUNIÓN. "Lo más lindo, es que su 'niño interior' está muy vivo, aunque en muchas cosas uno ve conductas que traslucen la marca de la calle. Yo llegué antes que ellos, de modo que los fui saludando mientras iban llegando para la merienda. Cuando saqué la guitarra, todas sus expresiones me hicieron ver que era la primera vez que veían una guitarra de cerca, y escucharon con atención y sensibilidad esos punteos que uno hace como para calentar los dedos... me animé a cantarles, para empezar, una canción que suelo cantar con los más chiquitos, la historia de un patito que tenía una guitarra, que cantaba una vidalita y que se equivocaba, cantando vidali...¡cuac! Después seguimos con todo ese conocido repertorio infantil: La tortuga Manuelita, Sal de ahí, chivita, chivita... Pero cuando las chiquilinas más grandes (8-9 años...) pidieron que tocara algo "que se pudiera bailar", ahí afloraron gestos más propios del mundo de los mayores... Me llamó también la atención que identificaran la casa como 'la iglesia'. Una de las niñas me preguntó '¿por qué viniste a la Iglesia hoy?'. Le dije que había ido a pasar un rato con ellos, pero me llamó la atención la identificación de esa casa, que es una vieja casa de familia, donde hay tan sólo una imagen de San Juan Bautista como signo, con 'la Iglesia'. Mons. Daniel Gil decía siempre que los niños tienen buena teología, así que no puedo menos que alegrarme de que ellos puedan reconocer en esta obra esa presencia de la comunidad cristiana. La despedida fue sentida - de ambos lados - y quedó hecha una nueva promesa: reencontrarnos el año que viene. Al irme, no obstante, no pude dejar de pensar en el futuro de esos niños, preocupación que compartimos con algunos de los responsables del centro que estaban allí presentes. Realmente, hay mucho por hacer. Lo bueno, es que algo ya se está haciendo."
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