Albrecht Durer, "Manos orando" |
La voluntad de Dios es la que Cristo cumplió y enseñó.
La humildad en la conducta,
la firmeza en la fe,
el respeto en las palabras,
la rectitud en las acciones,
la misericordia en las obras,
la moderación en las costumbres;
el no hacer agravio a los demás y tolerar los que nos hacen a nosotros,
el conservar la paz con nuestros hermanos;
el amar al Señor de todo corazón, amarlo en cuanto Padre, temerlo en cuanto Dios;
el no anteponer nada a Cristo, ya que él nada antepuso a nosotros;
el mantenernos inseparablemente unidos a su amor, el estar junto a su cruz con fortaleza y confianza; y,
cuando está en juego su nombre y su honor,
el mostrar en nuestras palabras la constancia de la fe que profesamos,
en los tormentos, la confianza con que luchamos y,
en la muerte, la paciencia que nos obtiene la corona.
Esto es querer ser coherederos de Cristo,
esto es cumplir el precepto de Dios y la voluntad del Padre.
(Del tratado de San Cipriano sobre el Padrenuestro, capítulos 13-15, Oficio de Lecturas, miércoles de la XI Semana del Tiempo Ordinario).
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