lunes, 18 de junio de 2018

Mons. Cáceres en la ordenación del nuevo Obispo auxiliar de Montevideo

"El joven está definido por su mínimo de realidades y su máximo de posibilidades reales (...) En cuanto al viejo [representa] el máximo de riqueza de realidad, y unas posibilidades reducidas pero virtualmente ampliadas por la acumulación de la experiencia de la vida: las potencias del viejo son ciertamente menores que las del joven o el adulto maduro, pero su significación es mucho mayor en la medida en que su vida biográfica es mucho más dilatada."
(Julián Marías, Antropología Metafísica.)
Cuando Mons. Cáceres recibió en el Hogar Sacerdotal la invitación del Cardenal Daniel Sturla para la ordenación del nuevo Obispo auxiliar de Montevideo, Mons. Luis Eduardo González, inmediatamente dijo "tengo que ir".

A partir de allí, comenzaron los preparativos. El P. Jorge Techera, residente del Hogar pero en plena actividad se comprometió como chofer. Las Hermanas como compañía. Pocos días antes me llamaron pidiendo que le llevara el solideo y la mitra.

El domingo nos encontramos temprano en la sacristía de la Catedral. Allí estuvo rodeado del cariño de todos. Un seminarista lo acompañó en todo momento, incluso durante la larga celebración (dos horas y media), ayudándolo en los momentos en que se puso de pie y en los pocos desplazamientos.
Sentado frente a él, lo vi muy presente y escuchando con atención la homilía del Cardenal.

Es verdad, cuando conversamos con él se pierde un poco, repite dos o tres veces lo que ya ha dicho; le cuesta moverse y es importante acompañarlo cuando camina (no ha querido usar bastón, de modo que el bastón es quien lo acompañe) y ayudarlo a ponerse de pie y a sentarse. Y bueno... ¡son 97 años! Pero lo que realmente me impresiona es la presencia, sentir que él realmente está ahí, con todo lo que él puede poner.

Algo así, más extremo, experimenté cuando vi por última vez a san Juan Pablo II, al final del encuentro que tuvimos los nuevos obispos en setiembre de 2004. Todos los que estuvimos compartimos la misma sensación. El Papa estaba muy disminuido por su mal de Parkinson, sin poder hablar, con movimientos muy limitados... pero cuando cada uno de nosotros pasó a saludarlo, encontramos una mirada viva, expresiva, que hablaba de la profundidad del alma.

Así, pues, tuvimos ayer en la catedral la presencia de todos los Obispos que nos encontramos en el Uruguay (recordemos que nuestro segundo emérito, Mons. Luis del Castillo, se encuentra en Cuba).

Que el Señor bendiga a nuestra Iglesia uruguaya y nos ayude a los pastores a acompañar a todo nuestro pueblo: a la porción del Pueblo de Dios que a cada uno se la ha confiado (nuestras Diócesis) pero también a estar cercanos a todos aquellos con los que nos vamos cruzando cada día en los caminos de este mundo.


1 comentario:

Unknown dijo...

Que profundo es el amor de Dios, que santifica a las almas. Bendiciones Uruguay.
De Quito con cariño Elba