miércoles, 12 de septiembre de 2018

“Ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual” (1 Pedro 2,5)







Este domingo nuestra Diócesis vive un gran acontecimiento: la dedicación de de la nueva iglesia parroquial de Santa Clara de Olimar, en el departamento de Treinta y Tres, resultado de la reforma del antiguo colegio. Vamos a conocer la historia de esta parroquia y el significado de esta celebración, teniendo como telón de fondo las palabras del apóstol Pedro, que nos recuerdan que, al mismo tiempo que se construye el edificio de ladrillo o piedra, tenemos que seguir construyendo la comunidad de piedras vivas, donde cada uno está llamado a ocupar un lugar.

En 1873 ya había una capilla

En 1978 Santa Clara celebró su centenario. Un hijo de ese pago, Omar Medina Soca, recogió esa historia en su libro “Santa Clara del Olimar Grande 1878-1978”. Al abrir esas páginas, pronto descubrimos que, antes de la creación del pueblo, ya había una capilla dedicada a Santa Clara de Asís. En 1873 la capilla funcionaba como vice parroquia. El Padre Joaquín Vázquez inició los libros de bautismos y de matrimonios. Allí pronto figurarían los casamientos de los hermanos Saravia, de marcado protagonismo en la vida nacional: Gumersindo con Amelia Rodríguez; Basilicio con Elvira da Rosa y, en 1878, el joven Aparicio con Cándida Díaz.

En ese año del casamiento de Aparicio y Cándida, un vecino de la zona, Modesto Polanco, recibió autorización del gobierno para formar un pueblo en terrenos ubicados en las nacientes del río Olimar. En 1900 Santa Clara del Olimar Grande era un pueblo de 200 habitantes con su bonita capilla de Santa Clara.

Santa Clara de Asís

Santa Clara de Asís fue la jovencita que se sintió llamada a entregar totalmente su vida a Dios junto con otras jóvenes de su tiempo, a partir del testimonio de San Francisco de Asís. Francisco recibió su vocación a partir de una iglesia en ruinas, la iglesia de San Damián, donde escuchó la voz del crucifijo que se había conservado intacto: “Francisco, repara mi casa, que está a punto de derrumbarse totalmente”. Francisco tomó las palabras al pie de la letra y con sus hermanos se puso a arreglar la vieja iglesia abandonada. Pronto entendería que el llamado de Jesús era a reparar la Iglesia de piedras vivas, la comunidad de los creyentes, que estaba perdiendo el espíritu del Evangelio.

Por alguna razón, Santa Clara ha visto también derrumbarse sus templos. La “bonita capilla” de 1900 estaba en ruinas catorce años más tarde; pero ya se estaba construyendo en piedra una nueva iglesia, bajo la dirección del arquitecto Miguel Echandi, que fue inaugurada en 1917.

P. Bartolomé: desde S. Clara al martirio en Barcelona

Fueron muchos los sacerdotes que pasaron por la que era todavía una vice parroquia. Quiero detenerme en uno de ellos, porque merece ser particularmente recordado: el Padre Bartolomé Pons Sintes.

Bartolomé nació en Menorca, una de las Islas Baleares. Vino a Uruguay como misionero y llegó a Melo en 1919, junto con el primer Obispo, Mons. José Marcos Semería, que lo envió a la parroquia de Rivera. En 1921 el Obispo lo cambió a Santa Clara. El Padre Pons trajo a su madre, pero ella no se adaptó al Uruguay y se enfermó. Con pena, el sacerdote regresó a España. Sus fieles lamentaron su partida, pero lo despidieron con mucho cariño y le regalaron un hermoso reloj de cadena, que tuvo en sus manos el día de su muerte.
Mientras ejercía su ministerio sacerdotal en la provincia de Barcelona, a pocos días de comenzada la Guerra Civil Española, fue detenido y escarnecido. Se le hizo a cuchillo una cruz en el pecho y se le ultimó con dos balas en la cabeza. Fue el 29 de julio de 1936.
Bartolomé Pons Sintes no es beato porque la Diócesis de Barcelona no introdujo su causa de beatificación, aunque lo reconoce entre los 1.000 sacerdotes mártires de aquellos años. Merece el recuerdo de Santa Clara, ya que, hasta el final, él tuvo en sus manos aquel objeto querido que le recordaba su vida de pastor en tierras uruguayas.

1932 ¡Ahora sí, Parroquia!

En 1932 Mons. Miguel Paternain, obispo de Florida-Melo, decidió convertir la vice parroquia de Santa Clara en parroquia. Pasaron por allí sacerdotes que están aún presentes en la memoria de los santaclarenses: Félix García Álvarez, Antonio Petralanda, el misionero jesuita Juan Carlos Pérez y finalmente Omar Alonso. El Padre Alonso tuvo que dejar la iglesia de 1917, que tenía riesgo de derrumbe, lo que efectivamente ocurrió en 2016. La vida parroquial funcionaba en el colegio, convertido en hogar de niños.

Llegaron las Madre Misioneras

La falta de vocaciones sacerdotales hizo que el Obispo Luis del Castillo buscara otra forma de atender a los fieles católicos. Encontró así una congregación religiosa peruana, Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, cuya característica es ir a lugares que no cuentan con sacerdotes. En 2001 llegaron a Santa Clara, con Madre Juana como primera superiora y se hicieron también cargo de la vecina parroquia de San José en Tupambaé, además de algunas poblaciones más pequeñas de la zona.

Las Misioneras desplegaron su labor desde el viejo colegio, convertido en su casa y centro pastoral. Allí funcionaba una pequeña capilla. El derrumbe de una parte del techo redujo aún más el espacio de celebración. Surgió así la idea de rehacer la capilla dentro del interior del Colegio, pero de forma que se ingresara desde la calle directamente a la Iglesia, como lo pidieron algunos de los fieles que fueron a planteárselo al Obispo. Esta es la Iglesia que se inaugurará este domingo.

La dedicación de la Iglesia

La celebración comenzará ante la puerta cerrada del templo, que se abrirá para que ingresen por primera vez los fieles. Una vez adentro, el Obispo rociará con agua bendita a la asamblea, así como el altar y las paredes. Se cantará el Gloria y se rezará pidiendo al Señor que derrame su Gracia para que la eficacia de su Palabra y de los sacramentos confirme en ese lugar los corazones de todos los fieles.

Las lecturas de esta Misa hacen referencia al templo… el sueño de Jacob en el que el patriarca descubre que el lugar donde ha dormido “es la casa de Dios y la puerta del Cielo”; en el Evangelio, la profesión de fe de Simón que motiva las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Destaco la segunda lectura, de la Primera carta de Pedro: “también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual”. Pedro nos recuerda que la Iglesia es ante todo la comunidad, las personas que la forman y no el edificio de piedra o de ladrillo. La comunidad se forma con esas “piedras vivas” de las que habla Pedro; piedras vivas que somos cada uno de los que participamos en la comunidad, donde hay siempre lugar para integrarse a la construcción, nunca terminada. El edificio es el lugar de reunión, el espacio de encuentro de la comunidad con el Señor, un sitio privilegiado para construir la comunidad.

El canto de las letanías invocará la intercesión de la Virgen María y de los santos sobre la comunidad que inaugura su nuevo templo. Se colocarán reliquias en el interior del altar. El Obispo rezará la extensa plegaria de la dedicación que culmina pidiendo que “Aquí los hombres encuentren misericordia, los oprimidos obtengan la verdadera libertad, y todos los hombres se revistan con la dignidad de los hijos tuyos, hasta que lleguen, llenos de alegría a la Jerusalén celestial”.

Seguirá la unción del altar y las paredes con el santo crisma, la incensación del altar y de la Iglesia, y la iluminación del altar. Luego continuará la Misa como habitualmente. Al finalizar la comunión, antes de guardar el santísimo sacramento, se bendecirá e incensará el nuevo sagrario, que por primera vez albergará el cuerpo de Cristo.

Así Santa Clara volverá a tener un espacio donde la comunidad se siga construyendo en torno a la Palabra y al Pan de Vida.

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