viernes, 7 de diciembre de 2018

75 años de la fundación del Movimiento de los Focolares



El 7 de diciembre de 1943, vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, una joven de 23 años llamada Silvia Lubich hizo voto de castidad en la Tercera Orden Franciscana, tomando el nombre de Chiara (Clara), que expresaba su profunda admiración por la radical opción de Santa Clara de Asís.

Hoy se cumplen 75 años de aquel “Sí” de Chiara que fue fundacional, aunque ella dijera una vez que aquella fría mañana ella no tenía intención de fundar nada: “Me había casado con Dios. Lo esperaba todo de él”.

Eso sucedía en la ciudad de Trento, en el norte de Italia, en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Trento era frecuentemente bombardeada. Chiara y otras jóvenes que estaban en la misma búsqueda espiritual se encontraban muchas veces en los sótanos donde los tridentinos se refugiaban de las bombas. En una de esas ocasiones, leyendo el Evangelio a la luz de la vela, encontraron la llamada “oración sacerdotal” de Jesús, en el Evangelio de Juan. Allí les toca el corazón el versículo donde Jesús pide al Padre “que todos sean uno” (Juan 17,21). En medio del desgarramiento de la guerra, aquellas jóvenes se sintieron llamadas a dar su vida por un Ideal: la Unidad querida por Jesús.

Otro pasaje del Evangelio también las había tocado profundamente: el grito de dolor de Jesús abandonado en la Cruz (Mt 27,46). Chiara le dijo a una de sus compañeras: «¡Tenemos una sola vida, gastémosla lo mejor que podamos! Si el dolor más grande de Jesús fue el abandono por parte de su Padre, nosotras seguiremos a Jesús abandonado».

Sobre esos cimientos evangélicos se fue construyendo la espiritualidad del Movimiento. La Palabra de Dios tiene allí un lugar central: pero se trata de que la Palabra sea realmente vivida, puesta en práctica, en el amor.

En 1962 el Papa San Juan XXIII le da una primera aprobación, con el nombre de “Obra de María”. Hoy, más de dos millones de personas en todo el mundo han abrazado la espiritualidad del Movimiento. La Obra de María se ha extendido, ramificado en diversas expresiones y producido ricos y variados frutos.

En nuestra Diócesis de Melo, algunos laicos y sacerdotes participan de esta espiritualidad; Mons. Cáceres, durante mucho tiempo y ahora yo mismo frecuentamos los encuentros de Obispos Amigos del Movimiento.

La llegada de la Fazenda de la Esperanza a nuestra Diócesis (masculina, en Cerro Chato, 2009 y femenina, en Melo, 2015) nos trajo aún mayor cercanía con los Focolares. Si bien la Fazenda no es parte del Movimiento, dos de los cuatro fundadores, Nelson Giovanelli y Lucilene Rosendo, iniciaron el camino de la comunidad terapéutica movidos por la espiritualidad focolarina. Nelson lo hizo precisamente buscando poner en práctica la Palabra “Me hice débil con los débiles…” (1 Corintios 9,22) que lo llevó a acercarse a un grupo de jóvenes adictos que frecuentaban una esquina de su barrio. Cuando un joven pidió ayuda para poder salir de la droga, Nelson, junto a su párroco Fray Hans Stapel OFM, fueron buscando la forma de ayudar. La rama femenina tuvo también como confundadora a Irací Leite. La propuesta se fue armando sobre tres pilares: convivencia, trabajo y espiritualidad. Cada día los jóvenes internos meditan un versículo de la Palabra de Dios y buscan vivirlo a lo largo de la jornada, como hizo Nelson en 1983 cuando se acercó a los jóvenes de aquella esquina, hoy “Esquina de la Esperanza”.

+ Heriberto

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