miércoles, 17 de abril de 2019

La Misa Crismal en nuestro camino diocesano. Homilía de Mons. Heriberto.

 

Jesús el Ungido

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha consagrado por la unción”.
Jesús lee estas palabras del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret. Terminada la lectura dice:
“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Jesús de Nazaret es llamado el Cristo. Cristo significa ungido, consagrado por el Señor a través de la unción, por la que se comunica el Espíritu Santo. Dios comunica su Espíritu a aquel a quien ha elegido para una misión. A lo largo de la historia de la salvación, muchos fueron ungidos, es decir, recibieron el Espíritu Santo para una misión; pero Jesús es El Ungido, el que tiene la plenitud del Espíritu, como nadie la tuvo ni antes ni después de Él.
Cada cristiano, como Cristo, ha sido también ungido; cada uno de nosotros ha recibido el Espíritu Santo para vivir en unión con Cristo y participar en su misión.
El bautismo, la confirmación y la comunión, los tres sacramentos de la iniciación cristiana, son los canales privilegiados por los que hemos recibido el Espíritu Santo y hemos sido unidos a Jesucristo.

Signo de unidad

La Misa que estamos celebrando, la Misa Crismal, es una Misa muy especial. En cada diócesis del mundo se celebra una vez al año y en único lugar. Participa en ella, en la medida de lo posible todo el clero, junto al Obispo y delegados de las comunidades parroquiales. Todo ello hace de esta celebración un signo de Unidad.

Más aún, fortalece ese signo de unidad la finalidad especial que tiene esta Eucaristía. Dentro de ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de la Unción de los Enfermos que se utilizarán en nuestra diócesis a lo largo de todo el año, hasta la próxima Misa crismal. Con el Crisma serán ungidos todos los bautizados y confirmados; con el óleo de los catecúmenos, aquellos que están en un camino de preparación al bautismo o, en la celebración del bautismo, antes de recibir el agua bautismal; con el óleo de los enfermos, serán ungidos aquellos que por su estado de salud o edad avanzada necesitan el sacramento de la fortaleza y la esperanza: la Unción de los enfermos.

La Unidad de la Iglesia diocesana no se expresa solo en signos y celebraciones o en el sentir común; se expresa también en la acción, en el caminar juntos, en el que se va construyendo la unidad.

Hacia un nuevo proyecto diocesano

Como Pueblo de Dios, que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres, comenzamos este año la elaboración de un nuevo proyecto diocesano. El 23 de febrero delegados de las 16 parroquias, personas consagradas de las diferentes comunidades, diáconos, presbíteros y obispo, participamos en la primera de tres asambleas diocesanas de este año. Buscamos en este primer momento reconocer luces y sombras en la vida del Uruguay y de la Iglesia. El sábado 4 de mayo tendremos un segundo momento en el que profundizaremos las enseñanzas del Papa Francisco que nos orientan para comunicar la alegría del Evangelio. Evangelizar es y seguirá siendo la misión de la Iglesia. Evangelizando queremos continuar la huella que abrió el primer Obispo de Melo, Mons. José Marcos Semería, de cuya llegada a nuestra diócesis se cumplirán pronto cien años. La tercera instancia de reflexión la tendremos el sábado 12 de octubre, en el marco de la fiesta diocesana, buscando formular nuestros compromisos hacia delante. En todo ello, la memoria de nuestro querido Mons. Roberto será siempre iluminadora y alentadora.

Mes misionero y consagración a María

El mes de octubre nos ubicará también en dos acontecimientos especiales, uno de la Iglesia universal y otro de la Iglesia en el Uruguay. El Papa Francisco ha pedido a toda la iglesia vivir en octubre un “Mes misionero extraordinario”, con el lema “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”. La Conferencia Episcopal Uruguaya, por su parte, ha aprobado la realización de un Congreso Eucarístico Nacional que tendrá su celebración central en octubre de 2020, pero que comenzaremos a vivir en octubre de este año y especialmente en la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, el domingo 10 de noviembre, en la que haremos como Iglesia nuestra consagración a María.

Pertenecemos a Cristo

Como cristianos nunca podemos olvidar -menos aún en este año electoral- que nuestra primera pertenencia y nuestra primera fidelidad la debemos a Cristo. Pertenecemos a una familia y a un grupo social; tenemos una ciudadanía; somos hinchas de un equipo, podemos ser miembros de una agremiación, de un movimiento o de un partido… si realmente pertenecemos a Cristo, es en Él en quien tenemos la clave para discernir sobre lo que realmente humaniza o deshumaniza al hombre; sobre las realidades humanas en las que Dios está presente o ausente. Nadie tiene porque dejar nada, ni salir de donde esté; porque allí donde esté, cada cristiano tiene su misión: descubrir la acción del Espíritu, la obra salvadora de Dios que se abre camino en la historia de los hombres. Y al descubrir esa presencia y esa obra, ponerse -en la medida de sus posibilidades- a colaborar en ella.(1)

Renovación de las promesas de diáconos y sacerdotes

Queridas hermanas, queridos hermanos, en esta Misa hay también otro momento especial, que vamos a vivir a continuación: es la renovación de las promesas sacerdotales y diaconales. Les pido que recen muy especialmente por sus diáconos, sus sacerdotes y su obispo. Más que nunca, en estos tiempos, sentimos nuestra fragilidad. Oren, pues, por nosotros, para que vivamos con fidelidad y entrega generosa las promesas que hicimos al recibir el orden sagrado. Así sea.

(1) Cfr. Conferencia Episcopal del Uruguay, Católicos, Sociedad, Política. Florida, 12 de noviembre de 2003. 

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