jueves, 27 de junio de 2019

En camino con Jesús (Lucas 9, 51-62). Domingo XIII del Tiempo Ordinario.







"Delante hay un camino, por él me voy…"
(Hombre en el tiempo. Armando Tejada Gómez - César Isella)
Muchas canciones hablan de caminos y caminantes. El camino es una recurrente imagen de la vida misma.
A veces, nos va la vida en el caminar. Así lo cuenta el aviador Antoine de Saint-Exupery, el autor de El Principito.
«En la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de dos, tres, cuatro días de marcha, lo único que se desea es dormir. Eso deseaba yo. Pero me decía a mí mismo: Si mi mujer cree que estoy vivo, cree que camino. Mis compañeros creen que camino. Ellos confían en mí. Yo sería un canalla si no camino». (Tierra de hombres).
Recordemos una de las formas en que Jesús se presenta a sí mismo:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6)
“Los del Camino”: así fueron llamados los primeros cristianos, como cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles. En tiempos de Jesús, la gente caminaba. La peregrinación de Nazaret a Jerusalén, cuando Jesús se quedó en el templo, era un viaje a pie, de al menos seis días.
"Nadie camina mejor, te juro,
que aquel que aprende sobre su andar"
(Adiós mi Salto. Víctor Lima.)
La gran escuela que tuvieron los Doce junto a Jesús, fue el camino. Caminando con el maestro fueron viendo su manera de actuar y escuchando su enseñanza. Todo eso se grabó en su corazón… el Espíritu Santo les ayudó después a reconocer lo que habían vivido junto a Jesús, a interpretarlo desde la fe y a elegir de nuevo seguir al Señor en el camino, aunque ya no estuviera él en la misma forma, caminando delante de ellos.

Este domingo el evangelio nos presenta cuatro sucesos de camino. Los introduce diciéndonos que Jesús ha emprendido el viaje hacia su pasión y su cruz. No olvidemos ese telón de fondo sobre el que se recortan los cuatro episodios:
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén.

El primer suceso es un rechazo:
Entraron en un pueblo de Samaría ... Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Los discípulos reaccionan de manera terrible:
¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?
Proponen un castigo de extrema y desproporcionada violencia… piden que esa aldea sea tratada como Sodoma y Gomorra, donde se había violado la muy sagrada ley la de la hospitalidad; pero aquellas ciudades no fueron castigadas por negarse a recibir a los viajeros, sino por pretender abusar de ellos.
Los samaritanos no quieren recibir a Jesús porque Él se dirige a Jerusalén… Parafraseando a la mujer samaritana que, ella sí, terminó escuchando a Jesús, podríamos pensar que ellos le dicen: “¿Cómo tú, que eres judío, que vas a Jerusalén al templo y no adoras a Dios en nuestro monte, nos pides a nosotros, los samaritanos, que te recibamos?”
Jesús no entra aquí en diálogo porque hay que seguir el camino; pero no sigue el impulso violento de sus discípulos y los reprende.

Los otros tres episodios se relacionan con ir o no ir con Jesús por el camino.
"Porque el camino es árido y desalienta..."
(Canción de caminantes. María Elena Walsh)

- Uno quiere seguirlo sin medir lo que significa
¡Te seguiré adonde vayas!
Jesús enfría ese entusiasmo, haciendo ver las exigencias de ir con él:
«el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza»
La iniciativa del llamado la tiene Jesús. Aquí hay algo que a veces nos cuesta entender… la vocación es iniciativa de Dios. Él llama: yo respondo sí o no, ejerciendo mi libertad; pero la “auto vocación” es un autoengaño.

Camino que atrás dejamos nos va siguiendo, siguiendo
Los otros dos, sí, son llamados por Jesús, pero quieren que sea “para después”:
«Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre»
«Permíteme antes despedirme de los míos»
Jesús pide una respuesta inmediata, como la de los primeros discípulos. El les dijo “síganme”
Y ellos, dejado sus redes, lo siguieron. (Marcos 1,18)
Por eso amonesta a los renuentes:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
«El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Voy, voy, por algo soy caminante.
Guitarra de medianoche. Horacio Guarany
Jesús vivió su misión en la tierra con un sentido de urgencia. Por un lado, porque él mismo sentía que tenía poco tiempo; por otro, pensando en quienes se iban a perder si no recibían el anuncio a tiempo.
La imagen de la cosecha que está ya pronta para ser levantada, evangelio del domingo siguiente, es muy clara:
“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Lucas 10,2).
Hace años, leyendo ese pasaje del evangelio con un grupo de agricultores, uno me explicó muy claramente de qué se trataba: “Si Ud. tiene una cosecha para levantar, lo tiene que hacer lo más pronto posible; si se pasa, puede llegar a perder todo, porque de repente llueve y ya no puede entrar, o el cultivo se apesta…”

El tiempo de Jesús se acorta; la pasión está cercana; por eso, la urgencia se hace más grande.

A veces nosotros necesitamos ser invadidos por la urgencia de Jesús, para que nuestra vida no se pierda… hay cosas verdaderamente importantes que, sin embargo, postergamos… “todavía no, todavía no…” No podemos jugar con eso: puede que un día nos demos cuenta de que ha llegado el “ya no”: ya no es posible.
Hagamos nuestro “ahora sí”. Respondamos al llamado de Jesús al encuentro con Él, al reencuentro con los hermanos, a la reconciliación con la persona de la que me he alejado; al paso de conversión que vengo postergando, a aquello importante que dejo sepultar por lo aparentemente urgente. “Ahora sí”. Una y otra vez: “un paso… y otro paso… caminar y caminar”.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Bendiciones para el camino a lo largo de esta semana, y hasta la próxima si Dios quiere.


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