jueves, 20 de junio de 2019

“Hagan esto en memoria mía” (1 Corintios 11,23-26). Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.






En enero de 1680 el portugués Manuel Lobo, gobernador de Río de Janeiro, llegó hasta la costa del Río de la Plata, frente mismo a Buenos Aires y fundó allí una población con el nombre de Colônia do Santíssimo Sacramento.

Esa fundación portuguesa en territorios coloniales de España se inscribía en una larga pulseada de lusitanos y españoles por el dominio de América.

Tras muchos avatares, aquel poblado siguió existiendo. Hoy es la ciudad de Colonia del Sacramento o simplemente “Colonia”, capital del departamento de ese nombre. Su casco histórico, orgullo de los uruguayos, en 1995 fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la humanidad.

“Colonia del Sacramento”… ¿Por qué ese nombre? ¿De qué sacramento se trata? En la Iglesia Católica se celebran siete sacramentos, desde el bautismo hasta la unción de los enfermos… pero aquí se trata del “Santísimo” Sacramento: aquel en el que quien lo recibe o lo adora, está recibiendo o adorando al mismo Jesús, realmente presente.

Es el sacramento que Jesús instituyó en la última cena, tal como recuerda san Pablo en la segunda lectura de esta fiesta. Ese pasaje de la primera carta a los Corintios es el escrito más antiguo que se conserva respecto a la Eucaristía:
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía.»
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
La comunidad de los discípulos de Jesús, la Iglesia, siguió celebrando la Cena del Señor. Al gesto central indicado por Jesús, en relación con su cuerpo y su sangre, se juntó el Pan de la Palabra, es decir, las lecturas bíblicas y otros ritos. La primitiva comunidad cristiana llamaba a esta celebración “la fracción del pan” y también “la liturgia”. Otros nombres se fueron agregando: el “sacrificio eucarístico”, es decir, de acción de gracias y la palabra Misa, que nos viene del latín y se utilizaba ya en época del Papa San Gregorio Magno, fallecido en el año 604.

En cada Misa, el sacerdote invoca al Espíritu Santo sobre el pan y el vino que han sido presentados y repite las palabras de Jesús en la última cena, pidiendo que ese pan y ese vino sean cuerpo y sangre de Cristo. En la Iglesia Católica creemos que esa presencia permanece más allá de la celebración, siempre que el pan y el vino consagrados mantengan sus propiedades, es decir que no se alteren. Por eso, las hostias consagradas que son el cuerpo de Cristo son guardadas en el sagrario, quedando disponibles para la comunión de los enfermos. Cuando entramos a una Iglesia fuera del horario de Misa, lo primero que deberíamos buscar es dónde está el sagrario. Si hay al lado de éste una luz encendida, eso nos indica que allí está la presencia de Jesús.

Esa presencia de Jesús fue despertando una gran devoción. En el siglo XIII, una mujer belga, Santa Juliana de Monte Cornillon promovió que se celebrara una fiesta especial en honor del Santísimo Sacramento. Así nació la celebración del Corpus Christi, que hoy llamamos “Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”. Al principio se celebraba solo en algunas diócesis. En el año 1264 el Papa Urbano IV la extendió a toda la Iglesia.

Este domingo, precisamente, se celebra en Uruguay la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. En otros países se celebra el jueves, no el domingo. La celebración consiste básicamente en la Misa, seguida de una procesión en la que se lleva el Santísimo en un aparato que se llama “ostensorio”, porque ostenta, es decir, muestra la Hostia consagrada. La procesión termina en una Iglesia, donde el sacerdote o el obispo que preside imparte la bendición con el Santísimo Sacramento.

En el siglo XIX comenzaron a celebrarse Congresos Eucarísticos, tanto nacionales y como internacionales. Desde entonces son un momento de encuentro de la comunidad creyente en torno a la presencia de Jesús en la Eucaristía, para profundizar en ese misterio, presentarlo al mundo, adorarlo y alabarlo.

Los congresos eucarísticos internacionales fueron tomando diferentes temas y procurando despertar o fortalecer aspectos de la fe: la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la importancia de la comunión frecuente, la dimensión misionera, la comunión de toda la Iglesia, la relación entre María y la Eucaristía, la apertura a los problemas del mundo contemporáneo, la dimensión ecuménica y el diálogo interreligioso. El primer congreso internacional se celebró en 1881 en Francia y el más reciente, quincuagésimo primero, en 2016, en Las Filipinas.

En Uruguay se han celebrado algunos congresos diocesanos y cuatro nacionales. Vamos en camino al quinto. Mons. Mariano Soler convocó en Montevideo, en 1894 y 1900, los dos primeros congresos nacionales. Después de algunos intentos que no cuajaron, el tercer congreso se realizó también en la capital, convocado por una carta pastoral que firmaron los cinco obispos de aquel tiempo: Francisco Aragone, arzobispo de Montevideo; Tomás Camacho, obispo de Salto; Miguel Paternain, obispo de Florida-Melo y los coadjutores de Montevideo y Salto, Antonio Barbieri y Alfredo Viola.

Para recuerdo del congreso de 1938, Mons. Paternain creó una nueva parroquia en la Diócesis de Florida-Melo, a la que llamó Santísimo Sacramento, en la ciudad de Vergara, que celebra su fiesta patronal el próximo domingo.

Pasaron muchos años hasta que, en el centenario del segundo congreso y con motivo del Gran Jubileo del año 2000, fue la ciudad de Colonia la anfitriona del IV Congreso Eucarístico Nacional. Entre las muchas cosas que quedaron para memoria de aquel evento, está el hermoso himno:
Compañero del camino, que te entregas hecho pan
Jesucristo, vida plena para todo el Uruguay.
En nuestros días, los Obispos uruguayos decidimos invitar a todo el Pueblo de Dios que peregrina en Uruguay a celebrar el V Congreso Eucarístico Nacional, del 16 al 18 de octubre del próximo año 2020, con la finalidad de renovar nuestra fe, de modo especial en el misterio eucarístico.
Antes de octubre de 2020 habrá una serie de actos, tanto a nivel nacional como en cada diócesis, formando un camino que culminará con la gran Eucaristía final.

Lo importante para los cristianos es, como decían los Obispos uruguayos en el año 2000,
“reconocer a Jesús Resucitado en la fracción del pan. (…) para lograrlo, antes, hemos de reconocerlo en la Palabra que él pronuncia en nuestro corazón; en nuestros hermanos más pobres y excluidos de la sociedad; en la comunidad y en la celebración litúrgica donde se hace presente y en los gestos de solidaridad” (CEU, “Jesucristo vida plena para el Uruguay”, 15)
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

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