El sábado 24, en el programa “Qué bien se está aquí” de
Radio María, tuvimos la visita del P. Stéfano Macchi, salesiano italiano que
vive en Turín. Su madre nació en Montevideo, pero se casó con un italiano, de
modo que Stéfano ha vivido siempre en Italia, aunque entró al país con su pasaporte
uruguayo. Parte de la familia sigue viviendo en Uruguay.
- Padre Stéfano ¿qué es lo que te ha traído por estos
pagos?
- Vine por aquí en este mes de agosto, no tanto por los
vínculos familiares. De hecho, es la primera vez que vengo a Uruguay sin quedarme
mucho con mi familia… solo estuve con ellos el día de la llegada y pasaré los
últimos días antes de regresar a Italia. Conociendo las dificultades de Uruguay
y, sobre todo, de la diócesis de Melo para encontrar sacerdotes, le di mi
disponibilidad a Mons. Heriberto y le pedí permiso a mi superior en Italia para
estar aquí este mes.
- Tu presencia permitió atender un poco más algunas
realidades que no cuentan con la presencia de un sacerdote con toda la
frecuencia que sería de desear, como la Obra Social Salesiana Picapiedras y la
Fazenda de la Esperanza. ¿Cómo han sido esos encuentros?
En Picapiedras el encuentro ha sido excelente, tanto con los
educadores como con los niños, los “gurises”. Estuve hablando y escuchando,
sobre todo a los educadores en algunos encuentros de ellos y estuve también
jugando, merendando y cenando con los niños y los jóvenes de estos centros.
Siempre me sentí en casa. Se percibe el vínculo con los Salesianos, a pesar de que
ellos se fueron de aquí hace algunos años.
- Así es, pero la Obra continúa teniendo el sello
Salesiano. Hay un sacerdote, el P. Walter, que viene mensualmente de Rivera y
se queda dos o tres días. Para la obra fue una alegría tener así a un salesiano
cerquita y muy disponible. Por otra parte, la Fazenda. Allí se trata de que
haya Misa diariamente, lo que no es posible para nosotros. Tu presencia
permitió que tuvieran la Eucaristía un poco más frecuente, pero también más
tiempo para la escucha y aún para la confesión. ¿Cómo fue todo allí?
- La experiencia ha sido muy buena. Yo me sentí en casa
también con ellas, tanto en Misa como en otros momentos informales, escuchando
las experiencias de las chicas. Me parece que la relación con ellas ha nacido y
ha empezado bien… no sé si vamos a poder seguir a la distancia con ellas, pero
al menos ha empezado bien.
- Hoy tenemos toda una facilidad de comunicación. Ojalá
sea posible llegar al menos con un mensaje breve, que siempre hará bien.
Por otra parte, también acompañaste un encuentro de
parejas, varios sacerdotes te pidieron suplencias… estuviste en Río Branco, en
parroquias de Melo, especialmente S. Domingo Savio y también fuiste con el
Obispo a Treinta y Tres y lo acompañaste durante la visita del Nuncio a la
Fazenda de la Esperanza.
Pero hay otro tema del que queremos hablar aquí y es tu experiencia
misionera en Pakistán y en Madagascar. Pakistán es el país donde fuiste
primero, por un año… una realidad muy diferente a la de Italia y a la de
Uruguay.
- Hay muchas diferencias, pero lo que yo traje en el corazón
y en la memoria es que Pakistán es un país lindísimo… tiene 207 millones de
habitantes y casi 800.000 km2, más del doble de Italia… pero es doble
en todo. La comparación que yo hago es: el Mediterráneo de Italia frente al
océano Índico; los Alpes de Italia, con el Himalaya, que tienen el K2, de más
de 4.000 metros…
Todo es muy extremo. No solo por los extremismos de los que
hablan los diarios; la naturaleza es muy buena y tiene de todo, desde lo
tropical hasta lo templado y frío del norte; hay frutas de todo tipo.
En cuanto a la gente, esta experiencia me dio mucho para
reflexionar. Me encontré con musulmanes que son personas como todo el mundo,
que se esfuerzan y trabajan día a día por tener algo mejor. Extremistas, sí,
hay, y violencia también, mucha… y lo peor es que hay medios para que esta
violencia sea aún más fuerte de lo que puede ser en otros países. Lo primero que
tenemos que entender es que no es la religión lo que hace alguna diferencia en
eso, sino los medios que la gente quiere usar para llegar a su bien. Eso creo
que es la diferencia más fuerte.
- Me imagino que una diferencia importante es la lengua…
Sí, pero no solo hay una lengua diferente sino varias. El
idioma oficial es el urdu; todos tendrían que estudiarlo y entenderlo; pero
para algunos pakistaníes no es su lengua madre, porque tienen su propio idioma.
Hay cuatro o cinco idiomas principales. A oriente y occidente, norte y sur
están pueblos diferentes, con culturas distintas y eso hace que entre ellos no
siempre se entiendan muy bien.
Con respecto a la religión, Pakistán dice “nosotros somos el
primer país que nació como país islámico”. Eso es verdad, porque en 1947,
cuando hubo la partición entre India y Pakistán, ellos eligieron ser un país
musulmán. Aparte de eso, hay formas diferentes de vivir el Islam entre los
mismos pakistaníes; los que están más cerca de la cultura de la India lo viven
de una forma, los más cercanos a Afganistán de otra; los uzbekos, que son sobre
todo chiitas, de otra.
- De Pakistán, a Madagascar…
Eso no fue enseguida. Después de Pakistán estuve seis meses
en Roma intentando ayudar a nuestro Consejero general para las Misiones; pero
era mucho trabajo de oficina y yo no me encuentro bien con eso. Él mismo dijo
“bueno, te voy a enviar a otro lado” y así llegué a la provincia nuestra de
Madagascar.
-Madagascar es la isla grande que está al sureste de
África. El nombre oficial del Estado que abarca toda la isla es “República
Malgache”
Madagascar está separada de África por el canal de
Mozambique; pero los malgaches no se consideran parte de África. Cuando aparece
una persona más morocha, de piel más oscura, le dicen “tú eres africano”, aún
entre ellos mismos. Históricamente parece que también es verdad, porque su
lengua y su aspecto se parecen mucho más a los de la gente de extremo oriente,
de Indonesia. Los estudiosos dicen que su idioma tiene raíces de esos lados,
tan lejos de ahí.
Ese es el país más pobre que he podido conocer, incluso más
pobre que otros países de África en los que estuve algún corto tiempo. Pobreza
material, pero riqueza en humanidad. Una característica de los malgaches es
buscar no tener ningún conflicto entre ellos. Siempre están dispuestos a decir “sí,
está bien”… incluso si no te entendieron, o hasta si no están de acuerdo, dicen
“sí, está bien”, para evitar el conflicto. Después siguen haciendo lo que
piensan ellos; es una forma de vivir, pero también una forma de pensar y
relacionarse entre sí.
- Y ahora, de misión por Cerro Largo…
Me suena raro hablar de “misiones”… el Papa Francisco dice a
menudo que todos somos misioneros. Uno se puede ir a un país más pobre como
Madagascar, con situaciones muy particulares, pero de hecho somos misioneros
también en casa. Aquí en Melo me siento también en casa, porque en todo este
mes que estuve aquí me han recibido muy bien y me encontré muy bien con todo el
mundo. Hay diferencias entre Madagascar, Melo, Turín, pero la gente es siempre
gente, buscando la felicidad.
- ¿Hay algún mensaje que quieras dejarnos, después de
estos días entre nosotros?
Bueno, yo no he encontrado en ningún lado la sociedad
perfecta… Lo que puede servir para todo el mundo es seguir buscando sus propios
sueños, seguir buscando su felicidad, teniendo en cuenta que siempre estamos en
relación; por lo tanto, no se trata de encontrar mi felicidad solo, o mi sola
felicidad; nuestra felicidad siempre va a estar unida a la de quienes están al
lado nuestro.
- Ahora viene el regreso… tal vez hay que explicar que en
el hemisferio norte setiembre es como nuestro mes de marzo: allá comienza el
otoño y comienzan las clases. Agosto es como enero, vacaciones de verano. Así
que ahora vas para el comienzo de un año lectivo. ¿Qué te espera en Turín?
¿Cómo ves este nuevo año?
- Va a ser bastante interesante… el año pasado se enfermó un
hermano que atendía un oratorio y un centro juvenil, en fin, toda la pastoral
juvenil de una zona. El provincial me pidió que, sin dejar lo que yo estaba
haciendo, me hiciera cargo de eso. Fue un año muy intenso. Este año no voy a
tener más toda esa parte. Voy a seguir siendo rector de una iglesia, que es casi
como ser párroco y estaré como presencia salesiana en un club de básquetbol, que
tiene desde chiquilines desde 5-6 años, que recién conocen una pelota liviana,
hasta los más grandes que juegan en tercera división y que pueden tener hasta
30-35 años. Estoy allí para acompañarlos y recordarles que si el equipo se
llama “Don Bosco” no puede ser un equipo como cualquier otro. Todo esto, además
de ayudar al nuevo encargado del oratorio y centro juvenil.
- Eso de acompañar el club de básquetbol ¿incluye también
practicar ese deporte?
- No, soy demasiado pequeño para el básquetbol…
- (Risas: el P. Stéfano es realmente alto)
- …y sobre todo tengo 50 años y los huesos lo sienten y se
siente también los kilos de más.
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