martes, 12 de noviembre de 2019

“Gracias a la constancia salvarán sus vidas” (Lucas 21,5-19). Domingo XXXIII del Tiempo durante el año.







En 1939, el Club Atlético Policial organizó la primera Vuelta Ciclista del Uruguay, considerada la carrera por etapas más antigua de América. Actualmente es organizada por la Federación Ciclista Uruguaya.
El ciclismo es un deporte exigente. Además del entrenamiento cotidiano, a la hora de la prueba hay que sostener el esfuerzo y trabajar en equipo, para mantenerse en el empeño y alcanzar la meta. A veces triunfa el cansancio y un corredor abandona la carrera. Otros tienen la misma tentación, pero perseveran en la lucha, completando el recorrido.
El deporte refleja lo que acontece en la vida. Corremos o caminamos movidos por nuestro anhelo de felicidad y pronto encontramos los obstáculos, las contradicciones, los cansancios, la tentación de abandonar.
Nunca te entregues ni te apartes junto al camino
nunca digas “no puedo más y aquí me quedo”
así escribía a su hija Julia el poeta José Agustín Goytisolo.

¿Cómo vamos haciendo ese camino de nuestra vida? ¿en solitario o con otros?
Hay una dimensión personal que no podemos pasarle a los demás. No podemos ser llevados por ellos; tenemos que caminar. En el ciclismo, los corredores cambian posiciones, como los pájaros en vuelo, para alternarse en el esfuerzo de pedalear directamente contra el viento; pero ni el pájaro deja de batir sus alas, aunque tenga otro delante que corte el viento, ni el ciclista que queda resguardado puede dejar de hacer su propio esfuerzo.
Goytisolo sigue diciéndole a su hija:
otros esperan que resistas, que les ayude tu alegría
que les ayude tu canción entre sus canciones.
El Concilio Vaticano II enseña que
“fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo” (Lumen Gentium 9).
La meta de la marcha no es que unos lleguen primero y otros no lleguen, sino ayudarnos a llegar juntos, apoyándonos unos a otros, socorriéndonos en nuestra debilidad.
“Otros esperan que resistas”: la perseverancia, la constancia de cada uno ayuda a la perseverancia de los demás.

“Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas” dijo Jesús a sus discípulos en la última cena. Son las palabras más hermosas que puede escuchar un seguidor de Jesús; son las que yo mismo quisiera oír un día y las que yo quisiera que cada uno de nosotros pudiera escuchar de Jesús al comparecer en su presencia al final de nuestra vida.

El evangelio que escuchamos este domingo concluye con un mensaje de ese estilo; pero antes de esa conclusión, Jesús presenta un panorama apocalíptico, en todos los sentidos de esa palabra: (dice Jesús)
Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

Guerras, catástrofes y fenómenos cósmicos inquietantes. El libro del Apocalipsis desarrolla mucho más esto que Jesús describe en pocas palabras. Sin embargo, apocalipsis no es sinónimo de desastre. Apocalipsis significa “revelación”. Ese libro y los pasajes de ese estilo que encontramos dispersos en la Biblia son mensajes de consuelo. En medio de la catástrofe, de la persecución, de la incertidumbre, Dios asegura su intervención salvadora. Los mensajes apocalípticos no deben desanimarnos -para eso alcanza con mirar los informativos- sino, al contrario, ayudarnos a ver el otro lado de la historia, el lado que está escondido y que es revelado para sostener nuestra esperanza.

Jesús comienza anunciando un desastre que efectivamente ocurrió: la destrucción del templo de Jerusalén. El templo, lugar sagrado por excelencia para los israelitas, signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, fue destruido en el año 70 por el ejército romano, al mando del futuro emperador Tito. De aquel templo quedó en pie el llamado “muro de las lamentaciones”, que es hoy el lugar más sagrado del judaísmo.
Frente a los anuncios de Jesús, los oyentes se inquietan y preguntan:
«Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»
La respuesta de Jesús no entrega la información que se le pide, sino que llama a tener una actitud cuidadosa frente a los signos que se van a ir presentando y a las voces que se van a ir oyendo: es necesario el discernimiento:
«Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».
Muchas veces, a lo largo de más de veinte siglos de cristianismo, se alzaron voces anunciando un fin inminente que, luego, no se produjo. El mismo Jesús, en otro pasaje del Evangelio, dice claramente: “nadie sabe el día ni la hora”.

En el marco de las pruebas que atravesará toda la humanidad, Jesús anuncia las que sufrirán especialmente sus discípulos:
…los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Jesús da un porqué de esas persecuciones que muy pronto se desataron en todo el imperio romano, a medida que la fe cristiana se fue extendiendo. Persecuciones que, en distintas formas y lugares han continuado en el tiempo. “Esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí”, dice Jesús y promete que Él mismo sostendrá a quienes sean llamados a dar ese testimonio en medio de la persecución. Ellos serán los mártires. Mártir significa “testigo”; pero la palabra expresa hoy el testimonio dado con la entrega de la propia vida.
  • Discernir, 
  • ser testigo de Cristo, 
  • perseverar: 
Son las tres actitudes a sostener en medio de todas las tribulaciones del mundo. Actitudes para sostener en comunidad, caminando juntos. La palabra de Jesús concluye, con fuerza consoladora:
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Amigas y amigos, hoy se celebra la jornada mundial de los pobres. El mensaje del Papa Francisco se puede leer en la entrada anterior. Recojo algunas frases: “a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza”, “los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos”; “son personas a las que hay que ir a encontrar”; “poco se requiere para devolver la esperanza: basta con detenerse, sonreír, escuchar”.

Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

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