viernes, 10 de diciembre de 2021

“Viene uno que es más poderoso que yo” (Lucas 3,10-18). III Domingo de Adviento.

 

 

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (Evangelii Gaudium, 1). 

Así comienza el Papa Francisco uno de sus primeros grandes mensajes, que tiene por título Evangelii Gaudium, precisamente, “la alegría del Evangelio”.
En un mundo donde muchas personas piensan que la religión es un impedimento para ser feliz, este y otros mensajes nos llaman a vivir siempre la alegría de la fe.
De todo esto nos habla hoy la Palabra de Dios.
“Gaudete”, alégrense, es el título que se da a este tercer domingo de adviento. En la Palabra de Dios encontramos esa exhortación a la alegría. Así comienza, por ejemplo, la primera lectura:

¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel!
¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! (Sofonías 3,14-18a)
A esa invitación respondemos con la antífona del salmo:
¡Aclamemos al Señor con alegría! (Salmo responsorial, Isaías 12, 2-6)
Y san Pablo, en su carta a los Filipenses, reafirma todos esos llamados diciendo:
Hermanos: Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. (Filipenses 4,4-7)
Todo en este domingo llama a la alegría y la razón que nos da san Pablo para ello es: “el Señor está cerca” y entonces, dice Pablo:
La paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. (Filipenses 4,4-7)
Todo llama a la alegría… hasta que llegamos al evangelio. Allí cambia el tono. Nos encontramos con Juan el Bautista, con su vida austera y su predicación que anuncia el juicio, señalando qué es lo que debemos hacer… y allí no dice nada de “alégrense”.
Sin embargo, si leemos este evangelio en la clave que nos dan las otras lecturas, también en las indicaciones de Juan el Bautista podremos encontrar una pista para alcanzar la verdadera alegría.
Una de esas pistas está en el abandono de toda soberbia y el reconocimiento de nuestros límites. La humildad. Leamos con atención el mensaje de Juan a dos grupos que se acercan a él: los publicanos y los soldados. Unos y otros están fuera de los esquemas religiosos de la época. Pero, como decíamos el domingo pasado, Lucas afirma, citando al profeta Isaías, que “Todos los hombres verán la salvación de Dios”.
Al igual que la gente que se acerca a Juan, cada uno de estos grupos le hace la misma pregunta:
«¿Qué debemos hacer?»

Preguntar qué debo hacer, qué tengo que hacer en la vida, solo es posible desde la humildad de reconocer que no tengo todas las respuestas y que necesito que alguien me guíe en la vida.
Pero a partir de ese reconocimiento, tengo que estar abierto a lo que pueda traerme esa respuesta. Todos recordamos a aquel hombre que corrió detrás de Jesús para preguntarle: 

“Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” (Mateo 19,16-30; Marcos 10,17-31; Lucas 18,18-30)

pero cuando escuchó la respuesta se alejó entristecido “porque tenía muchos bienes”. Quien se arriesga a preguntar al hombre de Dios qué es lo que debe hacer, debe estar dispuesto a un cambio de vida.
A la gente que pregunta, Juan le responde llamando a la solidaridad:

«El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto.»
Es muy concreto: el que tiene algo que puede compartir, que lo comparta con el que no tiene.
A los publicanos, recaudadores de impuestos, Juan les responde:
«No exijan más de lo estipulado.»
Parece poco, pero sigue siendo algo concreto. Más adelante, en el mismo evangelio de Lucas, el encuentro con Jesús llevará a Zaqueo, jefe de los cobradores de impuestos, mucho más lejos:
«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.» (Lucas 19,8)
Para los soldados, Juan tiene también una respuesta:
«No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo.»
Por aquí van los consejos de Juan. A nadie le pide que cambie de trabajo o de lugar en la sociedad, sino que cambie de actitud en cosas muy determinantes. Un cambio en nuestra relación con lo que tenemos y en nuestra relación con los demás. Un cambio que no es simplemente ponernos otras reglas para regir nuestra vida, sino un cambio que involucra nuestra relación con Dios.
No nos olvidemos del sentido del mensaje de Juan: preparar el camino para Jesús que viene. Esos cambios de conducta están en relación con esa espera. No se trata de algunas pautas para una vida más pacífica en la sociedad, aunque también puedan tener ese efecto benéfico. Se trata de algo más profundo: ese cambio de vida, esa conversión está aplanando el camino para que el Salvador llegue a nuestros corazones.
Juan anuncia:
«Yo los bautizo con agua,
pero viene uno que es más poderoso que yo…
él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.» (Lucas 3,10-18)
El fuego… En su primera carta a los Corintios, san Pablo dice:
“el fuego probará la obra de cada cual” (1 Corintios 3,13)
Jesús trae un fuego que purifica, que quema todo aquello que sobra, que está de más… Juan el Bautista anuncia el juicio de Dios con la imagen de la trilla. Terminada la cosecha, el Señor recogerá el trigo en su granero,
«Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible.» (Lucas 3,10-18)
Nuestro pasaje del evangelio concluye con un resumen:
Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia. (Lucas 3,10-18)
Esa es la última palabra de las lecturas de hoy: evangelio, la buena noticia de la salvación. El motivo final de la alegría.
Recemos juntos:
Dios y Padre nuestro,
que acompañas bondadosamente a tu pueblo
en la fiel espera del nacimiento de tu Hijo,
concédenos festejar con alegría su venida
y alcanzar el gozo que nos da su salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

En esta semana

-    El 12 de diciembre normalmente celebramos a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la diócesis de Canelones. No lo haremos este año, por coincidir con el tercer domingo de adviento, que prevalece sobre esta fiesta mariana.
-    En el año 1607, Hernando Arias de Saavedra, Hernandarias, gobernador del Río de la Plata, exploraba las costas uruguayas y llegó a la desembocadura de un importante río. Era el día de Santa Lucía, y ese fue el nombre que recibió y sigue llevando esta corriente de agua que nace en las sierras de Minas. Del río toma su nombre la ciudad de Santa Lucía y, si bien su parroquia está dedicada a San Juan Bautista, hay en ella una capilla dedicada a la Virgen y Mártir cuya fiesta se celebra el 13 de diciembre.
-    14 de diciembre: San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
-    El 15 de diciembre, Mons. Orlando Romero, obispo emérito de Canelones, recuerda los 64 años de su ordenación sacerdotal. Felicitamos a Mons. Orlando y agradecemos el testimonio de su vida de entrega al Señor y a los hermanos.
-    El 16 de diciembre comienza la novena de Navidad, con la que nos preparamos a celebrar esta gran fiesta cristiana.
-    162 años cumple la congregación salesiana, que fue fundada el 18 de diciembre por san Juan Bosco.

Jóvenes en misión: colombianos y diocesanos

Cuatro jóvenes de Medellín, Colombia, integrantes de un grupo que se llama “La Mirada de Dios”, llegarán a partir del 13 de diciembre a nuestra diócesis, para desarrollar una misión de Adviento, principalmente en las parroquias de Tala y Pando. Varios jóvenes de nuestra diócesis se han inscripto para trabajar junto con ellos. Recemos por los buenos frutos de esta iniciativa.

Fundación Mons. Orestes Nuti

La fundación Mons. Nuti, creada para apoyar las instituciones educativas católicas de nuestra diócesis -especialmente las más pequeñas y con más dificultades para autosostenerse- ha puesto a la venta un calendario 2022, que Uds. pueden adquirir en las parroquias de nuestra diócesis.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Sigamos viviendo intensamente este tiempo de adviento. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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