Homilía en la Misa celebrada en el Monasterio de la Visitación de Santa María,
Progreso, Canelones, 24 de enero de 2022.
“Los avestruces nunca vuelan; las gallinas vuelan, pero con pesadez, muy bajo y raras veces; las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan muchas veces, con gran velocidad y muy alto.”Estas observaciones, que podrían haber salido de la pluma de un escritor criollo como, por ejemplo, el Viejo Pancho, las encontramos en cambio en la Introducción a la Vida Devota, de san Francisco de Sales. Vamos a ir enseguida al asunto que quiere ilustrar con esas expresiones el fundador de las salesas. Solo detengámonos antes en ese lenguaje sencillo, ese ejemplo que todos podemos entender. Ahí está la voluntad de comunicar, de compartir lo que se ha aprendido tanto en el estudio como en la vida y, en especial, en la vida espiritual.
Porque de eso se trata. La Introducción a la Vida Devota quiere poner al alcance de los fieles un tesoro, aquel tesoro escondido en el campo por el que un hombre vendió todo, o la perla finísima, por la que el mercader vendió todas las otras para poder comprarla.
Francisco usa los tres tipos de aves para explicar tres grandes escalones en la vida espiritual.
Los avestruces son los pecadores sin conversión ni arrepentimiento. Si no cambian su vida, jamás volarán hacia Dios, porque su camino irá siempre en la tierra y por la tierra.
Las gallinas, las gallinas… -y a lo mejor nos sentimos tocados por esa comparación- son las personas buenas pero que todavía no han llegado a la verdadera devoción. Estas personas, dice Francisco,
“vuelan alrededor de Dios con sus buenas obras, pero pocas veces, con lentitud y pesadez”.
Personas buenas, que tratan de no hacer mal a nadie, que no quieren ni seguir ni entrar en una vida de pecado, pero que, cuando se trata de hacer el bien… se mueven con lentitud y pesadez.
Ojo: son personas buenas, dice Francisco, porque tienen caridad. La caridad está presente en su vida; pero falta la devoción.
Entonces ¿qué es la devoción? Oímos a mucha gente decir, o uno mismo dice, “yo soy muy devoto de la Virgen de Lourdes” o “yo soy muy devoto del Padre Pío”. Yo entiendo que queremos decir que recurrimos a Nuestra Señora de Lourdes o a San Pío de Pietrelcina o a otro santo o a otra advocación mariana, con cierta frecuencia. Que los sentimos como protectores de nuestra vida, de nuestra familia. Vamos los 11 a la Gruta o el 23 a un grupo de oración. Todo eso está bien, siempre que eso complemente nuestra vida de fe; porque en el centro de la vida cristiana tiene que estar Jesucristo. La Santísima Virgen, los Santos están para ayudarnos a ir a Jesús, a escuchar y a poner en práctica su Palabra… y por allí nos vamos encaminando a lo que san Francisco de Sales llama “la verdadera devoción”. Él la explica así:
“para ser devoto es necesario, además de tener caridad, ejercitarla con actividad y prontitud”.
Esto, dicho así, no parece tan difícil. Parece algo que se puede lograr con un poco de voluntad y de entusiasmo. Sin embargo, la verdadera devoción que propone Francisco no es un impulso que hace que, por una vez, realicemos con ganas una obra buena y después nos quedemos tranquilos en el gallinero.
Francisco nos describe la verdadera devoción como algo que impregna toda la vida de la persona, sea cual sea su estado de vida, su condición, su oficio. En cada persona tomará formas distintas, pero la base es la misma: es una disposición del alma para hacer siempre el bien, una y otra vez, con ganas, diligencia y prontitud.
La Introducción a la Vida Devota nos presenta un camino para el alma, un proceso que empieza por la purificación, por desprendernos de todo lo que pesa dentro de nosotros, de todo lo que hace que nos arrastremos y no podamos levantar vuelo. Alcanza con leer los títulos de algunos capítulos para darnos cuenta por dónde va esto:
Comenzar por la purificación del alma, pidiendo perdón por los pecados mortales, por medio del sacramento de la reconciliación. Desprendernos de cualquier afecto al pecado; porque no ayuda dejar de hacer lo que está mal, si seguimos recordándolo como algo que nos gustaría volver a hacer. Para esto, Francisco propone varias meditaciones que ayudan a ponernos en presencia de Dios considerando que somos sus creaturas y todo lo hemos recibido de Él. La purificación avanzará al ir desapegándonos no sólo de lo que está mal, sino también de las malas inclinaciones y de todo aquello que es inútil y peligroso para nuestra vida espiritual.
Toda esa purificación, desprendimientos, desapegos son como preparativos para el vuelo. Ir soltando lastre, liberándonos de todo lo que nos arrastra a llevar la vida del avestruz o, en el mejor caso, a quedarnos como gallinas, algunas veces volando, pero bajo y corto.
Entonces ¿cómo levantar vuelo? ¿cómo levantar el corazón a Dios? Mediante la oración y los sacramentos. Ese es el tema de la segunda parte de la Introducción. En el centro de la oración está la contemplación de la vida y de la pasión de Jesús. Dice Francisco:
“Contemplándolo con frecuencia, en la meditación, toda tu alma se llenará de Él; aprenderás su manera de conducirse, y tus acciones se conformarán con el modelo de las suyas.”
A continuación, sigue la presentación de un método para preparar y realizar esas meditaciones, así como varios consejos respecto a la participación en la Santa Misa, la comunión, la confesión, la veneración de la Virgen y de los Santos, la lectura de la Palabra de Dios y de buenos libros de espiritualidad.
La tercera parte está dedicada a las virtudes, comenzando por la paciencia, la humildad exterior e interior, la amabilidad, la dulzura, la obediencia, la castidad, la pobreza de espíritu, la verdadera amistad, la honestidad, el respeto a las personas y muchos consejos de distinto tipo. Finalmente, las dos últimas partes de la obra se titulan, respectivamente: “los avisos necesarios contra las tentaciones más ordinarias” y “Ejercicios y avisos para renovar el alma y confirmarla en la devoción”. O sea, prevenirse de los desvíos y fortalecerse en el camino.
No puedo dejar de mencionar que ayer, 23 de enero, se cumplieron 450 años del nacimiento de santa Juana Chantal, nacida en 1572. El 28 de diciembre de 1622, en la ciudad de Lyon, San Francisco de Sales, obispo de Annecy, entregó su alma a Dios. Este año se cumplirán 400 años de ese acontecimiento. Con ese motivo, comienza hoy un año jubilar para la Orden de la Visitación de Santa María, nuestras hermanas salesas, que se extenderá hasta el 28 de diciembre de este año.
De acuerdo con un decreto de la Penitenciaría Apostólica, será posible para las hermanas y los fieles “verdaderamente penitentes y movidos por la caridad” obtener la indulgencia plenaria para sí mismos o para las almas del purgatorio, cumpliendo lo siguiente:
- Las tres condiciones acostumbradas: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.
- En lo que respecta al Uruguay, venir como peregrinos a esta capilla, participar en las celebraciones jubilares (como la de hoy) o, al menos, rezar ante la imagen del santo, concluyendo con el Padre Nuestro, el Credo e invocaciones a Santa María Virgen y a San Francisco de Sales.
- Los ancianos, enfermos y personas que, por causa grave no puedan salir de su casa, pueden igualmente conseguir la indulgencia uniéndose espiritualmente a las celebraciones, ante una imagen del Santo, rechazando todo pecado, ofreciendo a Dios sus oraciones y sufrimientos y con la intención de cumplir las tres condiciones en cuanto les fuera posible.
Termino con las palabras con las que san Francisco de Sales cierra su Introducción a la vida devota:
“¡Viva Jesús! al cual con el Padre y el Espíritu Santo, sea honor y gloria, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Así sea.”
1 comentario:
Viva + Jesús
Ustedes son un regalo del Sagrado Corazón de Jesús en mi vida. He llegado al Monasterio por el camino más insólito e inesperado. Esto me recuerda y renueva la esperanza que albergan las palabras del Papa Francisco: "Déjense sorprender por Dios"
¡Muy bendecido año jubilar!
Un fraternal abrazo,
¡Dios Sea Bendito!
Lourdes Strata
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