viernes, 4 de febrero de 2022

“Si Tú lo dices, echaré las redes” (Lucas 5,1-11). V Domingo durante el año.

 
“hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada”
Es siempre frustrante hacer un enorme esfuerzo para encontrar que, al final de la jornada o, incluso, al término de largos períodos de tiempo, los frutos, los resultados, han sido escasos o nulos. Uno se pregunta qué es lo que ha hecho mal y qué sentido tiene todo ese esfuerzo infructuoso.
Simón, pescador experimentado, había estado lanzando las redes junto con sus compañeros, durante toda la noche. Llegaba el día, que no es el momento más oportuno para seguir esforzándose. Más difícil aún, con el cansancio que tenían.
Sin embargo, Jesús le dijo a Simón:
«Navega mar adentro, y echen las redes»
Jesús dice que hay que volver a intentarlo.
No es una sugerencia “¿por qué no lo intentas otra vez?”. Es un mandato: haz esto.
Simón considera, por un lado, su conocimiento del oficio que le dice que no, que no vale la pena y, por otro lado, la palabra imperiosa del Maestro que le dice “hazlo de nuevo”.
Simón toma su decisión y responde:
“Si Tú lo dices, echaré las redes”.
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
¿Qué es lo que cambió esa situación?
Podríamos simplemente decir “Jesús hizo el milagro”. Sí, hay un milagro. Este pasaje del evangelio es conocido como “la pesca milagrosa”. Pero este milagro, como todos los que Jesús realiza, no se hace sin participación de quien lo recibe.
Las barcas no aparecen, de pronto, mágicamente llenas de peces, como lo habría hecho el genio de la lámpara de Aladino.
Dos cosas han sido necesarias. Lo primero, ha sido el asentimiento de la fe, la fe de Simón Pedro, que queda expresada en sus palabras: “Si Tú lo dices, echaré las redes”. Lo segundo, es la acción: “así lo hicieron”. Volvieron a echar las redes.

En su carta Novo Millennio Inneunte, san Juan Pablo II citaba este pasaje del evangelio para hablarnos de la “primacía de la Gracia”. Decía el Papa que hay una tentación que asecha todo camino espiritual y la vida pastoral misma: “pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar”.
Eso es creer que todo depende de nuestras fuerzas. Si tomamos las decisiones correctas, si realizamos las tareas necesarias, la pesca tiene que ser exitosa; las redes tendrán que llenarse.
Dios no menosprecia nuestro trabajo, dice Juan Pablo II:
Ciertamente, Dios nos pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestro servicio a la causa del Reino.
Entonces, poner inteligencia, poner esfuerzo… pero… siempre teniendo muy presente lo que agrega a continuación el Papa:
no se ha de olvidar que, sin Cristo, «no podemos hacer nada» (cf. Juan 15,5).
Esto no vale solamente para la vida espiritual o la actividad pastoral de la Iglesia. Vale para toda nuestra vida. Hace unas semanas, me impresionó el relato de una joven que me contó cómo había rezado para tomar una decisión importante de su vida, para buscar qué era realmente lo que Dios quería para ella. Esto me impresionó porque no se trataba de una decisión como casarse o consagrarse, sino un cambio de trabajo. Para ella no era simplemente cuestión de comparar horas, esfuerzos y sueldos, sino de buscar el querer de Dios para ella en esa circunstancia.
En ese sentido, dice también Juan Pablo II:
La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad.
Este es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza.

En esta semana

En esta semana queremos recordar especialmente tres fechas.

Martes 8: memoria de la Santa africana Josefina Bakhita. Siendo niña fue raptada y vendida en diversos mercados de esclavos, sufriendo dura cautividad. Al obtener la libertad abrazó la fe cristiana e ingresó en el Instituto de las Hijas de la Caridad (Hermanas Canosianas), pasando el resto de su vida entregada a Cristo y al servicio de los demás. Murió en 1947.

El jueves 10 celebramos la memoria de Santa Escolástica, virgen, hermana de San Benito, monja benedictina. Desde su infancia estuvo consagrada a Dios y mantuvo una profunda unión espiritual con su hermano. Una vez al año lo visitaba en el monasterio de Montecasino, para pasar juntos una jornada de conversaciones espirituales y oración en común. La recordaremos este día en el Monasterio de las Benedictinas en el barrio El Palmar de El Pinar.

El viernes 11, Nuestra Señora de Lourdes; una devoción especialmente querida en nuestra Diócesis. En el año 1858, cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a santa Bernardita Soubirous, una joven perteneciente a una familia en graves dificultades. Esto sucedió en la gruta de Massabielle, junto al río Gave, en Lourdes. Desde entonces, millones y millones de peregrinos han frecuentado cada año este santuario y son muchos los milagros realizados por la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes que se encuentran debidamente acreditados.
En nuestra diócesis hay varias capillas dedicadas a esta advocación mariana, pero hay dos lugares donde este día se celebra muy especialmente: la gruta de Lourdes, en Etcheverría, cerca de la ciudad de Canelones y, en estación Atlántida, la parroquia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, cuya Iglesia fue construida por el ingeniero Eladio Dieste y es, desde el año pasado, Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Cuídense mucho y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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