viernes, 26 de mayo de 2023

“Reciban al Espíritu Santo” (Juan 20,19-23). Solemnidad de Pentecostés.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

Así narra el libro de los Hechos de los Apóstoles el acontecimiento que recordamos y celebramos hoy: el día de Pentecostés; el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos de Jesús, manifestándose primero como viento y luego como lenguas de fuego.

A menudo se habla del Espíritu Santo como “el gran desconocido”. Vamos a intentar conocerlo un poco más.

¿Por dónde empezar? Decimos del Espíritu Santo que es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Empecemos por ahí: es una persona, no una persona humana como nosotros; tampoco se hizo hombre, como el Hijo. Es espíritu y está en todas partes… pero al decir que es una persona, hablamos de relación con otras personas. Como persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo está en relación con el Padre y el Hijo. Entender eso es importante para adentrarnos en ese misterio de la fe y está bien hacerlo. Ahí descubrimos al Espíritu Santo como el amor que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. El próximo domingo celebraremos la solemnidad de la Santísima Trinidad y tal vez podamos profundizar un poco en esto.

Pero ahora, prestemos atención a la relación del Espíritu Santo con nosotros.

Una de las formas en que vivimos esa relación, y una forma nada menor, es la oración. ¿Cómo oramos al Espíritu Santo? Mirando varias oraciones dirigidas al Espíritu que habitualmente rezamos en la Iglesia, puede llamarnos la atención que muchas de ellas comienzan diciendo “Ven, Espíritu Santo”, comienzan llamando al Espíritu. En nuestro programa anterior explicamos la palabra paráclito, que se puede traducir como “el que puedo llamar para que esté a mi lado”. La oración de la Iglesia y la oración de cada creyente al Espíritu empieza por llamarlo.

Algunos ejemplos. Así empieza una oración muy conocida, que suele rezarse al comienzo de algunas reuniones eclesiales:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Ahí tenemos el llamado que hace la comunidad reunida. La comunidad invoca al Espíritu y pide su presencia… Su presencia no en el aire, sino en lo más profundo de cada persona, en el corazón; y no en un rinconcito del corazón; el pedido es que llene los corazones”. Y, más aún, que los encienda, que genere el ardor, el ardor con que hay que hacer las cosas buenas, las obras de Dios.

Otro ejemplo lo tenemos en la secuencia del Espíritu Santo que se reza en la Misa de Pentecostés, es decir, hoy. Veamos las dos primeras estrofas:

Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.

“Ven, ven, ven”. Un ruego insistente. Y a continuación el pedido de otras acciones del Espíritu: lava, riega, cura, suaviza, corrige… para terminar pidiendo:

salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.

Y todo eso, desde dentro de nosotros, obrando en los corazones de los fieles.

Para un último ejemplo nos vamos atrás en el tiempo, al siglo IX, época en la que se compone el himno conocido como “Veni, Creator”. El primer verso dice “Veni, Creator Spiritus”, es decir: “Ven, Espíritu Creador”. Otra vez, la oración comienza con el llamado al Espíritu Santo. Aquí lo nombra como “Creador”, lo que se refiere tanto a la creación del mundo, cuando

La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. (Génesis 1,2)

como al Espíritu que engendra a Jesús en el seno de María:

El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. (Lucas 1,35)

y más directamente para nosotros, como el Espíritu que hace nacer de nuevo al bautizado:

Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. (Tito 3,5) 

La primera estrofa del “Veni, Creator” completa esa idea de la vida nueva en los fieles. Esto es lo que pide:

Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles 
y llena con tu divina gracia, los corazones que Tú creaste.

El domingo de Pentecostés es precedido en muchos lugares por una vigilia de oración en la noche del sábado. Esa oración continúa en las Misas del domingo. Pidamos al Padre y al Hijo el don del Espíritu Santo que renueve, anime y encienda la vida de nuestras comunidades, llenando y regenerando nuestros corazones. Que el Espíritu lave nuestras manchas, riegue nuestra sequía espiritual, cure nuestras heridas, suavice nuestra dureza, corrija nuestros desvíos. En fin, que nos ayude a convertirnos profundamente y a vivir y comunicar con alegría nuestra fe.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

En esta semana

Lunes 29. Recordamos a San Pablo VI, el papa que llevó a culminación el Concilio Vaticano II e inauguró los viajes apostólicos que luego continuaría san Juan Pablo II. Dentro de su magisterio, la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, el anuncio del evangelio, sigue recordándonos que la Iglesia existe para evangelizar.

El martes 30, San Fernando, patrono de nuestra vecina Diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas.

El miércoles 31, Visitación de la Virgen María. Fiesta patronal en el Monasterio de las Salesas, en Progreso.

Jueves 1. San Justino.

Sábado 3. San Carlos Lwanga y compañeros, mártires. En el mismo día recordamos a San Juan XXIII, Papa, que fue quien creó nuestra diócesis de Canelones. También el 3, San Cono, monje, que tiene su santuario en Florida y a quien muchos uruguayos tienen especial devoción.

Amigas y amigos, gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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