jueves, 1 de junio de 2023

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único” (Juan 3,16-18). Santísima Trinidad.


La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes. (2 Corintios 13,11-13)
Con este saludo de san Pablo concluye la segunda lectura que escuchamos este domingo.
Es un saludo que la liturgia ha recogido y que frecuentemente oímos del sacerdote al comienzo de la Misa. Hace referencia a las tres personas de la Santísima Trinidad, pero no en la forma ni en el orden en que habitualmente las nombramos, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En este saludo, Pablo pone en primer lugar un don, un gran don de Dios, vinculándolo con cada persona: la gracia, el amor, la comunión, deseando que cada uno de esos dones divinos permanezcan con cada uno de los miembros de la comunidad: “con todos ustedes”.

"La gracia del Señor Jesucristo" 

Para Pablo, estas palabras no son una teoría ni una fórmula: son su experiencia vital. En otras cartas, Pablo cuenta que él era fariseo y para él todo giraba alrededor de la Ley. La manera de ser un hombre justo ante Dios era cumplir escrupulosamente la Ley. Y él lo hacía, considerando que tenía en eso “una conducta irreprochable” (Filipenses 3,6). 
Pero todo se le dio vuelta cuando se encontró con Cristo resucitado, o mejor, como dice él, cuando fue alcanzado por Cristo Jesús. A partir de ahí, su vida ya no va a estar basada en la Ley, sino en la Gracia, es decir, el amor gratuito de Dios. 
Pablo descubre que el hombre no se salva a través de la observancia de la Ley, que sería como tener el poder de salvarse a sí mismo. El ser humano es salvado por Cristo, por su muerte y su resurrección. Esa acción salvadora ya está realizada, pero es necesario creer en Jesucristo, conocer y aceptar el amor de Dios que ha sido manifestado en el Hijo de Dios. Es a partir de ese encuentro con Cristo, de esa fe, que el hombre puede cambiar su vida, dejar atrás todas sus faltas y empezar una vida nueva.

Esa es la experiencia de Pablo y de tantos hombres y mujeres santos de todos los tiempos. San Carlos de Foucauld, que vivió una vida bastante desordenada y atormentada, nos dejó una frase en que se sintetiza todo lo que provocó en él el encuentro con el amor de Dios. Una frase que se convirtió en su programa de vida: 
«En cuanto creí que existía un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir sólo para El». (San Ch. de Foucauld, 1883)
Pablo llama a Jesucristo “el Señor”. Otra vez, eso no es un título, no es una fórmula. Pablo vive para Cristo. Más aún, Pablo llega a decir:
“ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20)
Y eso es lo que él desea y lo que pide para cada uno de nosotros.

"El amor de Dios"

A continuación, siguiendo con su saludo, Pablo menciona “el amor de Dios”. Si identificamos al Señor Jesucristo como el Hijo, aquí identificamos a Dios como el Padre. La petición que hace Pablo para la comunidad es que el amor de Dios permanezca en ellos. El amor del Padre es inseparable de Jesucristo. El amor de Jesucristo, su gracia, es la manifestación del amor misericordioso del Padre. Del amor del Padre nos habla la primera lectura, del libro del Éxodo:
«El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad.» (Éxodo 34, 4b-6. 8-9)
Ese amor del Padre se manifiesta en la entrega de su propio Hijo, como dice el mismo Jesús:
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. (Juan 3, 16-18)
Muchas veces, en el evangelio de Juan, se habla del mundo como el lugar de la maldad, como una amenaza para la vida de los creyentes. 
Hablando con aquellos que lo rechazan y se oponen a él, Jesús les dice: 
“Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo” (Juan 8,23)
En cambio, a sus discípulos les manifiesta:
“Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia” (Juan 15,19)
Pensemos en esto cuando el Papa Francisco nos previene contra la “mundanidad”, el espíritu del mundo… no nos está hablando de algunas cosas vanas, en las que podemos entretenernos… está tomando el lenguaje de Jesús en el evangelio de Juan. Nos está previniendo para que no caigamos en una forma de pensar contraria al evangelio de Jesús.
Pero en el pasaje del evangelio de hoy, el mundo es la totalidad de lo creado, especialmente la humanidad que vive en él. Dios ama su creación, ama el mundo que ha creado y las criaturas que salieron de sus manos. Por eso Jesús dice “tanto amó Dios al mundo…”
En la última cena, en el evangelio de Juan, Jesús ruega por sus discípulos y le dice al Padre:
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. (Juan 17,15.18)
Todo esto lo expresa un hermoso himno, en esta estrofa, por cierto, muy trinitaria:
¡Oh Padre! Que amaste tanto a los hombres, que enviaste a tu único Hijo,
derrama sobre nosotros tu Espíritu, para que amemos al mundo al que fuimos enviados.

"La comunión del Espíritu Santo"

Pablo concluye su saludo, pidiendo para la comunidad “la comunión del Espíritu Santo”. 
¿Por qué el Espíritu Santo asociado a la comunión? ¿Comunión entre quienes? En primer lugar, entre el Padre y el Hijo. El Espíritu es el espíritu de amor, que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, en un continuo vaivén. La persona del Espíritu es el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo.
Dios nos ofrece entrar en esa comunidad de amor que es la santísima Trinidad. Esa es la vida eterna que quiere ofrecernos: que participemos de su propia vida, recibiendo su amor por medio del Espíritu. Así dice Pablo en la carta a los Romanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. (Romanos 5,5)
Por medio del Espíritu, en esta vida, comenzamos a vivir nuestra comunión con Dios y entre nosotros en cuanto creyentes, miembros de la misma comunidad.
La comunión eucarística es el sacramento, el signo visible y eficaz de esa común-unión espiritual de los creyentes con Dios y entre sí. Si, como creemos, la Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana, pidamos a Dios la gracia de llegar a comulgar como culminación de muchos encuentros de comunión espiritual con Dios y con nuestra comunidad; y al regresar de comulgar, volver animados a seguir creciendo en esa comunión de todos nosotros con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En esta semana:

Mañana, lunes 5, los sacerdotes y diáconos de la Diócesis estaremos reunidos en Villa Guadalupe para una jornada de formación permanente. Les pido su oración por este encuentro para que nos ayude a un mejor servicio pastoral y acreciente los lazos fraternos dentro de nuestro clero.

Red mundial de oración del Papa

En junio, el Papa nos pide rezar por la abolición de la tortura. Oremos para que la comunidad internacional se comprometa concretamente en la abolición de la tortura, garantizando el apoyo a las víctimas y sus familias.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes. Amén.

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