miércoles, 7 de junio de 2023

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: “El que come de este pan vivirá eternamente” (Juan 6,51-58)

Amigas y amigos: se va terminando el otoño y va entrando el invierno en el hemisferio sur. Hoy es la penúltima gran fiesta que sigue al tiempo de Pascua: la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. La última de estas fiestas es la del Sagrado Corazón de Jesús, que celebraremos el próximo viernes. El domingo 18 volveremos al tiempo durante el año y seguiremos meditando la Palabra de Dios, contemplando la vida de Jesús y buscando configurarnos con Él.

“Tengo hambre”, solemos decir cuando ha transcurrido algún tiempo desde la última vez que comimos y llega la hora de sentarnos a la mesa. Para más de 800 millones de personas en el mundo de hoy “tengo hambre” expresa una necesidad que no va a ser satisfecha, porque no cuentan con alimentos suficientes; y esto, no por uno o dos días, sino de una forma crónica, prolongada en el tiempo, que genera una situación de subalimentación y una diaria y desagradable sensación que puede llegar hasta el dolor. 

Hay entre nosotros personas que pasan hambre y el invierno lleva a multiplicar las iniciativas para que puedan acceder a un plato caliente. El capítulo 6 del evangelio según San Juan, que comienza con el relato de la multiplicación de los panes y los peces, inspiró hace ya tiempo a un grupo de la parroquia de La Paz, denominado “Juan 6”, que cocina cada domingo para unas 160 personas. Grupos similares hay en otras parroquias de nuestra diócesis y en otros lugares del Uruguay.

Con la multiplicación de los panes, Jesús ofreció alimento a una multitud hambrienta; pero, a continuación, les ofreció algo más. Así comienza el pasaje que escuchamos hoy, del mismo capítulo 6 del evangelio según san Juan:

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo.» (Juan 6,51-58)

Dije que Jesús “les ofreció algo más”… pero tengo que rectificarme. Jesús no les ofreció “algo”, sino que se dio y se está dando a sí mismo. Él nos ofrece “el pan vivo bajado del cielo” y nos dice que ese pan es él mismo. 

El pueblo de Israel había tenido la experiencia del maná, con el que se alimentó durante su marcha en el desierto. El maná era un don de Dios para alimentar a su pueblo. Bajaba del cielo en la noche, como un rocío. En la mañana, la gente lo recogía, comía y seguía su camino por esta vida. Pero Jesús no es como ese maná. Él es otro tipo de alimento:

«… no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.» (Juan 6,51-58)

En la última cena con sus discípulos, Jesús estableció la forma en que seguiría dándose a sí mismo como alimento, haciéndose presente como “pan vivo”. Es el sacramento de la Eucaristía. La comunidad reunida en oración presenta pan y vino, fruto de la tierra y del trabajo. El sacerdote invoca al Espíritu Santo y pronuncia las palabras de Jesús: “esto es mi cuerpo”; “esta es mi sangre”; “hagan esto en memoria mía”. Luego, recibiendo el santísimo sacramento, cada uno de los que comulgan se une a Cristo y a sus hermanos en comunión, común-unión de todos ellos con Cristo.

La vida eterna que promete Jesús es participación en la vida de Dios. Dios es comunión. En la Santísima Trinidad, a la que celebramos el domingo pasado, se vive la plena comunión. Cada persona está con el otro, para el otro, en el otro. Ése es el modelo que está llamada a vivir la comunidad eclesial: cada uno de sus miembros con los otros, para los otros, en los otros. 

Esa comunión, ese hacerse Uno en Cristo es un proceso en el que vamos superando las tentaciones a vivir sin los otros, a estar contra los otros, a ponernos por encima de los otros.

La comunión de la Santísima Trinidad no se cierra sobre sí misma, no se limita a las tres personas. Jesús nos muestra como esa comunidad divina se abre hacia nosotros. Él se hace camino y alimento para que lleguemos a la vida eterna y entremos en esa comunión.

Toda la humanidad está llamada a la Mesa de la Eucaristía y desde allí, a la vida eterna; sin embargo, el primer llamado es seguir a Jesús como discípulas y discípulos. No puedo acercarme a recibir el Cuerpo de Cristo si no estoy dispuesto a seguir al Maestro, asumiendo libremente todas sus exigencias, buscando unirme cada día más a Él, no solamente en mis sentimientos sino también en mi manera de pensar y actuar.

Haciéndose pan, dándose a los demás, Jesús nos invita a hacer lo mismo. En la ordenación sacerdotal, eso es algo que se nos pide especialmente a los sacerdotes:

“Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras 
y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”

Lo que realizas: la oración de consagración sobre el pan y el vino. Lo que conmemoras: la pasión de Cristo y la última cena, en la que Él anticipó su pasión y su muerte. Conforma tu vida: que tu vida tome forma de entrega, al igual que Cristo en su cruz. No se trata de que ofrezcas “algo”, sino de que, junto a Cristo, te ofrezcas a ti mismo, ofrezcas tu propia vida en tu ministerio sacerdotal. Oremos para que no nos falten ni los ministros ni el deseo de los fieles de seguirnos encontrando para recibir a Jesús en la Misa dominical.

Hoy empezamos recordando a quienes trabajan para dar un plato caliente a hermanos y hermanas necesitados, como lo hizo Jesús al multiplicar panes y peces. Pero también el Señor nos llama a hacernos nosotros mismos pan… escucho a los jóvenes cantar: 

“quiero ser pan, para el hambre ser el pan de mi pueblo y construir el escándalo de compartir”

Y dice el papa Francisco:

Esta comunión nuestra con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. Para nosotros, en cambio, son los comportamientos generosos hacia el prójimo los que demuestran la actitud de partir la vida para los demás. (Ángelus, 22 de junio de 2014)

A todo esto nos anima la participación en la Eucaristía: a escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, vivir la fraternidad entre nosotros, dar testimonio, ser creativos en la caridad, dar esperanza a los desalentados y recibir y mostrar el camino de Jesús a todos, para que muchos más puedan recibir el Pan vivo bajado del Cielo, el santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

Mes vocacional.

El equipo diocesano de Pastoral Vocacional nos invita, como familia diocesana, a unirnos en oración por las vocaciones, tanto en forma personal como comunitaria, pidiendo al Señor que envíe trabajadores para la siembra, el cultivo y la cosecha.

En esta semana:

  • Martes 13 de junio: San Antonio de Padua. A las 15 hs., fiesta patronal en Pueblo San Antonio. En la parroquia S. Antonio de Las Piedras, la fiesta pasa al domingo 18, a las 10:30. 
  • También el martes 13 se celebra la dedicación de la Catedral de Canelones.
  • Viernes 16: Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. A las 16:30, Misa en el Monasterio de la Visitación.
  • Sábado 17: Inmaculado Corazón de María. Fiesta de la familia claretiana, a la que felicitamos.
  • También ese sábado: presentación del libro “Don Jacinto Vera, el misionero santo” de Laura Álvarez Goyoaga, a las 19 horas, en la catedral.

Gracias amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

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