viernes, 30 de junio de 2023

“El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mateo 10,37-42). Domingo XIII durante el año.


El evangelio de hoy nos trae palabras duras de Jesús.
Son palabras especialmente dirigidas a sus discípulos, en el momento de enviarlos en misión.
Lo primero que les dice Jesús en este pasaje es chocante y lo sería más aún si lo tradujéramos literalmente:
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; 
y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. (Mateo 10,37-42)
El afecto y la ternura que pueden darnos nuestros padres, la amistad entre hermanos, el cariño de los hijos hacia los padres ¿no es acaso algo bueno? Sin duda. Más aún, el mismo Jesús que me llama a amar al prójimo como a mí mismo no me pide que no ame a los miembros de mi propia familia. Sin embargo, para el discípulo de Jesús hay una relación que está primero, que es prioritaria: la relación con él, con el Maestro.
Por eso mismo, como creyentes, como discípulos, tenemos que preguntarnos sobre nuestra relación con Jesús: ¿nos encontramos con Él? ¿Le rezamos y hablamos con Él? 
Nuestra relación con Jesús, ponerlo en primer lugar nos ayuda a profundizar y a purificar nuestro amor al prójimo y a los miembros de nuestra familia. Nos ayuda a pasar de un amor posesivo, de un amor que quiere como apropiarse del otro, a un amor oblativo, es decir, un amor que se da, que se entrega, sin esperar nada a cambio, aunque pueda recibir mucho. Desde esta perspectiva entendemos mejor esto que Jesús nos pide:
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. (Juan 15,12)
He dicho “esto que Jesús nos pide”… pero Jesús no pide, Jesús da: ámense “como yo los he amado”. Él nos da su amor para que podamos amar como Él amó.
Más abajo, en el mismo pasaje, encontramos estas palabras:
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió. (Mateo 10,37-42)
El misionero, la misionera, no van al encuentro de los demás llevándose a sí mismos. 
A quien llevan, o a quien tienen que llevar a los demás es a Jesús.
¿Cómo podrían -como podría yo- llevarlo, sin vivir una verdadera unión con Él, sin amarlo con todo el corazón y por encima de todo? Pueden -o puedo yo- llevar algunos conceptos, algunas explicaciones… pero si no vivimos nuestro propio encuentro con Jesús, si no vivimos cada día ese encuentro con el Maestro, difícilmente podremos ayudar a otros a encontrarse con Él.
La gente tiene que percibir, tiene que ver, que, para ese discípulo o esa discípula, Jesús es el centro de su vida, Jesús es todo en su vida.
Eso no quiere decir que estas personas sean santas, que no tengan defectos y errores (eso sí, con la humildad de reconocerlos). Lo importante es que su vida esté unificada por tener a Jesús en el centro y sigan, día a día, buscando crecer en esa unión con Él.
Nos quedan todavía las palabras más duras, que encontramos en estos versículos:
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. (Mateo 10,37-42)
Aquí se trata de seguir a Jesús por el mismo camino que Él ha recorrido, sin buscar otras sendas. No hay amor verdadero sin cruz. Lo saben bien quienes, llevados por el amor, son capaces de sacrificarse por las personas que aman: lo saben los miembros de una familia, lo saben los amigos, lo saben personas solidarias que han sabido hasta dar la vida por rescatar y salvar a un semejante. 
Si se lleva con Jesús, la cruz no da miedo. Él mismo da la fuerza para llevarla cuando se hace más pesada, en las horas más oscuras y difíciles. La unión con Jesús aleja la inquietud por preservar la propia vida, en una actitud temerosa y egoísta. El que pierda su vida por Jesús, es decir, por amor a Jesús, por amor al prójimo, por amor a los demás, la encontrará.
Las palabras finales de Jesús son especialmente consoladoras. Lo son para los misioneros, porque les anuncian que encontrarán personas que los ayuden; al mismo tiempo, son consoladoras para todo aquel que preste aún el más pequeño servicio a los discípulos de Jesús:
Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa (Mateo 10,37-42)
La Palabra de Dios nos recuerda en muchos sitios que Dios conoce el corazón de las personas. Para Él están al descubierto las intenciones de los hombres. Así, puede ver, con los ojos de Jesús, la enorme generosidad de la viuda que deposita en la alcancía del templo las dos moneditas que eran todo lo que tenía para comer y en cambio, advertirnos de esta forma:
Cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. (Mateo 6,2)
Las palabras exigentes de Jesús pueden abrumarnos. Jesús es un amigo exigente; pero, ante todo, es un amigo. Su amor exigente quiere ayudarnos para que brote de nuestro propio corazón un amor generoso, un amor que lo haga presente a Él mismo ante nuestro prójimo, porque es, en definitiva, el amor con que Él mismo nos amó entregándose en la cruz. 
Poniéndonos en sus manos, no nos perderemos y siempre encontraremos la vida. 

Pastoral Juvenil Canelones: soñando con la JNJ 2024

El 24 y 25 de junio se reunió en Pando la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, presidida por Mons. Milton Tróccoli. En ella se trabajó sobre la Jornada Nacional de la Juventud de este año, para la cual se eligió como lema el mismo de la Jornada Mundial que se celebra en Portugal en agosto: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39).  Asimismo, el equipo de Pastoral Juvenil de Canelones, con el apoyo del obispo diocesano, manifestó su disposición a recibir en 2024 la Jornada Nacional. Integrantes del equipo manifestaron que soñaban con que esa jornada fuera para los jóvenes un verdadero encuentro con Jesús, un momento verdaderamente significativo en sus vidas. Diócesis de Canelones: ¡A prepararnos!

135 años del Colegio Nuestra Señora del Huerto, Pando

Hoy, 2 de julio, es la fiesta de Nuestra Señora del Huerto, que celebramos en el Colegio que lleva su nombre, en la ciudad de Pando. Fundado en 1888, en tiempos del P. Juan Bimbolino, el colegio festeja 135 años de vida, siempre a cargo de las Hijas de María Santísima del Huerto.
Las Hermanas del Huerto llegaron a Uruguay en 1856, para atender el Hospital de Caridad (hoy Hospital Maciel). El Papa Pío Nono las alentó a que se ocuparan también de la educación de la niñez. En 1864 inauguraron su primer colegio, en Montevideo. Catorce años más tarde, el tren trajo las hermanas a Pando, donde fueron recibidas con cantos de alegría en la iglesia parroquial. Al otro día se inauguraron los salones. 135 años después, la obra de las hermanas continúa, siempre bajo el amparo de la Virgen del Huerto. Son miles y miles los pandenses que, a lo largo de más de un siglo, pasaron por sus aulas y guardan de esos años hermosos e imborrables recuerdos.

En esta semana

  • Mañana lunes, celebramos la Fiesta de Santo Tomás, apóstol. En él tenemos una invitación a renovar nuestra fe y reconocer a Jesús como nuestro Señor y nuestro Dios.
  • El mismo día, 3 de julio, se cumplen 210 años del nacimiento de Jacinto Vera. Otra ocasión para recordar a nuestro beato, nacido en el mar, bautizado en Brasil, pero que vivió una gran parte de su vida en nuestro suelo canario.
Amigas y amigos, esto es todo por hoy. Gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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