miércoles, 13 de marzo de 2024

“Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12, 20-33). V Domingo de Cuaresma.

Estamos a la puerta de la Semana Santa. El domingo pasado comenzamos recordando un pasaje de la Pasión de Jesús, según el evangelio de Juan: el momento en que Jesús declara ante Pilato que Él ha venido a dar testimonio de la verdad.

El domingo que viene, domingo de Ramos, leeremos el relato de la pasión en el evangelio de Marcos, y el Viernes Santo volveremos a escucharlo en el evangelio según san Juan.

La pasión tiene su momento culminante en la crucifixión, cuando Jesús es clavado en la cruz y levantado en alto. Junto con él son crucificados dos delincuentes, configurando el cuadro del Calvario, con sus tres cruces, que ha inspirado a tantos artistas. Para los romanos, la crucifixión era una forma de aplicar la sentencia de muerte a criminales y a revoltosos. La cruz llevaba a la muerte de forma no inmediata, sino lenta, torturante. A la vez, la ejecución se hacía en un lugar público, a la vista de todos; y ser elevados en la cruz hacía aún más visibles a los condenados.

¿Sabía Jesús que caminaba hacia la cruz? El evangelio de Marcos, el más antiguo, nos muestra que Jesús se va identificando con el “Servidor sufriente”, anunciado por el profeta Isaías, que salvaría a su pueblo a través del sufrimiento. En ese evangelio, tres veces anuncia Jesús a sus discípulos que será entregado a los sumos sacerdotes y condenado a muerte. Es lo que llamamos los anuncios de la Pasión. En uno de esos pasajes, Jesús dice que los sumos sacerdotes lo condenarán y luego lo entregarán “a los paganos”, es decir, a los romanos, que son quienes pueden crucificarlo.

Hoy leemos un pasaje del evangelio según san Juan, escrito mucho después que el de Marcos. Es un evangelio en el que la comunidad cristiana, con la ayuda del Espíritu Santo, entra en el misterio de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios. Hijo del hombre e Hijo de Dios, que muere y resucita.

Para muchos creyentes del tiempo de Jesús, que esperaban al Mesías enviado por Dios, la muerte del salvador era impensable; pero la muerte en la cruz era completamente escandalosa. El evangelio de Juan responde a ese escándalo, poniendo énfasis en que es necesario que Jesús sea levantado en lo alto; primero en la cruz, sí; pero para ir aún más alto, como veremos enseguida.

Tres veces encontramos en el evangelio de Juan el anuncio de Jesús de que Él, “el Hijo del hombre”, va a ser levantado en alto, aludiendo a su crucifixión. 

El domingo pasado escuchamos el primero de esos anuncios:

«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.» (Juan 3,14-15)

¿Por qué esa comparación? En el desierto, el Pueblo de Dios fue atacado por serpientes venenosas. Dios indicó a Moisés que hiciera esa serpiente de bronce y la colocara en un palo. Mirando la serpiente de bronce, los que habían sido mordidos por las venenosas, quedaban curados. La serpiente hecha por Moisés fue un signo de la misericordia de Dios. Anunciando que será levantado en alto, Jesús está prometiendo mucho más que una curación milagrosa: está prometiendo que todos los que crean en Él tendrán Vida eterna. Jesús levantado en la cruz será signo de la misericordia de Dios; pero la cruz no será su final, sino el primer peldaño de la escalera por la que sube de regreso al Padre. 

El segundo anuncio de Jesús levantado en alto, lo encontramos en el capítulo 8:

«Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy  y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.» (8,28-29)

Con estas palabras, Jesús reafirma su unidad con el Padre. Él ha venido a este mundo enviado por su Padre Dios y su elevación, por la cruz y la resurrección, será su regreso al Padre, de quien realmente no se ha separado nunca.

Y llegamos al evangelio de este domingo quinto de Cuaresma, en el que leemos el tercer anuncio:

«Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.» (Juan 12,32)

Jesús atrae a todos, porque es el Hijo de Dios hecho hombre. Ha tomado nuestra humanidad y se ha unido a todos nosotros. A lo largo de los siglos y aún en el mundo presente, una parte de la humanidad ha recibido y sigue recibiendo el anuncio del Evangelio de Jesucristo, de su buena noticia. A otros no ha llegado de esa forma, sino por los misteriosos caminos de Dios, cuya voz resuena en la intimidad de la conciencia de cada persona humana.

Pero aquí estamos en el momento en que la obra de Jesús está cumplida. Esta es la última predicación de Jesús a la multitud. Frente a sus palabras y a sus obras, más aún, frente a su persona misma, estamos llamados a tomar una decisión. Y esa decisión es nuestro juicio: aceptarlo y unirnos a Él o rechazarlo, colocándonos de parte del “príncipe de este mundo”.

Porque en nuestra vida estamos siempre en camino, esa decisión, cualquiera que sea, no está hecha de una vez para siempre.

Cada día estamos llamados a renovar nuestra decisión de seguir a Jesús.

Hagámoslo con este pasaje de la oración del santo cura Brochero ante el crucifijo, que refleja esa lucha permanente contra el tentador y el constante regreso a Jesús.

Jesús mío, no me atrevo a poner mis ojos en el estandarte de la cruz, 
porque en ella veo que nunca te he seguido, 
que nunca te he acompañado en las batallas, 
que toda mi vida (prescindiendo de los pocos días de inocencia) 
he militado bajo la bandera de Lucifer, 
que toda mi vida he ansiado los sueldos de Lucifer (…) 
Pero ya que vuestra bondad quiere vencer mi ingratitud 
y llamarme de nuevo como lo haces ahora, 
aquí me tenéis pronto a ejecutar vuestras órdenes y militar bajo tu cruz.

En esta semana

  • Martes 19, San José, esposo de María, Solemnidad. Copatrono de la parroquia Santa María de los Ángeles en San José de Carrasco.
  • Miércoles 20, aniversario de la ordenación episcopal de nuestro obispo emérito, Mons. Alberto Sanguinetti.
  • Y desde ese día, hasta el viernes, en Bogotá, reunión de Secretarios Generales de Conferencias Episcopales, convocada por el CELAM, en la que estaré participando.

Amigas y amigos: el próximo domingo es Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa. Dispongámonos a vivirla en profundidad, buscando el encuentro en la fe con el Señor y con los hermanos. Y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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