Seguimos avanzando en nuestro camino de Cuaresma, ya a quince días del domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa.
El Viernes Santo volveremos a escuchar el relato de la Pasión según san Juan.
Allí, cuando Poncio Pilato le pregunta a Jesús si él es rey, Jesús responde:
«Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.» (Juan 18,37).
Jesús afirma que Él es rey y a continuación expone lo que eso significa.
Y aquí, por favor, dejémonos sorprender. Porque lo esperable es que Jesús explicara lo que significa ser rey diciendo “he venido para reinar sobre este mundo: para hacer actos de gobierno, tomar decisiones sobre la vida del pueblo, promulgar leyes, administrar justicia… ésas, y muchas más, eran las funciones de un rey en tiempos de Jesús. Y las financiaba cobrando tributos a sus súbditos.
Pero la explicación que Jesús da sobre su realeza es completamente distinta, es algo que sale de otro horizonte: “he venido al mundo para dar testimonio de la verdad”. Para eso es rey. Para dar testimonio de la verdad.
Jesús no dice “hablarles de la verdad” o “enseñarles la verdad”. Él viene como testigo, como testigo de la Verdad y eso significa que conoce la verdad, que la ha visto. Y en la medida en que vamos entrando en el corazón de Jesús, nos damos cuenta de que él tiene una experiencia de la verdad que sobrepasa lo que entendemos normalmente como conocimiento. No es una experiencia humana. Es la experiencia de Dios en el Hijo de Dios.
A esa expresión de Jesús, “dar testimonio de la verdad” Pilato responde en forma escéptica:
¿Qué es la verdad? (Juan 18,38)
Cuando a alguien le toca ejercer la función de juez, una de las tareas más difíciles que tiene es llegar a la verdad. Quienes acusan dicen una cosa y quienes se defienden, normalmente, dicen todo lo contrario. ¿Cómo llegar a la verdad? ¿Cómo discernirla entre exageraciones y mentiras que vienen de una y otra parte? No es extraño que Pilato se mostrara tan escéptico… ¿qué es la verdad? A veces, es muy poco lo que se puede establecer con certeza.
Pero Jesús ha dicho algo muy importante, a lo que Pilato no prestó atención:
“El que es de la verdad, escucha mi voz.” (Juan 18,37)
La verdad que Jesús ofrece no es simplemente la verdad sobre un hecho, algo para afirmar o negar, creer o no creer. La verdad de la que Jesús habla es un profundo llamado. Escuchar la voz de Jesús no significa simplemente escucharlo de cuando en cuando, ver qué dice hoy: “escucharlo” significa poner en práctica su palabra y seguirlo.
Seguir a Jesús, porque Él es la Verdad. La verdad está en la persona de Jesús.
En Jesús encontramos la Verdad última sobre el hombre, la verdad que da sentido a la vida humana.
El Concilio Vaticano II enseña que
El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. (Gaudium et Spes, 22)
Las sombras de la realidad humana: nuestra fragilidad, nuestras contradicciones, nuestras pretensiones de ser más de lo que somos, pero también nuestros anhelos más profundos y nuestras mejores capacidades, solo se entienden contemplando a Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.
En él encontramos la verdad sobre el hombre, inseparable de la verdad sobre Dios, Creador, Padre de la humanidad.
Al comienzo de su pontificado, San Juan Pablo II llegó por primera vez a América Latina, en México, para inaugurar la tercera asamblea general del episcopado latinoamericano y del Caribe, en la ciudad de Puebla.
En su discurso, el papa señaló como una debilidad de la civilización actual (estábamos en el año 1979) la inadecuada visión del hombre. Los obispos, en sus trabajos de los días siguientes, escribieron acerca de las “visiones inadecuadas del hombre en América Latina” (DP 305-315).
Los años pasaron y algunas de las apreciaciones que hacían entonces los obispos ya son historia, porque correspondían a otro contexto; otras, en cambio, siguen siendo actuales. A la vez el esfuerzo de aquella deliberación nos invita a seguir reflexionando, en nuestro tiempo, sobre el misterio del ser humano y a tratar de entenderlo desde el testimonio de Jesucristo sobre la verdad.
No es posible entender el misterio del hombre separándolo de su Creador. Es imposible interpretar lo que somos negándonos a reconocernos como criaturas.
Si la vida, como la conocemos, especialmente la vida humana, fuera únicamente el resultado del azar, de unas casuales combinaciones que poco a poco fueron dando origen a la vida, nada tiene especial sentido. Si no nos reconocemos como criaturas, si no creemos que nos ha sido dado un propósito de parte de un Creador, entonces tenemos una absoluta libertad para re crearnos, para volver a crearnos nosotros mismos, en la forma que queramos, prescindiendo de cualquier dato de la realidad que no se amolde a lo que sentimos, empezando por el cuerpo que a cada uno le ha sido dado, con todo lo que significa ese cuerpo en su capacidad de amar y de transmitir la vida, en los roles propios de la mujer y el varón, en la maternidad y la paternidad.
Al contrario, si conocemos a nuestro Creador, si creemos en él como Padre Misericordioso, vemos nuestra frágil humanidad bajo una luz que consuela, anima, levanta y fortalece.
“El que es de la verdad escucha mi voz”, dice Jesús a Pilato. Pero la voz de Jesús no se escucha simplemente para saber qué es lo que dice, sino para poner en obra su palabra.
Y así llegamos al pasaje del evangelio de este domingo que hemos elegido como título:
“El que obra conforme a la verdad se acerca a la luz”. (Juan 3,14-21)
Obrar conforme a la verdad, actuar de acuerdo a la verdad, es actuar, poner en obra las palabras de Jesús. Es poner el amor en obra.
Y, hablando del amor, este es el momento de recordar el mensaje central del Evangelio de hoy:
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. (Juan 3,14-21)
Ahí está la verdad de Dios: la verdad de su amor.
La verdad del amor del Padre, que entrega a su hijo para la salvación de toda la humanidad; la verdad del amor del Hijo, que entrega en amor su vida, porque, como él mismo dirá en su momento, nadie ama más que quien da la vida por los que ama.
Comunidad Dios Proveerá en Carrasco del Sauce
En esta semana hemos recibido en la parroquia de Toledo a la comunidad Dios Proveerá, de origen brasileño, que colaborará en la vida pastoral parroquial y diocesana. Dos misioneros, a los que se sumará un tercero, se instalarán en la casa contigua a la capilla Inmaculada Concepción, en Carrasco del Sauce. La comunidad los ha recibido con mucho cariño y esperamos que puedan desarrollar muy bien su servicio entre nosotros.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario