Hoy se celebra en todo el mundo la Jornada de oración por las vocaciones sacerdotales, religiosas y de especial consagración. En Uruguay estamos en un Año Vocacional, pensando, especialmente, en esas vocaciones.
En el mundo, el número de sacerdotes viene bajando. A fines de 2022 había 407.730 presbíteros, para 1390 millones de católicos. Eso da un promedio de un sacerdote cada 3400 católicos. En relación a la población mundial hay, aproximadamente, un sacerdote católico cada 20.000 habitantes.
En Canelones sentimos la falta de sacerdotes. Nuestra diócesis tiene 34 parroquias y más de 100 capillas. Todas atendidas de alguna forma; pero 12 parroquias no cuentan con sacerdote residente. Los diocesanos son apenas 15 y los religiosos y misioneros otro tanto: 30 en total.
Canelones tiene unos 600.000 pobladores. Eso da un sacerdote cada 20.000 habitantes, la misma proporción mundial. Claro que no todos los canarios son católicos. Las encuestas nos dicen que los que así se declaran son alrededor de un tercio de los habitantes. Eso da un sacerdote cada 6.600 fieles. 30 son pocos. Algunos ya son mayores. Varios tienen que cuidar su salud… Demos gracias por su presencia y por su entrega de cada día en el servicio a Dios en los hermanos.
Igual situación presentan las otras diócesis del Uruguay. Este año no hubo ningún ingreso al Seminario Interdiocesano. Allí hay 14 seminaristas. Uno solo de Canelones. Otras diócesis no tienen ninguno. Fue esa señal la que motivó este año vocacional.
El Pueblo de Dios vivió situaciones muy críticas, como la que se resume en el cántico de Azarías (Daniel 3,25-45). Allí se dice:
“Ya no hay más en este tiempo, ni jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor.” (38-39)
Exiliados en Babilonia, los israelitas ya no contaban con el templo y no podían ofrecer sacrificios. Pero ahí descubrieron un sacrificio mucho más valioso que el de terneros y ovejas. Reconocieron sus pecados, pidieron perdón y aprendieron a presentar como ofrenda su corazón contrito y su espíritu humillado:
“Que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti.” (40)
Aquel exilio terminó; los israelitas volvieron a su tierra y reconstruyeron el templo. Pero antes de volver a ofrecer sacrificios, se reencontraron con la Palabra de Dios. Volviendo a escuchar al Señor, renovaron su alianza con Él y recomenzaron su vida de fe.
Momentos como el que vivimos nos llaman siempre a recomenzar, a volver de corazón a Jesús y a su Evangelio. Esa ha sido la forma en que la Iglesia ha superado las muchas crisis que se sucedieron a lo largo de dos milenios.
Por eso, hoy más que nunca, contemplemos a Jesús que nos dice:
«Yo soy el buen Pastor» (Juan 10,11-18)
Así se presenta Él, con una imagen que encuentra resonancias en toda la Biblia.
Todos conocemos el salmo que comienza diciendo
“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar” (Salmo 23,1)
Hay otro salmo, donde Dios es invocado de esta manera:
“Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño (…)
reafirma tu poder y ven a salvarnos.” (Salmo 80, 2-3)
Los profetas recurrieron a la imagen del pastor para expresar la relación de Dios con su Pueblo. Isaías describe su ternura:
“Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y hace recostar a las que han dado a luz.” (Isaías 40,11)
Y el profeta Jeremías nos anima con esta promesa de Dios:
«Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas (…) Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán.» (Jeremías 23,3-4)
En el pasaje del evangelio que escuchamos este año, Jesús explica qué significa ser el buen pastor. En primer lugar:
«El buen Pastor da su vida por las ovejas.» (Juan 10,11-18)
Se diferencia así del asalariado, que las abandona y huye ante el peligro.
Una segunda característica del buen Pastor es el conocimiento de los suyos:
«Conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí, como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre.» (Juan 10,11-18)
Ese conocimiento no es superficial. Jesús conoce el corazón humano:
“… no necesitaba que le informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.” (Juan 2,25)
En Jesús está ese conocimiento en profundidad… pero cuando él dice que sus ovejas lo conocen, nos está invitando a que eso se haga verdad para nosotros, a que lo conozcamos más y más cada día. Que crezcamos en la intimidad con Él, a partir de la escucha de su Palabra, de la oración y de los signos de su amor. Jesús pone un listón muy alto para medir ese mutuo conocimiento: “como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre”. No existe conocimiento más profundo, comunión más perfecta, que la que hay entre el Padre y el Hijo. Y A eso estamos llamados.
En tercer lugar, el buen pastor da su vida libremente, porque se trata de una entrega de amor. Amado por su Padre, amando al Padre y a sus hermanos, Jesús entrega su vida:
«El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.» (Juan 10,11-18)
Recobrarla, recobrar la vida entregada, significa que el destino de aquel que da la vida no es la muerte, sino la vida en plenitud. Pero dar la vida es la condición para recuperarla. Así lo expresa Jesús en otro pasaje de este evangelio, cuando dice:
«El que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.» (Juan 12,25)
Todo esto que Jesús dice de sí mismo, se aplica al ministerio de los sacerdotes… Con toda nuestra indignidad y nuestra fragilidad humana, estamos llamados a ser presencia de Jesús Buen Pastor para nuestros hermanos. Esa es una de nuestras peticiones cuando rezamos y cuando pedimos que recen por nosotros: que podamos configurar nuestro corazón con el de Jesús, Buen Pastor.
Pero esto también se aplica a todos los fieles. San Juan Pablo II, en visita a una parroquia de Roma, decía:
“Cada cristiano, en virtud del bautismo, está llamado a ser él mismo un "buen pastor" en el ambiente en que vive. [En la familia] en la escuela, en el trabajo, en los lugares de juego y de tiempo libre, en los hospitales y donde se sufre, trate siempre cada uno de ser "buen pastor" como Jesús.” (6 de mayo de 1979).
Retiros Parroquiales Juan XXIII en Canelones
El fin de semana pasado volvieron a nuestra Diócesis los Retiros Parroquiales Juan XXIII, que se iniciaron antes de la pandemia. Villa Guadalupe recibió a estos hombres y mujeres que se animaron a encontrarse con Jesús a lo largo de tres días. Posiblemente se repitan antes de fin de año. Ya les contaremos.
Gracias, amigas y amigos, por su atención. Recemos hoy por los sacerdotes y por los jóvenes que están sintiendo el llamado de Jesús. Que tengan la valentía de escucharlo y de responderle. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
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