jueves, 6 de junio de 2024

En el día de San Marcelino Champagnat: celebrando en Pando los 90 años de presencia Marista en Uruguay.


Homilía en la Misa de San Marcelino Champagnat, en la parroquia Inmaculada Concepción de Pando, 6 de junio de 2024.

Enseñar al que no sabe, es una cosa buena y siempre es posible cuando el que sabe está dispuesto a enseñar y el que no sabe quiere también aprender.
El educador tiene esa vocación: enseñar. Digo enseñar, pero también voy a decir "educar".
Para eso se necesita saber, tener conocimientos y también tener la capacidad de transmitirlos de modo que el que no sabe pueda entender y aprender.
Pero el que enseña puede hacerlo de muchas maneras, con diferentes actitudes.
Si al conocimiento y a la capacidad de enseñar se suma el amor por aquellos a quienes se enseña, se agrega al acto de enseñar algo que le da un valor más profundo. El enseñar se hace educar. "Educar es amar", leemos aquí, sobre la imagen de San Marcelino. Educar es amar y también vale dado vuelta: amar es educar, porque amando comunicamos algo muy grande, algo que es lo más humano y lo mejor que podemos transmitir.
Enseñar al que no sabe es una de las siete obras de misericordia espirituales, una expresión del amor al prójimo… pero eso, siempre que se haga con amor. Si no va unido al amor, en el mejor caso, se quedará en una transmisión de conocimientos.

San Marcelino Champagnat sintió el llamado a enseñar al que no sabe, desde el comienzo de su sacerdocio. Después de recibir su ordenación sacerdotal, en el año 1816, fue enviado a una parroquia de una zona montañosa, con mucha población dispersa, con gente que vivía bastante aislada. Allí vivió una experiencia que lo marcó mucho. Lo llamaron para atender a un joven de 16 años que estaba muy grave, que estaba por morir. Hablando con el joven, el padre Marcelino se dio cuenta de que ese muchacho nunca había oído hablar de Dios. Volvió al otro día para hablarle de Dios, pero el joven ya había fallecido.
En su camino se encontró con otro muchacho, un poco mayor, de 23 años, que había sido soldado de Napoleón. No sabía leer ni escribir y el padre comenzó a enseñarle.
Estos encuentros lo fueron llevando a poner en obra algo que había pensado con otros sacerdotes jóvenes: crear una congregación de hermanos para la educación de niños y jóvenes. Antes de un año, el 2 de enero de 1817 nació la congregación de los Hermanos Maristas.

A veces, hay palabras que nos son tan familiares que no pensamos en su significado. Hermanos Maristas es un lindo nombre, formado por dos palabras, que son un mensaje. La primera palabra es “Hermano”: alguien de tu familia, cercano, amigo. Alguien que te enseñe con amor.
La segunda palabra es “Marista”, que hace referencia a María, la Madre de Jesús. Poner ese acento en María no es olvidarse de su Hijo, sino todo lo contrario. Es mirar a María como camino para llegar a Jesús, el Salvador. Ir “a Jesús por María”.

Como pasa tantas veces con las cosas buenas, Marcelino y sus hermanos tuvieron que enfrentar muchas dificultades para llevar adelante su proyecto. Pero sintieron confianza en que estaban respondiendo no solo a una necesidad humana, sino a un llamado de Dios. Y se sintieron siempre confortados bajo el manto de María.
Pensando en esas dificultades podemos recordar algo que nos dice la lectura de la segunda carta de san Pablo a Timoteo, que hemos escuchado. Pablo está preso por anunciar el evangelio. Y aún así, de otra forma, a través de sus cartas, sigue haciéndolo. Es ahí que nos dice esto tan bonito: “la Palabra de Dios no está encadenada”. Yo puedo estar con muchas dificultades, pero no se puede encadenar la Palabra de Dios. Ella seguirá siempre yendo al encuentro de los hombres y mujeres que viven en este mundo.

Y es así que, con su deseo de enseñar al que no sabe y llevar el mensaje de Jesús, de la mano de María, hace 90 años, llegaron los Hermanos Maristas al Uruguay. Ése es el acontecimiento que estamos recordando hoy de una manera especial, al celebrar la memoria de San Marcelino Champagnat.
Hace 90 años se fundó el colegio Santa María, para niños pobres, en dos salones y el patio trasero de la parroquia Tierra Santa, en Montevideo, donde actualmente está parte de la Universidad Católica. Los primeros hermanos tuvieron que enfrentar muchas dificultades. Carecían totalmente de recursos. Llegaron, como se dice “con lo puesto”. Pedían ayuda para poder sostener su obra y encontraron muchas veces rechazos y burlas. Pero mantuvieron su confianza, se agarraron fuerte de la mano de María y siguieron adelante. En tres años lograron fundar cuatro colegios más. Se extienden al interior y en 1941 llegan a Pando, y aquí tenemos el Colegio San Luis.

Damos gracias al Señor por toda la obra pedagógica de los hermanos. Ya no son tan numerosos. Para poder vivir mejor su vida fraterna, se han agrupado en una casa en Montevideo. Pero siguen viniendo aquí, animando la vida del colegio y asegurando que el espíritu que animó a San Marcelino Champagnat siga vivo entre nosotros. Damos gracias, entonces, al Señor, a María y a San Marcelino. Que desde el cielo el fundador siga cuidando su obra, intercediendo por todos los que continúan en ella y que jóvenes de hoy se animen a preguntarse si el camino de los hermanos puede ser también el camino que Dios los invita a recorrer en la vida. Que así sea.

+ Heriberto

No hay comentarios: