viernes, 4 de abril de 2025

AFRONTAR CON AMOR EL FINAL DE LA VIDA. Aporte al debate y reflexión pública sobre la eutanasia.


El fundamento que sostiene nuestras opciones

1. La dignidad de la persona se fundamenta en el mismo hecho de pertenecer a la especie humana. Decir que es “digna” es el mejor modo de expresar su valor absoluto, único e insustituible, que no se pierde en ninguna circunstancia y es independiente de cualquier condición. Este principio de la igual dignidad de todo ser humano es plenamente reconocible por la sola razón, y constituye el fundamento de los derechos humanos.  Para nosotros, los creyentes, Dios “ama infinitamente a cada ser humano” y “con ello le confiere una dignidad infinita” (1).

El valor de la vida de cada persona es un don que trasciende la mera existencia física. La vida humana es el fundamento, la condición necesaria para adquirir todos los bienes, la fuente que posibilita toda actividad humana y toda convivencia social. La vida es bella e irrepetible pero, al mismo tiempo, es limitada y la acompañan diversos sufrimientos así como la muerte. Necesitamos fortalecer una conciencia social que acoja, proteja, promueva y acompañe a cada persona en toda su existencia, incluida la etapa final de su vida terrena, a través de la fundamental ayuda de la familia, la medicina paliativa y la genuina experiencia espiritual.

Nuestro esperanzador SÍ

2. Valoramos enormemente la forma de accionar de la medicina paliativa. Lo propio de ella es cuidar, aliviar y consolar, humanizando el proceso de la muerte de forma profesional, afectuosa y cercana, con el paciente y su familia. Ella es la mejor expresión de lo que en lo profundo del corazón desean la mayoría de las personas que no quieren ver sufrir a un ser querido y tampoco quitarle la vida. 

3. La sedación paliativa es una indicación médica científica y éticamente correcta, que se plantea cuando los pacientes padecen síntomas no controlables (refractarios) que les provocan un sufrimiento intenso. La misma consiste en la disminución deliberada del nivel de conciencia del enfermo mediante la administración de fármacos apropiados, por vía y en dosis adecuadas. Exige un control clínico permanente del efecto buscado y requiere para su inicio el consentimiento explícito o implícito del paciente o, en caso de incapacidad, delegado en un familiar directo. Los cuidados básicos (alimentación, hidratación, aseo, cambios posturales) pueden continuarse y ser periódicamente evaluados.

4. Destacamos la autonomía responsable como un elemento fundamental en referencia a la dignidad de la persona. El ser humano -por naturaleza- es libre y se perfecciona en su ejercicio.  Basar la dignidad de la persona únicamente sobre su autonomía constituye una visión antropológica reducida. La misma enfermedad, la medicación y otras circunstancias limitan necesariamente la capacidad de decisión de la persona. Además la eutanasia implica actos que no se circunscriben solo al paciente, siempre involucra a otros, con posibles daños.

Nuestro firme NO

5. No es éticamente aceptable la obstinación terapéutica que consiste en la instauración de medidas de tratamiento no indicadas, ineficientes, desproporcionadas o extraordinarias con el fin de querer prolongar la vida del paciente a toda costa, sabiendo que no se proporciona un real beneficio (2). Ya está estipulada por el Derecho la posibilidad de que una persona decida no recibir tratamiento médico ante una enfermedad terminal (Ley 18.473, que regula la voluntad anticipada, del 2009).

6. Tampoco es éticamente aceptable causar la muerte de un enfermo. Tal como lo establece la Asociación Médica Mundial y el Código de Ética Médica (Ley Uruguaya 19.286 de 2014), en su artículo 46 (que actualmente se quiere derogar, cf. proyecto de ley art 9), la eutanasia activa, entendida como “la acción u omisión que acelera o causa la muerte de un paciente, es contraria a la ética de la profesión”. El médico nunca debería ser partícipe de una conducta que cause activamente la muerte a otro ser humano. Matar al enfermo no es ético ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente, en cambio, sí lo es la “sedación paliativa” como se mencionó previamente. Ni el paciente, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen el derecho de decidir o provocar la muerte de una persona. En última instancia, esa acción constituye un homicidio llevado a cabo en contexto clínico.

La ley y sus consecuencias negativas

7. Nuestra sociedad necesita apoyar las leyes que prevengan y desestimulen cualquier género de eutanasia. Valoramos las leyes que han permitido el acceso universal a programas de salud mental, a la medicina paliativa y al sistema nacional de cuidados, pero aún es preciso desarrollar programas que faciliten su cumplimiento y la accesibilidad real a toda la población.

8. Jurídicamente, un proyecto en favor de la eutanasia implica cambiar el valor fundamental de la vida humana y su carácter de ser un derecho humano básico que no se puede disponer, ni renunciar (indisponible e irrenunciable). Esto es contrario a la Constitución y a los instrumentos internacionales de Derechos Humanos. 

9. Se induce a error y se abre la puerta a una cadena de violaciones de la dignidad de la persona humana cuando se pretende legalizar la eutanasia, manipulando el lenguaje para pretender “naturalizar” la eutanasia. 

El proyecto de ley habla de muerte “digna”, muerte “natural” (cf. art 1.2.10.11), aunque en la realidad sea la acción opuesta a la primera exigencia de la dignidad moral, que es valorar la vida. Modifica en su artículo 10 la ley 18.335 (art.17) (3), eliminando “anticipar la muerte por cualquier medio” (y abriendo así el camino a la eutanasia), pero dejando el de “morir en forma natural”. Y, para que no se considere que la eutanasia viola el derecho a morir con dignidad, en el artículo 11 se establece: “A todos los efectos, la muerte por eutanasia será considerada como muerte natural”.  

La experiencia en otros países demuestra que, una vez establecida la discriminación legal entre vidas con valor social (irrenunciables) y otras sin calidad de vida suficiente (“con grave y progresivo deterioro de su calidad de vida”, art. 2° del proyecto) a las que se les ofrece matarlas, esto conduce a formas indirectas de presión hacia el paciente. Además refuerzan el miedo y el estigma hacia la muerte natural, dejan entrever que el sistema de salud no está preparado y entran en contradicción con las políticas de prevención del suicidio, tema sumamente preocupante en el Uruguay de hoy. Cada vez son más las vidas que se consideran sin valor, “eutanasiables”, en un efecto de pendiente resbaladiza (4).

Una dimensión esencial

10. En las enfermedades graves y más aún cuando se acerca la muerte, las personas se encuentran, por lo general, especialmente necesitadas y deseosas de múltiples apoyos, así como de asistencia religiosa. Se trata de un hecho coherente con la naturaleza espiritual del ser humano constatado a nivel sociológico. La Iglesia, servidora de la humanidad, quiere ofrecer la luz de la vida eterna que emana de Cristo muerto y resucitado, capaz de llenar de fe, esperanza y amor las situaciones más complejas y, en muchas ocasiones, dolorosas de la existencia humana. Solo así podremos llegar con paz y dignidad a expresar en el momento final sentimientos confiados y palabras similares a aquellas de Jesucristo en su agonía: “Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

Como obispos del Uruguay hemos querido sintetizar nuestro aporte en esta importante problemática moral. Invocamos la protección de Dios para que ilumine a los representantes del Pueblo a fin de que legislen a la luz de la dignidad de la persona y los Derechos Humanos. Del mismo modo le pedimos que oriente y fortalezca a todas las personas de buena voluntad, al personal de la salud, a las comunidades cristianas y a las familias, para que cuiden y respeten el valor incondicional de las personas que se acercan al final de la vida (5).

Florida, 4 de abril de 2025.
Los Obispos del Uruguay.

(1) Declaración Dignitas infinita, sobre la dignidad humana. Dicasterio para la Doctrina de la Fe, 2 de abril de 2024.
(2) Catecismo de la Iglesia Católica 2278.
(3) Que define el derecho de los pacientes a “morir con dignidad” entendiéndolo como “morir en forma natural…evitando en todos los casos anticipar la muerte por cualquier medio utilizado con ese fin”.
(4) En el proyecto de ley ya se percibe esta pendiente resbaladiza: en el artículo 2º incluye enfermedades crónicas, degenerativas e incluso condiciones de salud incurables. Da un plazo de discernimiento de pocos días. No hay una comisión de profesionales especializados que den garantías previas. La comisión evalúa después de la muerte si la eutanasia fue conforme a la ley. No habla de otro alivio que no sea la muerte.
(5) Para una mayor profundización cf. Documento de la CEU, “Afrontar el final de la vida”, junio 2020.

Sinodalidad y defensa de la Vida. Culminó asamblea de la Conferencia Episcopal del Uruguay.


Desde el lunes 31 de marzo al viernes 4 de abril estuvieron reunidos en Florida los obispos miembros de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU).

En esta asamblea ordinaria asumieron las nuevas autoridades, elegidas en noviembre del año pasado: Mons. Milton Tróccoli, obispo de Maldonado-Punta del Este-Minas es el nuevo presidente. El Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo y Mons. Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, continúan en sus respectivos cargos de vicepresidente y secretario general, ya que fueron reelectos.

También asumen, a partir de esta asamblea, los obispos presidentes de los diferentes Departamentos y Comisiones de la CEU, así como los respectivos secretarios ejecutivos de cada uno de esos organismos.

La asamblea comenzó con un retiro orientado por Mons. Bodeant, en referencia al Sagrado Corazón de Jesús, considerando la celebración del sesquicentenario de la consagración de Uruguay al Sagrado Corazón celebrada en 1875 por el beato Jacinto Vera.

Los obispos prepararon un mensaje como aporte al debate y reflexión pública sobre la Eutanasia, titulado “Afrontar con amor el final de la vida”, que se está distribuyendo a la prensa y a nuestras comunidades.

La CEU cuenta con Orientaciones Pastorales aprobadas para el trienio 2021-2023. Habían sido prorrogadas hasta 2024. Para este año, se consideró dar especial atención a las actividades locales, diocesanas y nacionales con motivo del Año Jubilar y prolongar la vigencia de las actuales Orientaciones, poniendo énfasis en la segunda de ellas:

“Fortalecer la vida y los procesos comunitarios, generando y promoviendo en nuestras comunidades la cultura del encuentro, buscando crecer en sinodalidad.” 

Como sinodalidad debe entenderse nuestro caminar juntos como Pueblo de Dios, bajo la guía del Espíritu Santo, que nos abre caminos nuevos en la comunión, la participación y la misión. “Crecer en sinodalidad” es especialmente pertinente en este año, en que, concluido el Sínodo sobre la sinodalidad (2023-2024), corresponde asumir la recepción de su documento final y acompañar el camino hacia la Asamblea Eclesial universal, programada para el año 2028.

Dos son las convocatorias nacionales con motivo del Año Santo: el jueves 12 de junio, renovación de la consagración del Uruguay al Sagrado Corazón de Jesús y Jubileo de los Sacerdotes; el 9 de noviembre, peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, en el bicentenario de la devoción a la patrona del Uruguay. Los obispos reiteran la invitación a todos los fieles, ya difundida en noviembre del año pasado. Es bueno recordar, también, que las nueve diócesis del Uruguay han designado numerosos lugares sagrados que los fieles pueden visitar en cualquier momento del año jubilar.

El Nuncio Apostólico en el Uruguay, Mons. Gianfranco Gallone, visitó la asamblea el martes 1, acompañado por el nuevo Secretario de la Nunciatura, Mons. John Kallarackal. El representante pontificio y los obispos tuvieron un diálogo sobre la vida de la Iglesia en el Uruguay.

El Lic. Hernán Bonilla, de CED, presentó a los obispos un panorama de la situación socio-económica del mundo y el Uruguay.

Durante estos días los obispos recibieron a los responsables de diversos departamentos y comisiones de la Conferencia Episcopal:

  • Catequesis, destacándose el inicio del curso de formación de catequistas del Instituto Catequístico del Uruguay (ICU), que ya se está realizando, con una muy buena respuesta.
  • Animación Bíblica de la Pastoral, anunciando la publicación de subsidios bíblicos para este año.
  • Sector Palabra de Dios, que ofrecerá este año un curso sobre la Esperanza en el mes de septiembre, en el marco del Año Jubilar.
  • Misiones, con el informe del sexto Congreso Americano Misionero, que tuvo lugar en noviembre del año pasado en Puerto Rico.
  • Comisión Nacional de Prevención de abusos, que está preparando un encuentro de referentes diocesanos y de los organismos eclesiales, a realizarse en mayo de este año.
  • Informe de la reunión zonal de Cono Sur convocada por el CELAM, en preparación a la Asamblea que tendrá lugar este año en Río de Janeiro. Participó la secretaría de la CEU, así como representantes de Pastoral Social-Cáritas y Pastoral Juvenil.
  • También fue presentado el balance anual de la Conferencia Episcopal, por el ecónomo de la CEU, Juan Pablo Cibils, quien se jubila este año y a quien los obispos expresaron su agradecimiento por sus catorce años de buen servicio.

jueves, 3 de abril de 2025

No te condeno (Juan 8,1-11). V Domingo de Cuaresma.

 El lunes 17 de marzo, en la Catedral de Montevideo, se celebró una velada de oración organizada por la Confraternidad Judeo-Cristiana, con la presencia del presidente de la república y de otras autoridades, para orar por el nuevo gobierno. Hubo una lectura bíblica, tomada del primer libro de los Reyes, donde se encuentra la oración en la que el joven rey Salomón pide a Dios el don de la sabiduría para poder gobernar a su pueblo (1Re 3,5-15). ¿Gobernar? Escuchemos que es lo que pide Salomón:

Concede a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?». (1 Reyes 3,9)

Es interesante notar que Salomón pide la sabiduría para juzgar. No habla de legislar o de ejecutar trabajos. Es que la Ley ya estaba dada, recibida de Dios por Moisés y cada uno de los miembros del pueblo debía ponerla en práctica. Sin embargo, no siempre era claro cómo correspondía aplicar la ley, tanto cuando era trasgredida como cuando se presentaban conflictos entre los miembros del pueblo de Dios. Allí era necesario juzgar y para eso Salomón no solo pide discernir entre el bien y el mal sino, antes que nada, tener un corazón comprensivo.

El evangelio de hoy nos presenta una situación en la que se quiere colocar a Jesús en la posición de juez, que debe indicar cómo se debe aplicar la ley de Moisés:

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?» (Juan 8,3-5)

¿A qué ley se refieren los escribas y fariseos? Leemos en el libro del Levítico:

Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos serán castigados con la muerte. (Levítico 20,10 cf. Deuteronomio 22,22-24)

No puede dejar de llamarnos la atención el hecho de que el hombre adúltero, mencionado en primer lugar por la ley, no esté aquí. Pero no sabemos la causa. Por otra parte, dicen los estudiosos, que la pena de muerte no solía aplicarse. De todos modos, no faltaba una exposición pública que equivalía a una especie de “muerte civil” de la persona. De hecho, esa exposición es la que se está dando allí, ante Jesús.

Pero aquí no se trata en primer lugar de la mujer. Se trata de Jesús y de su prédica: “Y tú, ¿qué dices?”, le inquieren, “para ponerlo a prueba”.

La respuesta de Jesús es un gesto silencioso:

Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. (Juan 8,6)

El silencio invita a la calma, a la reflexión… pensemos en Salomón pidiendo “un corazón comprensivo para juzgar a tu pueblo”. Pero el gesto no produce ese efecto, de modo que Jesús se pone de pie y rompe el silencio:

Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.» (Juan 8,7)

Esta palabra de Jesús pone a cada uno en confrontación consigo mismo. El corazón se hace comprensivo del pecado del otro cuando se encuentra con sus propias faltas, con su propia fragilidad. Cuando se encuentra con su propia miseria. Los primeros en retirarse fueron los ancianos, dando muestra de reencontrarse con la sabiduría que se espera ver en quienes tienen ya muchos años.

Quedan ahora en la escena solamente Jesús y la mujer. Hay un breve diálogo entre ellos. Jesús pregunta dónde están los acusadores y si alguien la ha condenado. “Nadie, Señor” es la respuesta de ella. A continuación, Jesús le dice:

«Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante» (Juan 8,11)

“Yo tampoco te condeno”. Se ha interpretado esto como un perdón y un perdón sin más, ya que no hay de parte de la mujer ninguna expresión de arrepentimiento, como la que escuchamos el domingo pasado en boca del hijo pródigo: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo…” Tampoco es esta mujer la pecadora arrepentida que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas, los secó con sus cabellos y se los ungió con perfume.

Esta mujer no ha tenido un momento de reflexión. Ha sido sorprendida in fraganti, apresada y llevada hasta Jesús, envuelta en la vergüenza y el miedo. No estaba en las mejores condiciones de hacer un perfecto “acto de contrición” ni otra expresión de arrepentimiento.

“¿Dónde están tus acusadores?” pregunta Jesús. “Yo tampoco te condeno”. ¿Con eso está diciendo Jesús que todo está bien, que “no pasa nada”, que da lo mismo actuar de una manera o de otra? No. El pecado, en cualquiera de sus formas es un mal porque destruye la vida de la persona que lo comete. Destruye sus relaciones con Dios, con los demás y consigo misma. El mal que hago a los otros me afecta también a mí. Destruye mi vida. Por eso importa mucho la palabra final de Jesús: “no peques más”. No vuelvas a caer. No repitas el error de arruinarte la vida.

Recordemos estas palabras del profeta Ezequiel, que Jesús está poniendo en práctica y que tanto bien nos hace recordar en cada Cuaresma:

«Juro por mi vida –oráculo del Señor– que yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva. ¡Conviértanse, conviértanse de su conducta perversa! (Ezequiel 33,11)

Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Jesús no acepta ser puesto como juez de una justicia humana vindicativa, es decir, una justicia que establece una forma de venganza de la sociedad sobre el miembro que ha hecho daño. 

Podríamos decir, en cambio, que Jesús se hace juez de una justicia divina restaurativa, que busca llevar a cada persona humana a la plenitud de la vida, restaurando su relación en armonía con Dios, con los demás, con la Casa Común y consigo misma.

Esta página del evangelio, una vez más, nos invita a encontrarnos en los personajes que se nos presentan: en la mujer pecadora, en sus acusadores, en los ancianos que fueron los primeros en retirarse… o en el corazón de Jesús, para ser testigos de su misericordia.

Semana Santa. Misa Crismal.

El 13 de abril es Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa, en la que celebramos aquello que está en el centro de nuestra fe: la muerte y resurrección de Cristo.

Cada parroquia ha preparado ya su programa de celebraciones; pero quiero destacar la Misa Crismal que, en nuestra diócesis, se celebrará el miércoles santo, a las 9:30 de la mañana, en la Catedral de Canelones. Esa Misa será uno de los momentos de encuentro diocesano en el Año Jubilar. Participar en ella, habiéndose confesado o haciéndolo poco después, comulgando y rezando por las intenciones del Santo Padre, permite recibir la indulgencia plenaria para sí mismo o para una persona fallecida.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.