jueves, 18 de diciembre de 2025

“José (…) llevó a María a su casa” (Mateo 1,18-24). IV Domingo de Adviento.


Estoy mirando una vieja película… la primera imagen que aparece es un primer plano: el rostro de una jovencita, tal vez cerca de sus veinte años. Su expresión es seria, preocupada. La segunda imagen es el rostro de un hombre mayor que ella, serio, algo desconcertado.

Volvemos al rostro de ella, que cierra los ojos e inclina levemente la cabeza.
Nuevamente aparece el hombre, trasluciendo un nerviosismo muy contenido…
Y ahora vemos a la joven de cuerpo entero. Está embarazada.

El hombre se da media vuelta y se retira por un camino desierto, bajo la mirada de ella.
No hay palabras.
Después de andar, el hombre se recuesta al costado del camino y duerme, con un sueño inquieto…
De pronto aparece ante él una figura vestida de blanco, con una voz muy dulce, que pronuncia las primeras palabras que se dicen en la película:
«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.» (Mateo 1,20-21)
Así, si no lo habíamos adivinado, nos enteramos de quienes son estos personajes de la película “El Evangelio según san Mateo” de Pier Paolo Pasolini. Una película de 1964, dedicada “a la querida, feliz y familiar memoria de Juan XXIII”.
Antes de las palabras del ángel, a través de las imágenes, el director nos ha ubicado en el comienzo del pasaje del evangelio que escuchamos este domingo:
Jesucristo fue engendrado así:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. (Mateo 1,18-19)
Misterios de Dios… misterio de ese drama familiar que rodeó la concepción y el nacimiento de Jesús. No estamos aquí en el Evangelio de Lucas, que pone a María en el centro de su relato y nos muestra su plena disponibilidad y aceptación de la misión que ha recibido, diciendo 
“Yo soy la servidora del Señor” (Lucas 1,38)
Mateo presta atención a José, ese personaje que no pronuncia ninguna palabra, pero que una vez que ha comprendido la voluntad de Dios, la acepta plenamente y actúa sin vacilar.
José es descendiente del rey David. Así lo llama el ángel al dirigirse a él: “José, hijo de David”.

Tal vez hoy, a primera vista, esa información no nos parezca relevante. Lo que cuenta principalmente para nosotros es que Jesús, el hijo de María, es el Hijo de Dios.
En cuanto a José, lo vemos como esa figura de esposo, “castísimo esposo”, de una madre Virgen; apoyo en cada uno de los difíciles momentos que les tocó atravesar; figura paterna, que ama y protege a la madre y al niño y los sustenta con su trabajo.

Sin embargo, asumiendo legalmente su paternidad sobre Jesús y haciéndolo su “hijo del corazón”, José le da su nombre y lo hace parte de su familia. Así se cumple lo anunciado por el profeta Isaías en la primera lectura del segundo domingo de adviento: 
“Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces” (Isaías 11,1). 
Jesé, recordémoslo, fue el padre del rey David. Jesús, “hijo de David”, como se le llamará muchas veces, será ese retoño del viejo tronco. Esto lo menciona también Pablo, en la segunda lectura, al hablar…
... acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne... (Romanos 1,3)
Con ese retoño el Padre Dios inicia una nueva creación y nos llama a renovar en Él nuestra propia vida, a recomenzar un camino de conversión, de regreso al Padre.
Volvamos a la figura de José. El evangelista nos dice que “era un hombre justo”. ¿Qué quiere decir “justo”?

Nuestra manera corriente de entender la justicia suele tener su base en el concepto de la antigua Roma, que se puede resumir en la fórmula “dar a cada uno lo suyo”. En esa perspectiva, un hombre justo es, por ejemplo, el que paga a sus empleados el salario que corresponde, el que da un justo castigo, proporcionado a la falta cometida; el que restituye a alguien lo que se le había robado, el que reconoce los méritos de las personas, etcétera. Este principio no está mal y si se aplica sin desviaciones, permite que una sociedad funcione… pero no es ése el sentido en que José es llamado “justo”.

En la Biblia, el hombre justo es el que tiene la Ley de Dios como guía de todas sus acciones. El salmo uno, en sus dos primeros versículos, llama feliz, bienaventurado, a ese hombre y lo describe de esta manera:
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche! (Salmo 1,1-2)
El justo no es un legalista; es un hombre que busca la voluntad de Dios. Confía totalmente en Dios, que ha entregado la ley como guía. La Ley le dice a José lo que debe hacer si su esposa, con la que todavía no ha convivido, está embarazada. El capítulo 22 del libro del Deuteronomio presenta varias situaciones posibles. Si se demostrara que una joven hubiera consentido en tener relaciones con un hombre que no era el esposo que le estaba destinado, podía llegar a ser apedreada hasta morir.

José resolvió abandonar a María en secreto, es decir, romper su contrato matrimonial sin hacer pública ninguna causa. ¿Por qué actúa así?

Una interpretación posible es que José no entiende qué ha ocurrido, pero no quiere hacer ningún daño a María.

Otra interpretación mira más a la fe de José, a su condición de justo que busca la voluntad de Dios. A partir de lo que ha visto ¿tiene o no un lugar en la vida de María? ¿Cuál es la voluntad de Dios? A partir del anuncio del ángel, José comprende y acepta la voluntad de Dios sobre él e inmediatamente se levanta para ponerla en práctica:
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa. (Mateo 1,24)
La fe y la confianza en Dios le dan a José una mirada capaz de ver más allá de las apariencias y así entender que el hijo de María es el Hijo de Dios y que él, asumiendo su paternidad aquí en la tierra, hará su parte en el Plan de Salvación de Dios para toda la humanidad.

La fe de José nos interpela y nos llama a buscar la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros tiene un lugar en el Plan de Salvación de Dios. Cada uno de nosotros está llamado a tomar parte en ese plan. Podrá ser un papel destacado y relevante, podrá ser un papel humilde y sencillo, en la intimidad de la vida familiar… Sea lo que sea, Dios nos lo mostrará y nos dará la fuerza para realizarlo. En nuestra búsqueda, no dejemos de contemplar la figura de José. Que él sea nuestro maestro a la hora de ver cómo podemos servir a la obra salvadora de Jesucristo y que como él, podamos poner, sin vacilación, manos a la obra.

En esta semana

Lunes 22, Pesebre viviente en la Catedral de Canelones, a las 20 horas.

Miércoles 24, Misa de Nochebuena
En la Gruta de Lourdes de Echeverría, a las 20 horas,
En la Catedral de Canelones a las 20:30 

Jueves 25, Misas de Navidad
En la Gruta de Lourdes de Echeverría a las 9 de la mañana
En la Catedral de Canelones, a las 10:30.

Domingo 28
Clausura diocesana del Jubileo 2025
En la parroquia Sagrada Familia de Sauce, a las 19 horas.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Muy feliz y santa Navidad. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

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